Camuel Talio: La Luz Que Siente

Espía en las Sombras

Camuel caminaba hacia la ciudad como quien entra en un lugar al que no pertenece.
Sus pasos eran firmes, pero en su pecho algo se enredaba.
No era miedo.
No exactamente.

Tal vez era esa sensación extraña de estar a punto de vivir algo sin entender del todo por qué.
O quizás era el recuerdo persistente de una risa en su oído, una voz que decía: "relájate y disfruta la cita."

Frunció el ceño.

—No es una cita —murmuró para sí, pero ni siquiera él se lo creía del todo.

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En la casa, Lucas ya no podía quedarse quieto.
Se colocaba su capa con energía casi infantil, envuelto entre luces suaves y sombras juguetonas.
Su sonrisa era un hechizo travieso.

—Operación “Evitar que Camuel arruine su primera cita”… en marcha.

Milo lo miraba desde el suelo, ladeando la cabeza.
Pluma pió como si supiera que algo ridículo estaba por comenzar.
Y desde lo alto de un estante, Ro bostezó con flojera cósmica.

—¿Y si lo dejas en paz? —murmuró sin moverse siquiera la cola.

Lucas se ajustó la capucha con teatralidad, como si estuviera a punto de infiltrarse en una fortaleza.

—¿Y perderme esto? ¡Ro, por favor! Esta es historia en proceso.

El aura que lo envolvía oscilaba entre sombra y luz. Perfectamente balanceado.
Invisible.
Camuel no lo sentiría ni aunque se le pegara al hombro.

—Vamos —le dijo a Milo y Pluma—. Esto será divertido.

Ro resopló.
Pero cuando saltó por la ventana y los siguió entre los tejados, no fue por Lucas.
Solo fue por curiosidad. Nada más.

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La ciudad era distinta de noche.
O tal vez era Camuel el que la veía distinta.
Las luces le parecían demasiado vivas, el aire más lleno de sonidos, de voces, de preguntas que no sabía responder.

Caminaba con las manos en los bolsillos, los hombros tensos y la mirada en el suelo.
Pero no podía evitarlo: la gente lo veía.

—¡Camilo! —saludó una anciana desde su tienda

— ¡Qué guapo viene hoy!
—Ah… he estado ocupado —respondió él, torpe.

—¿A dónde vas tan arreglado? —preguntó otra voz.

Camuel parpadeó.
Una palabra. Solo una. Eso era todo lo que necesitaba.
Pero no salía.

—Yo…

—¿Va a encontrarse con alguien? —preguntó una mujer con una sonrisa traviesa.
—¡Seguro es una chica! —añadió alguien más entre carcajadas.

Camuel se quedó inmóvil.

El mundo pareció detenerse un segundo.
Sus pensamientos eran niebla, y su pecho, un tambor invisible.

Silencio.

Y luego, un coro de risas alegres, como si el pueblo entero compartiera un secreto que él aún no entendía.

—¡No huyas, Camilo!
—¡Queremos conocerla!

Él bajó la cabeza, apretó los dientes y caminó más rápido.

Esto.
Esto era mucho peor de lo que había imaginado.

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Desde un callejón, una sombra se retorcía de risa.

Lucas se mordía el puño con fuerza para no hacer ruido.
Pluma se tapaba la cara con las alas.
Milo agitaba la cola como si animara un espectáculo.

Ro, desde un tejado, entrecerró los ojos.

—Este pueblo… es más sabio de lo que parece —dijo con una sonrisa que no mostraba casi nunca.

Lucas asintió, sin despegar la mirada de su objetivo.

—Esto está saliendo mejor de lo que planeé.

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Camuel llegó a la plaza.
Se detuvo.
El cielo se teñía de rosado, como una pintura recién extendida sobre el lienzo del crepúsculo.
Normalmente, ese atardecer le habría dado paz.

Pero hoy…

Hoy no podía oír el silencio.

No con su corazón latiendo así.

No con la sensación de que estaba a punto de entrar a un mundo que no entendía.

—¡Señor Guardián!

La voz le llegó como un susurro nítido.

Camuel bajó la mirada, y allí estaba.

Elena caminaba hacia él, con una sonrisa que parecía iluminar más que su linterna.
Vestía de celeste, suave y etérea, como si la brisa la hubiese traído desde otro tiempo.
Su cabello recogido dejaba ver un rostro que no necesitaba magia para hechizarlo.

Camuel no se movió.
No podía.
Por primera vez, no tenía palabras.
No podía ni pensar.

Solo sentir.

Su linterna, en su mano, titiló débilmente.
Como si respondiera a su desconcierto.

—Espero no haberlo hecho esperar mucho —dijo ella, con amabilidad sincera.

Camuel parpadeó.
Apenas.

—No… no hay problema —respondió, aunque su voz le tembló por dentro.

Intentó parecer tranquilo.

Pero sabía que no lo estaba.

Y, desde las sombras, Lucas se tapó la boca con ambas manos, los ojos brillando como si fuera a estallar de emoción.

Milo gimió bajito.

Pluma dio una vuelta en el aire.

Ro solo observó.

Porque todos sabían que, en ese preciso momento…

Camuel ya no caminaba hacia una cita.

Caminaba hacia una nueva vida.




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