Camuel Talio: La Luz Que Siente

Una Eternidad en Silencio

—¡¿Casi 200 años?! —Lucas se enderezó en su asiento, mirándolo como si acabara de decir una locura.

Camuel solo asintió con calma.

Pero Lucas no podía aceptarlo tan fácilmente.

En todo el cementerio, en toda la ciudad…

No había un solo fantasma con más de 30 años.

Muchos desaparecían en Una Eternidad en Silencio

—¿¡Casi doscientos años!? —Lucas se enderezó bruscamente, con los ojos bien abiertos, como si acabara de escuchar una blasfemia.

Camuel solo asintió, con esa calma que a veces irritaba más que aliviaba. Pero Lucas no podía digerirlo tan fácilmente. En todo el cementerio, en toda la ciudad… no había un solo espíritu con más de treinta años. La mayoría se desvanecía antes de una década. Los más obstinados, los más aferrados al mundo, aguantaban tal vez veinte o treinta años antes de disiparse o encontrar paz. Pero Camuel… Camuel llevaba casi dos siglos caminando entre los vivos.

Lucas se llevó una mano al rostro, pasándola por la frente como si así pudiera acomodar sus pensamientos.

—Eso no es normal, Camuel.

—Lo sé —respondió él, sin levantar la mirada, sosteniendo su taza con ambas manos como si fuera un ancla.

Lucas lo observó con intensidad, buscando una grieta, alguna señal de que todo esto era una exageración, un error.

—Entonces… ¿por qué sigues aquí?

El silencio que siguió no fue casual. Camuel no respondía porque no supiera la verdad. No hablaba porque decirla en voz alta la volvía real. Lucas apretó los puños, frustrado, y su voz se tornó más firme.

—Camuel…

El Guardián finalmente levantó la vista. Su rostro era sereno como siempre, pero sus ojos… sus ojos no mentían. Y lo que Lucas vio en ellos no le gustó. Duda. Cansancio. Y algo aún más desconcertante. Miedo.

Camuel bajó la mirada otra vez, observando el reflejo oscuro en su taza.

—Nunca lo había pensado… —susurró.

Su voz sonó ajena, como si viniera de alguien mucho más frágil. Lucas se inclinó hacia adelante, sin interrumpirlo. Camuel parecía estar desenterrando algo antiguo, algo que había enterrado con cuidado durante generaciones.

—Me quedé… confiando en la misión de ser un Guardián de la Luz… —murmuró, con un hilo de voz. Pero entonces se detuvo. Las palabras simplemente desaparecieron. Lucas esperó. Paciente. Silencioso. Pero no hubo más. Porque por primera vez en ciento setenta y siete años, Camuel no tenía qué decir. No porque no supiera la respuesta… sino porque nunca antes se había hecho esa pregunta.

Lucas exhaló despacio, apoyando los codos en las rodillas, la voz más baja ahora.

—¿Y ahora… qué?

Camuel cerró los ojos, como si la pregunta lo deshiciera por dentro. Porque una sola idea giraba en su mente con una insistencia dolorosa: “Si no soy un Guardián… entonces, ¿qué soy?”

Terminó de beber en silencio, dejando que el calor de la taza le recorriera los dedos. No era alivio. Solo un poco de quietud momentánea. Levantó la mirada hacia Lucas, que no había dejado de observarlo.

—¿Qué opciones tengo?

Lucas frunció el ceño, desconcertado.

—¿Qué?

—Estoy muerto de todas maneras —dijo Camuel, dejando la taza a un lado con gesto vacío.

Lucas se tensó de inmediato. No le gustaba cómo sonaba eso. No le gustaba el tono.

—Camuel…

—Si dejo de ser un Guardián, ¿qué me queda? —continuó él, sin emoción—. No puedo vivir… pero tampoco he desaparecido.

Lucas apretó los puños sobre sus piernas.

—Esa es una forma de verlo.

Camuel lo miró con una ceja arqueada, casi con resignación.

—¿Y tú tienes otra?

Lucas se cruzó de brazos, sin dejar de mirarlo. Su voz fue firme, clara, como una declaración.

—Sí. No tienes que elegir entre estar muerto o desaparecer, Camuel.

Él parpadeó, como si la frase no encajara en ningún lugar de su lógica. Lucas se inclinó un poco más, señalándolo con el dedo, con esa intensidad testaruda que lo definía.

—Puedes elegir… vivir.

Camuel se quedó inmóvil. No porque no entendiera. Sino porque jamás, en ciento setenta y siete años, había considerado esa posibilidad como algo real. Nunca se le había ocurrido que eso —vivir— fuera algo que aún pudiera hacer.




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