Canciones para el número 87

El comienzo del plan

El silbato cortó el aire, y Travis salió disparado como si cada fibra de su cuerpo conociera el camino antes de que su mente lo pensara. Los tacos mordieron el césped húmedo, el balón voló y, con un giro perfecto de muñeca, lo atrapó. La ovación de sus compañeros retumbó en el campo vacío, como si ya hubieran ganado el domingo.

Ese era su lugar. Ahí, entre sudor y esfuerzo, Travis sentía que podía con todo.

Se sacó el casco, dejando escapar un mechón rebelde empapado de sudor, y sonrió con la satisfacción de quien sabe que aún le queda energía para otra ronda.

—¿Otra? —preguntó, levantando el balón como un desafío.

Un par de risas y un "estás loco" le respondieron. El entrenador ya levantaba la mano para dar por terminada la práctica.

En el vestuario, el vapor de las duchas se mezclaba con las bromas y las toallas húmedas volando de un lado a otro. Travis se dejó caer en el banco, envolviendo sus manos vendadas mientras escuchaba a sus compañeros hablar de todo menos de jugadas.

—¿Escucharon que Taylor Kelce arranca su gira en Europa? —comentó uno, con voz desenfadada.

Travis se sorpendio por escuchar a sus companeros nombrar a Taylor, no era ningun secreto que todos lo grandulones que estaban en el vestuario escuchaban a esta clase de artistas famosas, Travis solo habia escuchado de Taylor un par de veces, sabia quien era, porque quien no conocia a alguien tan famosa como ella.

—Dicen que va a venir a Kansas City antes de irse —añadió otro.

Una idea recorrio a Travis, tal vez, no seria mala idea distraerse de todo lo que tenia en la cabeza yendo a uno de sus conciertos, habia escuchado incontables veces lo increible que ella era, lo espectaculares que sus conciertos eran. Tal vez podria arrastrar a Jason con el, tal vez si llevaba a Kylie tambien conseguian ir todos.

Aunque conociendo la energia de su hermano, se iba a sumar sin pestanar, sobretodo porque Travis ultimamente no salia a muchos lugares, llevando la vida mas tranquila.

En su defensa le encantaba visitar a su mama ultimamente, podian joderlo todo lo que quisieran, pero no se avergonzaba de pasar la mayor cantidad de cenas en la casa de la mujer que lo convirtio en quien era.

Esa noche, mientras manejaba de regreso a casa, encendió la radio del auto. El algoritmo —o el destino— puso una de sus canciones. Travis apoyó los dedos en el volante y, por un instante, todo el ruido del mundo se apagó.

Su voz llenó el espacio como si fuera solo para él. Dulce y amarga, firme y quebrada al mismo tiempo.

El camino se estiraba frente a sus ojos, pero su mente ya estaba en otro lugar. En un estadio, quizá. O tras bastidores, esperando el momento correcto.

Travis sonrió, esa media sonrisa que siempre aparecía antes de un partido decisivo.

—Voy a conocerte —murmuró.

El olor a lasaña casera llenaba la cocina, mezclándose con el bullicio de las voces y las risas infantiles. Wyatt correteaba alrededor de la mesa con una cuchara en la mano, mientras Elliotte intentaba imitarla y casi chocaba contra la silla de su abuela. En el moisés, el pequeño Bennett dormía plácidamente, ajeno al caos de la familia que lo rodeaba.

—Wyatt, corazón, sentate ya —pidió Kylie, aunque la sonrisa la delataba.

—Ya voy, mámá —respondió la niña de tres años, sin intención de frenar su carrera.

Jason se carcajeó, acomodando el plato frente a él. —Definitivamente es mi hija.

Donna apareció con una bandeja en las manos. —Bueno, todos a la mesa, que se enfría —ordenó con esa firmeza que lograba callar incluso a Jason.

Todos se acomodaron. Entre conversaciones cruzadas y el tintinear de los cubiertos, Travis se recostó en la silla, mirando a su familia con esa mezcla de cariño y diversión. Siempre era igual: ruido, bromas, comida abundante y un amor que no necesitaba decirse en voz alta para sentirse.

—¿Y vos, Trav? —preguntó Ed, su padre, sirviéndose vino—. Hace rato que no hablamos tranquilos. ¿Cómo te estás sintiendo con los entrenamientos?

—Bien —respondió Travis, cortando un trozo de lasaña—. El cuerpo me pide descanso, pero la cabeza todavía quiere más.

—Eso siempre fue tu problema —bromeó Jason, dándole un codazo—. Nunca supiste frenar.

—Mirá quién habla —replicó Travis, rodando los ojos.

Kylie intervino con dulzura, acomodando a Elliotte en su silla. —¿Y fuera de la cancha? ¿Estás disfrutando un poco? No todo puede ser fútbol.

Travis encogió los hombros. —Viajes, eventos... ya saben cómo es. Nada demasiado emocionante.

—Deberías salir más —dijo Donna, señalándolo con el tenedor—. No todo en la vida es entrenamiento y partidos.

—Exacto —añadió Jason, con una sonrisa traviesa—. Tenés que vivir un poco, hermano.

La charla siguió entre anécdotas de los nenes y bromas de sobremesa. Wyatt le contó a Travis, con palabras atropelladas, que había aprendido una nueva canción en el jardín, mientras Elliotte lo interrumpía cada dos minutos con un "¡yo también!".

Travis escuchaba con paciencia, divertido por la manera en que la mesa siempre se convertía en un torbellino de voces.

Cuando las risas empezaron a bajar y todos picoteaban los últimos restos de la comida, Travis se acomodó en la silla y carraspeó la garganta.

—Bueno... ya que hablan de salir —dijo con calma—. Conseguí entradas para el concierto de Taylor Kelce la próxima semana. Pensé que capaz querían venir conmigo.

Kylie abrió mucho los ojos. —¿Taylor Kelce? ¿De verdad?

—Sí —respondió él, como si no fuera gran cosa.

Jason golpeó la mesa con entusiasmo. —¡Vamos! ¡No me lo pierdo! Ky, tenemos que ir.

Kylie miró a sus hijos, con duda. —No sé si dejar a los nenes tan pronto...

Donna intervino de inmediato. —Eso no es problema. Yo me quedo con ellos.

—¿En serio, mamá? —preguntó Kylie, aliviada.

—Por supuesto —dijo Donna con calidez—. Vos también necesitás un respiro, querida. Acabás de dar a luz, y salir una noche no te va a hacer mal. Yo me encargo de los tres.




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