En el susurro del viento frío,
un eco suave, callado y lento,
la brisa lleva al alma el aliento
de aquellos rostros ya sin brillo.
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Por cada estrella en el cielo oscuro,
por cada vela que se enciende,
hay un amor que nunca muere,
un lazo eterno, puro y seguro.
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Susurros tenues en las hojas caídas,
memorias viejas que el tiempo abriga,
y en el silencio, un beso y un rezo
por quienes yacen en paz y en sueño.
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Sus nombres flotan como el incienso,
en la penumbra de la oración,
y aunque el cuerpo se torne en polvo,
vive su risa, su voz, su canción.
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Hoy se abren puertas entre los mundos,
un paso eterno, firme y fecundo;
Día de Santos, luz encendida,
homenaje eterno a nuestra vida.
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