Bajo el manto oscuro del océano,
donde la luna no alcanza a tocar,
las medusas se elevan en silencio,
como estrellas dispuestas a danzar.
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Flotan etéreas, trémulas luces,
cuerpos translúcidos en vaivén,
un desfile lento de seres fugaces
que se mecen al ritmo del agua y el zen.
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Sus tentáculos largos, suaves pinceles,
dibujan trazos en el vasto azul,
y en el giro y remolino de su vuelo,
parecen susurros de un sueño común.
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Cada chispa en la sombra se enciende,
cada impulso un eco de mar,
y el silencio profundo las envuelve,
como un manto de calma lunar.
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Así bailan ellas, las reinas del agua,
en un vals sin tiempo, sin final,
en la profundidad que las abraza,
el mundo guarda su danza inmortal.
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