Candado (la Boina Azul)

SECRETO PELIGROSO

Al día siguiente, Candado se levantó a las 7:15 de la mañana. A esa hora, el sol ya brillaba en el cielo y se podía escuchar el ruido de las motos y los autos circulando por la calle. Candado se puso de pie, aún somnoliento y sin ganas, y se dirigió al baño que estaba al lado de su habitación. Su habitación parecía más bien la de un hotel. Se lavó la cara con agua bien fría con la intención de alejar su pereza, pero no tuvo ningún efecto. Agarró su cepillo rosado, le puso dentífrico y luego se lo llevó a la boca, comenzando a cepillarse los dientes durante unos cinco minutos. Sin embargo, en lugar de escupir la crema dental al terminar, se la tragó.

—Qué delicia —dijo Candado mirándose al espejo con una expresión fría.

Luego, volvió a la sala contigua y miró por la ventana. Desde allí, podía ver su árbol favorito en el jardín, donde siempre se sentaba a leer o a dormir.

—Buenos días, chico —dijo Candado mirando el árbol con una semi-sonrisa.

Después, Candado se colocó al lado de su cama, levantó su mano izquierda y chasqueó los dedos. De repente, comenzó a desvestirse sin moverse, quedando solo en calzoncillos. Luego, la ropa que estaba en el armario comenzó a volar hacia él y siguió el mismo proceso: primero los pantalones oscuros y las medias blancas, luego la camisa blanca, después la corbata roja y el chaleco marrón de gala, y por último, los zapatos y los guantes blancos. Pero aún faltaba algo. En su mano derecha, le faltaba el guante. Fue a su mueble verde que tenía nueve cajones y abrió uno de los de arriba. En ese cajón, había muchos guantes del mismo diseño, con el mismo símbolo y del mismo color. Candado sacó uno de los miles que tenía y se lo puso. Luego, lo cerró con delicadeza y se dirigió hacia donde estaba su apreciada boina. Se la colocó en la cabeza con finura, abrió la puerta y se dirigió al establo.

Cuando llegó allí, Candado vio a Uzoori durmiendo en el heno. Se acercó lentamente a él, pero cuando ya estaba lo suficientemente cerca, Uzoori se levantó y miró a Candado. Este se sacó la boina rápidamente y la escondió detrás de su espalda, para que no le hiciera lo mismo que le había hecho anoche.

—Olvídalo, Uzoori.

Le colocó su montura a su caballo y luego lo llevó a una especie de ascensor que había allí. En ese lugar, había una válvula y de ella misma, Candado se acercó y le dio vueltas a la derecha. El ascensor comenzó a bajar a una velocidad mediana. El elevador bajó en el garaje de la casa, pero como sus padres se habían ido a trabajar, el auto no estaba y era más fácil salir de ahí. Candado se acercó a la enorme puerta del garaje metálica y apretó un botón que estaba al costado de la puerta. Esta empezó a abrirse a una velocidad algo lenta. Cuando la puerta se abrió por completo, Candado se subió a su caballo y salió del garaje. Antes de partir, Candado usó sus poderes para cerrar la puerta, ya que no tenía ganas de bajarse del caballo para cerrarla. Cuando la puerta se cerró, Candado se fue a todo galope de la casa, cruzando las calles casi vacías del pueblo. Finalmente, se adentró en el bosque, a las afueras del poblado.

Cuando llegó allí, Candado comenzó a dar palmaditas en el cuello del caballo para que redujera la velocidad, y Uzoori empezó a caminar por el bosque. Llegaron a un hermoso prado, donde Candado miró su reloj y eran las 8:36 de la mañana. El sol ya se alzaba en el cielo. Candado dio una palmadita en la cabeza de Uzoori y este se detuvo cuando su dueño lo hizo. Candado se bajó del caballo y se recostó en el suave césped que había en el suelo.

—¿Ves, Uzoori? Te dije que te sacaría a pasear. Es un lugar hermoso.

Uzoori se recostó en el suelo para comer el pasto que había allí. Candado también estaba acostado en el suelo, disfrutando del hermoso césped y del aire fresco de la mañana. Sin embargo, desde una de las hierbas crecidas, una serpiente pequeña y negra con lunares rojos se acercaba lentamente a Candado. El reptil comenzó a subir por su pierna sin que Candado se diera cuenta, avanzando hasta llegar a su pecho. La serpiente alzó la cabeza y mostró sus dientes con la intención de morderlo, pero Candado aún no se había percatado de su presencia. Cuando la serpiente estaba cerca de su rostro, comenzó a lamerle la nariz. Esto hizo que Candado se echara a reír debido a las cosquillas que le producían las lamidas en la nariz, hasta que finalmente no pudo más y se puso de pie. Sin embargo, al hacerlo, la serpiente cayó al suelo lastimándose. Candado se inclinó a su altura y se disculpó diciendo:

—Disculpa por ponerme de pie apresuradamente.

La serpiente inclinó la cabeza y comenzó a desprender un humo blanco. Del interior de aquel reptil que empezaba a envolverla, y después de unos segundos, el humo se desvaneció, revelando en su lugar a una preciosa niña de cinco años que parecía molesta. Candado la conocía bien; su nombre era Yara, que proviene del diminutivo de Yarará.

Yara: Es una niña pequeña de cuatro años y medio con cabello largo y rojizo, y ojos de serpiente amarillos. Viste un camisón largo de color negro y zapatitos blancos. Fue criada por Candado y Mauricio cuando era un huevo, después de perder a su auténtica madre en un incendio en el bosque. A pesar de su timidez, es juguetona y solo se siente cómoda con Candado y Mauricio. Considera a Candado como su padre y a Mauricio como su tío.

Poder: A pesar de ser una serpiente, no es venenosa debido a que Candado compartió parte de su poder con ella para sobrevivir, lo que hizo que perdiera su veneno. Puede transformarse en humana, aunque como es joven, a menudo le sale mal. Además, puede cambiar de piel para camuflarse y usar la arena y la tierra como arma.

Habilidades: Es experta en asustar a sus enemigos debido a su color de serpiente.

Después de transformarse en humana, Yara miró a Candado con enojo y le dijo:

—Eres malo, papá, muy malo. Yo solo estaba jugando.

—Perdóname, Yara. No quise lastimarte —dijo Candado muy apenado.



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En el texto hay: filosofia, misterio romanse, misterio accion

Editado: 14.10.2024

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