A la mañana siguiente, Clementina se despertó en el sofá del living. Como estaba apagada, no gastó energía alguna. Se levantó y miró el reloj de su celular, que marcaba 5:50 de la mañana y faltaban treinta minutos para irse a la escuela. Así que se dirigió hacia la cocina para preparar la merienda, pero para su sorpresa, estaba Hipólito preparando la leche. Esto, por alguna razón, molestó a Clementina a tal punto que le dijo:
—¿Qué diablos estás haciendo? Se supone que ese es mi trabajo.
—Oh, Clementina, buenos días. Como vos estuviste durmiendo, decidí preparar el desayuno para Candado, Hammya y a ti.
—Es que yo hago eso y lo he hecho por casi seis años.
—Bueno, no te alteres, solo será por esta vez. Mañana podrás hacerlo tú. Ahora ve a despertar a Candado y a la señorita Hammya.
Sin más que decir, Clementina se fue a despertar a esos dos, así que se alejó de la cocina para que Hipólito pudiera cocinar en paz. Fue al segundo piso para despertar a Hammya y a Candado. Subió con cuidado las escaleras y primero fue a la habitación de Hammya. Abrió con cuidado, se acercó a Hammya y con delicadeza puso su mano en su hombro aplicando algo de presión para que ella se despertara.
—Es hora de ir a la escuela, Hammya. Así que buenos días.
—Buenos días, Clemen... enseguida bajo.
Habiendo tenido éxito, Clementina salió de la habitación de Hammya y entró a la de Candado.
Cuando entró en la habitación de él, le llamó la atención la forma en que dormía. Esta vez parecía una tortuga; estaba envuelto con varias frazadas que formaban un caparazón de tortuga, pero de las Galápagos. Tenía un pequeño orificio por donde respiraba, así que a Clementina le fue fácil hablar con él. Pero ni bien comenzó a tocarle el cabello para que se despertara, Candado empujó su mano hacia fuera y cerró el orificio.
—Las visitas se acabaron —dijo Candado.
Así que Clementina, sin tener otra opción, transformó su mano derecha en una picana eléctrica, la introdujo dentro del caparazón de frazadas y... bueno, la respuesta fue más que obvia en cualquier sentido. Candado dio un grito y se cayó de la cama con todas sus frazadas encima de él, mientras que Clementina dejaba escapar una que otra risa burlona. Las frazadas y colchas que tenía encima suyo le hacían prácticamente imposible salir de ellas, así que decidió emplear más fuerza para liberarse de esa montaña de frazadas. Cuando Candado logró salir, estaba totalmente enfadado, con los pelos de punta (producto de la picana) y con los ojos en llamas, literalmente.
—¿¡COMO SE TE OCURRE DESPERTARME DE LA MANERA MÁS INHUMANA POSIBLE!? —gritó Candado.
—Ah, yo lo llamo venganza con salsa, como compensación por lo que me hiciste anoche.
Candado se puso de pie y dijo:
—Esto no va a quedar así, baratija. Voy a aplicarte un castigo después —decía Candado mientras entraba al baño.
—Ups, lo siento —susurró Clementina, imitando la expresión fría de Candado.
Luego, se fue de la habitación de forma natural, sin siquiera sentir remordimiento por lo que le había hecho a Candado. Así que una vez que cumplió con su deber de despertar a los demás, se dirigió a la cocina para tomar su leche.
Justo en ese momento, Hipólito estaba sirviendo la leche en dos vasos. Clementina se sentó en la punta de la mesa, y Hammya se sentó al lado de ella. En ese instante, llegó Candado acomodándose la corbata, con todo el cabello alborotado y de punta debido al toque eléctrico que le había dado Clementina.
—¿Qué le ocurrió a tu cabeza? —preguntó Hammya.
—Me cayó un satélite mientras dormía.
—¿Quieres leche? —preguntó Hipólito.
—No, gracias. Voy a tomar un mate, me duele mucho la cabeza.
Cuando dijo eso, se sentó en la parte sur de la mesa solo, ya que no quería saber más nada de Clementina. Chasqueó los dedos, y el termo y el mate volaron hacia su mano. Candado cargó su mate y le dio un sorbo.
—Está frío —miró a Clementina y extendió su mano con la cual sostenía el termo—calienta esto.
—¿Tengo cara de una cocina o microondas?
—Me lo calientas o te formateo.
—No te atreverías, me necesitas mucho.
—¿Quieres probarme acaso, hojalata?
Clementina no dijo nada más porque se había asustado, ya que esos ojos de asesino psicótico marcaban que su paciencia se estaba agotando, así que tomó el termo y en el acto comenzó a sobrecalentar el agua, y de manera instantánea, el agua se calentó.
—Gracias, chatarra.
—De nada, licebmi nevoj nótrap.
—Voy a sacarte las cuerdas vocales si vuelves a insultarme así.
Clementina no dijo nada más, se quedó callada y siguió tomando su leche, al igual que Hammya, quien ya había terminado antes que todos y decidió comer algunos bizcochitos que estaban en la mesa. Mientras tanto, Clementina comenzó a procesar datos para verificar cómo estaría el clima, la temperatura y la estación. Candado le había instalado esos datos para que él pudiera prevenir cambios climáticos inesperados, ya que en el Chaco uno nunca está seguro si va a hacer sol, llover, calor o frío. Por esas razones, tenía esa información. En cuanto a la estación, Candado pensó que si el clima del Chaco era bastante extraño, también podría ser la estación. No vaya a ser que estén en otoño y, por alguna razón misteriosa, caiga invierno. Mientras Clementina terminaba de analizar el estado del día, miró a Candado y dijo:
—Mi pronóstico dice que tendremos 24 grados centígrados con una mínima de 19 para las 12:00 del mediodía, cielos despejados de nubes, humedad al 9%, y la tasa de interés va a estar muy alta la próxima semana.
—Ese último era totalmente innecesario, aunque la verdad, ¿Dónde rayos se ha visto que haga calor por la mañana y que haga frío al mediodía? Un poco más y vamos a estar patas arriba.
—Vaya, parece que esta provincia tiene sus altos y bajos, Candado —comentó Hammya.
—Joven... digo, señor, creo que ya sería prudente irnos al colegio.