Candado (la Boina Azul)

IMPERTINENCIA ELEGANTE

El equipo de Candado estaba totalmente desconcertado, ya que no solo opositores del Circuito estaban involucrados en este juego, sino también proscriptos gremiales que alguna vez habían jurado lealtad a Harambee. Sin embargo, habían violado las nueve leyes de la O.M.G.A.B., leyes que fueron creadas por los siete líderes de la organización. Violar una de estas leyes equivalía a la expulsión inmediata. Candado trataba incansablemente de obtener una respuesta clara y comprensible. No era capaz de entender por qué se utilizaría a gremialistas en un atentado, si se suponía que los Testigos odiaban a la O.M.G.A.B. y a las personas que la apoyaban. Incluso su propio líder, Tánatos, solía decir: "Los Gremios son un veneno para la humanidad, solo quieren guerras sin sentido y la separación de nuestros hermanos. Si tuviera que depender de una de esas escorias, preferiría mil veces cortarme las venas antes que traicionar mis ideales."

Esto no tenía sentido para aquellos que se autodenominaban la voz de Tánatos. La situación era preocupante, y ni siquiera el intento de asesinato de uno de sus compañeros tenía una explicación clara.

Mientras reflexionaban sobre las múltiples posibilidades, Candado se dirigió hacia la puerta, con Yara en sus brazos y Hammya siguiéndolo de cerca. Sin embargo, antes de que pudiera llegar a la puerta, Pio lo detuvo.

—¿A dónde vas?

—Me voy a ver a alguien. ¿Hay algún problema?

—Sí, la verdad es que sí. Mi casa está hecha un desastre total: mi ventana está rota, mi puerta destruida, mis muros llenos de balas. Y sin mencionar que mis padres llegarán en una hora.

—No te preocupes, enviaré a Matlotsky contigo para que lo repare todo.

—En serio, ¿Matlotsky puede repararlo todo? No sería una mala idea —dijo Héctor.

—Oh, sí, es así. Entonces, está bien.

—Genial, ahora me voy —luego miró a Clementina y continuó—. Quiero que te quedes aquí hasta que llegue Matlotsky, luego podrás ir a casa.

Una vez que dijo eso, Candado se fue de la casa, caminando con Yara sentada en sus hombros y Hammya siguiéndolo. Pero en el camino, Yara y Candado comenzaron a conversar.

—¿A quién vamos a ver?

—A un amigo mío.

—¿Amigo tuyo? Ya sé, Mauricio.

—No, no es él.

—¿Entonces quién?

—Es alguien a quien tú no conoces, pero sería bueno que tú lo conocieras.

—¿Es bueno?

—Sí, por supuesto. Si no lo fuera, no te llevaría conmigo ni a Hammya.

—Si es bueno, entonces no me preocuparía conocerlo.

—Así será, Yara, así será.

Después de una larga caminata, finalmente llegaron a la casa del "amigo" que Candado había conocido en un restaurante. Este se acercó y golpeó tres veces la puerta. Tras unos segundos, la puerta se abrió y un bien vestido Nelson les dio la bienvenida.

—Oh, gauchito querido, justo en este momento estaba pensando en ti.

—Qué gracioso, Nelson, qué gracioso —dijo Candado de manera sarcástica.

Nelson miró a la niña que estaba en los hombros de Candado.

—¿Quién es esta lindura?

—Ella es Yara y es...

—Tu hermana —contestó Nelson.

—No, ella es...

—Su hija —contestó Yara.

—¿¡QUÉ MIERDA!? —gritó sorprendido.

—¿Tenías que decirlo, niña, tenías que decirlo?

—Yo... sinceramente, no sabía que tú... bueno, que vos eras padre.

—Creo que estás confundiendo los tantos. Hace un tiempo atrás hubo un incendio en el bosque, así que yo y mi amigo fuimos a ayudar a los animales e insectos que estaban en esa zona. Ella en ese momento era un huevo de serpiente, así que yo y mi amigo la cuidamos y nació ella.

—Dijiste que es una serpiente, pero, aparte de sus ojos, ella es bastante normal.

—Cuando ella era un huevo, sus expectativas de vida eran bastante bajas, así que yo le di un empujoncito para que ella pudiera sobrevivir.

—Y con un empujoncito, ¿te refieres a...?

—Magia, por eso ella es mitad humana y mitad serpiente.

—Vaya, una historia que contar a los nietos. Ven, pasa, tú también, Hammya, pasa.

Nelson se hizo a un lado y entraron en la casa con total naturalidad y calma. Candado se sentó en un sillón y colocó a Yara en su regazo, mientras que Hammya se sentó al otro lado de él. Luego, Nelson cerró la puerta, se acercó a ellos y tomó asiento. Con una sonrisa, dijo:

—Verte a ti hace que me vengan viejos recuerdos de mi infancia.

—Hace cuánto, mil años más o menos.

—Eres igual a tu abuelo, un sarcástico mañoso.

—Bueno, cambiando de tema, vine personalmente a hablar contigo sobre un tema muy importante.

—¿Así? ¿Sobre qué?

—Sobre una organización llamada los Testigos, ¿los conoces?

—¿Testigos? Sí, por supuesto, eran unos locos que querían traer de vuelta a su líder.

—¿Pero?

—Pero no pudieron. Sus conjuros los llevaron a su propia extinción. Hoy en día, en el lugar donde se reunían, solo quedó un hermoso cráter. Gran final para ellos, ya que querían causar un hueco en la sociedad.

—¿Eso fue un chiste?

—Sí, pero veo que no tienes sentido del humor alguno.

—La verdad, él se ríe cuando está conmigo —dijo Yara.

—Sí, es cierto —afirmó Hammya.

—Cállense las dos.

—Ah, bueno, eres un cariñoso a escondidas.

—Cállate, no vine aquí para hablar de eso.

—Bueno, ¿de qué quieres hablar?

—Hoy, apenas hace unos minutos, atacaron a uno de mis compañeros.

—Bueno, ¿qué quieres que haga? No soy policía ni soy comisario, no sería de mucha ayuda.

—No vine por eso, vine porque quiero saber sobre los Testigos.

—¿Qué quieres que diga exactamente?

—¿Sabes si los Testigos tenían, bajo sus filas, obviamente, gremialistas?

Cuando Candado dijo eso, Nelson dejó de estar feliz y se volvió serio. Parecía como si la pregunta fuera un insulto.

—¿Qué quieres decir?

—Lo que has oído, ¿Hay o no gremialistas bajo las líneas de los Testigos?

—Hijo, no sé lo que piensas, pero lo que me estás diciendo es grave.



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En el texto hay: filosofia, misterio romanse, misterio accion

Editado: 19.06.2025

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