Era el 1 de agosto del año 2013. Habían pasado varios días desde aquel incidente, y el tiempo transcurría normalmente para la familia Barret, pero con una diferencia: Candado. Resultó que su actitud había cambiado radicalmente hacia Hammya, especialmente en la manera en que se dirigía a ella, de forma cariñosa y comprensiva. Todo esto se debía a los eventos que habían tenido lugar en el mundo neutral. Candado explicó el motivo de sus acciones, aquellas que casi le cuestan la vida. Muchos de sus amigos se disculparon con él, ya que, desde su punto de vista, eran responsables por haberlo tratado cruelmente en su cumpleaños. No sabían cuándo Candado había borrado su memoria, pero al enterarse de que él actuaba como si eso nunca hubiera ocurrido, decidieron seguirle la corriente.
Tras explicar todo esto y evitar ahondar en los detalles del incidente para no generar secuelas negativas, continuaron con sus vidas relativamente tranquilos. Especialmente porque ese día, 1 de agosto, se celebraría el concierto de Belén Ramírez, la hermana de Héctor, quien, como había dicho por escrito y de forma verbal, no estaría presente ese día, al menos durante una semana, para poder apoyar a su hermana. No obstante, había dejado una solicitud explícita a todos en el gremio: que filmaran ese importante evento de Belén. Al igual que Candado, ambos querían mucho a sus hermanas, llegando a comportarse más como padres que como hermanos.
Como era costumbre, Candado se encontraba en la habitación de Belén, esta vez acompañado por los hermanos O'Pøhner, Grenia y Krauser, quienes también estaban allí para apoyarla. Parecía que todo marchaba bien, hasta que sucedió lo inesperado: Belén tocaba... ¡fatal!
—Parece que ese violín está sufriendo —comentó Krauser.
—¡Ánimo, Bel, tú puedes! —la animó Grenia.
—¡Alto, eso es suficiente! —dijo Candado.
Belén obedeció y bajó su instrumento, temerosa de que Candado se enojara con ella. Pero en realidad, él no estaba molesto.
—Primero que nada, bebes cálmate.
Belén se rió.
—Dijiste "bebes".
—No, flaro que no.
Belén volvió a reírse.
Krauser y Grenia abrieron los ojos sorprendidos y la miraron. Candado, volviendo a su habitual expresión fría, levantó el pulgar en señal de aprobación. Krauser, entendiendo lo que eso significaba, aclaró su garganta y sacó el estuche de su violín de la espalda. Miró un momento a Candado y, con una sonrisa torcida, se preparó para lo siguiente.
—Bien, es hora.
Krauser sacó su violín, ajustó su arco y lo llevó a su hombro, tocando la melodía que Belén había intentado interpretar. No hacía falta mencionar que tocaba maravillosamente bien. Candado y Grenia observaban atentamente, mientras Belén escuchaba con concentración.
Cuando terminó, Krauser aflojó su brazo y bajó su arco.
—Así es, eso es —dijo con satisfacción.
Candado y Grenia aplaudieron por lo impresionante que fue, pero para Belén, la sensación fue diferente. A pesar de que había disfrutado mucho de la interpretación, sintió que Krauser era mucho mejor que ella, lo que la sumió en un estado de pesimismo.
—Doy asco —dijo ella, con voz quebrada.
—¿Qué? —respondió Krauser, sorprendido.
—Doy asco, Canda, comparado con Krauser.
—No, no, no, no, no, eres una gran violinista —dijo Grenia, nerviosa.
Candado suspiró.
—No tienes nada de qué preocuparte, querida. Yo estaré ahí.
Belén inhaló profundamente, inflando sus cachetes, y luego exhaló con fuerza.
—Bien, tengo que intentarlo.
—Así se habla —dijo Candado, orgulloso.
Belén volvió a intentarlo, pero el resultado fue el mismo: desafinó como el diablo.
Krauser, molesto, sacó sus tentáculos y le arrebató el violín de manera brusca.
—Cielos —dijo, mientras se masajeaba la frente—. Ella tiene más potencial para paralizar a sus enemigos que para tocar el mío.
En ese preciso momento, la puerta de la habitación se abrió, entrando la madre de Belén con una bandeja que llevaba unos aperitivos.
—¿Trabajando duro, eh?
—¡Tía Laura! —saludaron Krauser y Candado, quitándose el sombrero.
—¿Algún progreso? —preguntó ella, mientras dejaba la bandeja sobre una mesa plegable que había en la habitación.
—Nada —respondió Krauser.
—Mmm, ya veo.
Laura acarició la cabeza de Belén, lo que hizo que esta sonriera y se sintiera más tranquila.
Laura: Su nombre completo es Laura Lana Lezcano, o señora Ramírez. Ella y Europa son muy amigas desde niñas. Tiene el cabello largo y blanco, con ojos grises. Su forma de vestir es variada, lo que hace difícil decir que tiene un estilo fijo, pero hasta ahora en su hogar siempre usa una bata blanca abrochada, calzas negras, una polera roja y alpargatas negras. Su personalidad es muy infantil para su edad, pero cuando la situación lo requiere, se vuelve madura y seria. Tiene un sentido del humor similar al de Matlotsky, y es muy amorosa con su familia. Fue quien más apoyó a su amiga Europa cuando murió Gabriela.
Poder: A diferencia de su hijo, Laura es la más fuerte de la familia. Maneja el fuego blanco y tiene una gran fuerza física.
Habilidad: Aunque duela decirlo, es buena en todo.
—¿Y bien?
—No lo sé, mamá. Creo que no lo haré bien.
Laura comenzó a acariciarla de forma un poco violenta, despeinándola.
—Eres ciega, no inútil.
—Usted es pésima desempeñando el papel de madre comprensiva, tía.
Laura sonrió y atacó a Candado con un abrazo.
—Los genes son increíbles. Esa afilada lengua, esos afilados ojos... en verdad eres su hijo.
—¿Qué te hizo creer que no lo era?
—¡Mamá! No hagas eso —se quejó Belén.
Laura levantó a Candado por los aires y comenzó a girarlo. Krauser y Grenia pegaron sus espaldas contra la pared, asustados.
—Mamá dijo que ella es una loca cuando le gusta algo —comentó Krauser.
—¡Mamaaaaaaa!
—Oigan, ¡ustedes... hagan algo!