Candado (la Forma de la Luz) Episodio 3

EL TRABAJO DE LA HERMANDAD

Mientras Candado y su equipo la buscaban, el objetivo se encontraba en el interior de un bosque, en alguna parte de la zona chaqueña. Con una sonrisa tierna, la niña iba juntando piedras y guijarros. Algunos animales de la zona le prestaban ayuda mientras caminaba.

—YuAt’f RiiXin’to muru prixen’t (No te alejes demasiado, mi luna).

—RUuy Yutu’k An (Tengo hambre).

La niña volteó y se dirigió hacia el perro del tamaño de un león, de color rojo y negro. Tropezó cuando estaba cerca.

—Re’cairfuj (Cuidado) —dijo él, usando su cabeza para evitar que ella cayera.

—Wav’nieta (Gracias).

La niña se puso de pie y se recostó sobre el estómago del perro mientras comía las piedras que había recogido.

—Ri’ jijyr Loj gú (Descansa y no comas demasiado).

Engulló dos rocas del tamaño de un puño de hombre y se acomodó sobre el perro.

—Amjasta, I’ji (Tengo sueño, Amjasta).

—Litú, N’ Amjasta (Lo siento, no soy Amjasta).

—Yiturará, Yoh’s Berr (La extraño mucho).

—Amjasta…

Luego la niña cerró sus ojos.

—Candado Ur’astap (Candado la está buscando).

Dijo una voz proveniente de los árboles.

—Mauricio.

—Hola, Kolac.

—¿Qué quiere el hijo del bosque de mí?

—Mi padre mencionó que habían nacido dos niñas, luceras en términos humanos.

—¿Y?

—¿Dónde está la otra?

—Perdida, presumiblemente muerta. Llegué muy tarde. Los humanos ya la habían encontrado.

La cola del perro envolvió a la niña.

—Sólo vengo a hablar. Sé que la niña está bajo tu cuidado, pero tiene un papel importante para una amiga. Eso provocará que Candado llegue hasta ella. Nada lo detendrá.

—Mauricio, ¿de verdad piensas que se la entregaré a un humano?

—Mi padre confía en Candado.

—¿Así como confió en Johan?

—Eso fue un error.

—También lo puede ser este. Después de todo, los humanos codician la vida de otros. Piensan en ellos mismos.

—Nosotros también —replicó Mauricio, bajando del árbol—. No pienses así de ellos. Si vamos por esos términos, ¿qué me dirías de la naturaleza? Tus jefes mandan a los luceros para mantener el equilibrio.

—Es diferente.

—No quieren extinguirse. Mandan a los luceros para exterminar a los humanos que viven de la destrucción. Así fue con la peste negra, la viruela, el cólera y otras enfermedades. Ellos piensan en su existencia. En otras palabras, también piensan en sí mismos.

Mauricio sonrió al darse cuenta de que hablaba como Candado.

—Mira, no estoy aquí para pelear. Sólo vine por la niña.

—No. No pienso dártela.

Mauricio se encogió de hombros.

—Bueno, lo intenté. —Luego le dio la espalda—. Pero recuerda que Candado sólo aceptará tu negativa tres veces. A la cuarta, optará por la violencia. Cuando marque su posición, no habrá nada que lo detenga. Es de palabras hasta cierto punto, pero también es extremadamente violento cuando un niño está en peligro.

Tras decir eso, Mauricio se convirtió en hojas secas y desapareció.

—¡Miedo a los humanos! ¡Qué estupidez! Ellos deberían temerme a mí.

Por otro lado, habían pasado tres horas desde que Candado y la señorita Kaikai se habían separado. Cabalgando sobre su corcel Uzoori y acompañado por Hammya, Candado se dirigía a la casa de Rucciménkagri, ya que ella podía ser de utilidad.

—Hammya, quédate aquí.

Candado bajó del caballo y se acercó a la casa. Desgraciadamente, Rucciménkagri no estaba. Abrió la puerta y buscó en el interior, pero no encontró a nadie. Salió confundido.

—¿Qué pasó?

—No está. Demonios, justo cuando la necesito.

—¿Tienes un plan?

Candado subió al caballo.

—Lo tengo, pero no será agradable.

Se dirigió al bosque de Diana, una persona con la que no quería involucrarse. Su personalidad perversa y psicópata la hacía peligrosa; no dudaría en matar a cualquiera que dañara su bosque.

—Candado, pareces decaído.

—Es que no me gusta que este tipo de personas se crucen contigo.

—¿Está preocupado por mí? —pensó Hammya, apoyándose en la espalda de Candado—. Gracias.

Candado cabalgó, sintiendo el sudor correr por su cara. Sabía que Diana, a diferencia de sus hermanos Logan y Mauricio, observaba cada movimiento en su territorio, disfrutando del miedo de sus víctimas.

De repente, un objeto se acercó a gran velocidad. Candado, con rápidos reflejos, inclinó su cuerpo y forzó al caballo a acostarse, evitando así la decapitación. Cayó bruscamente junto con Uzoori y Hammya. Afortunadamente, nadie salió herido. Candado alzó la vista y vio la guadaña de Diana incrustada en un árbol.

Ayudó a Hammya a ponerse de pie.

—¿Estás bien? —preguntó él preocupado.

—Sí, muchas gracias —respondió ella, sacudiéndose la tierra—. ¿Qué pasó?

—Diana nos da la bienvenida —dijo Candado, señalando la guadaña.

—Vaya tontería, es una loca, casi nos mata.

—Ojalá no te haya escuchado. Odia cuando la insultan.

Luego, las hierbas altas comenzaron a crujir y, de entre ellas, salió un gato negro. Su pelaje relucía con elegancia, y para los ojos de Hammya, era simplemente hermoso.

—¡Oh, qué lindo! —exclamó Hammya, acuclillándose y extendiendo la mano hacia él—. Ven aquí, amiguito.

—Miau…

Candado miró a su alrededor, inquieto mientras se encargaba de su caballo. Buscaba con la mirada a Diana. Su corazón latía con fuerza, y de repente, como un golpe seco, algo hizo ruido en su cabeza.

—Miau...

Sin pensarlo dos veces, corrió hasta Hammya, la tomó de la cintura y la alejó bruscamente.

Fue en el último instante. Justo cuando Hammya estaba por acariciar al gato, estuvo a punto de perder la mano. Si sus dedos hubieran tocado aquella criatura, el resultado habría sido terrible.

—¡¡DIANA!! —gritó Candado con los ojos encendidos en furia—. ¡Te estás pasando de la raya!

El gato comenzó a reírse con una voz femenina. Su risa resonó como un eco siniestro. Poco a poco, su forma se transformó, estirándose y retorciéndose hasta convertirse en una mujer. Diana.



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En el texto hay: romance, fantasía drama, fantasa drama

Editado: 06.12.2025

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