Candado (la Forma de la Luz) Episodio 3

AMISTADES FUERTES

Sancardia, la capital del país Tanacia, la nación de los Circuitos, se encontraba ubicada en la Antártida, en el centro del continente, sellada por sus inmensos muros de hielo. En su interior, se había creado un invernadero con las cuatro estaciones, un milagro de la magia de Tánatos. La filosofía de este lugar era clara: “Vayamos al fin del mundo, para crear el inicio del mundo.” Loco y absurdo para muchos, pero para los Circuitos, eran palabras sabias de un gran líder.

Sus ciudades, sus bosques y sus ríos eran considerados mágicos y hermosos, un verdadero paraíso en la Tierra. Tanacia estaba catalogada como la primera sociedad de los niños, según estadísticas de la ONU. Con un tamaño similar al de España, aunque ligeramente más pequeño, Tanacia había logrado protegerse del frío extremo de la Antártida mediante una burbuja mágica que mantenía la temperatura estable y permitía el florecimiento de su sociedad, una proeza notable de Tánatos, el constructor.

Tanacia era gobernada por un parlamento de aproximadamente cincuenta y un diputados, a su vez dirigido por el G.C.G. (Gran Concejo General), compuesto por cinco concejales. Estos concejales estaban inspirados en los cinco grandes: Tánatos el constructor, Chronos el relojero, Víctor el juez, Laila la carnicera y Rucciménkagri la dríada. El presidente, conocido como el íntegro en el país, también era llamado presidente por aquellos fuera de Tanacia, debido a la confusión de su título.

Joel y Guz caminaban tranquilamente por las calles de la gran ciudad de Tanacia, en la capital Verlonía, cumpliendo las órdenes de Jørgen.

—Increíble —se maravilló Joel.

—¿Primera vez? —preguntó Guz, sin cambiar su tono.

—Espera... ¿Ya has estado aquí?

—Nací aquí —dijo Guz, calmado.

—Es… la primera vez que lo escucho.

—Porque es la primera vez que lo digo.

Joel, que había estado caminando a dos pasos de Guz, decidió acelerar el paso para estar a su par.

—¿Cuál es el plan?

—Entrar al Congreso y tomar unos papeles.

—Es la tercera vez que me dices eso, pero aún no te entiendo.

—Porque no hay nada que entender, Joel. Es esto y ya.

—¿Sí te das cuenta de que es un congreso y que no será fácil pasar?

De repente, Joel se detuvo y miró una pared.

—Vaya —murmuró.

Guz se detuvo y siguió la mirada de Joel. Era un afiche de "Se busca", pero con una peculiaridad: decía “Peligroso” y “No se le aproxime, llame a las autoridades”. Lo curioso era que el rostro en el afiche era una foto de Candado.

—¿Por qué? —preguntó Joel, confundido.

—Una vez fue el Mariscal íntegro de Tanacia, el cargo más alto, más que el del presidente.

—¿Así?

—Sí, yo voté por él.

—¿Qué?

—Así es. Su discurso sobre mantener la paz me convenció. Sin embargo, eso era algo que el Congreso no estaba dispuesto a tolerar. El día en que los candados se reunieron en Tanacia, hubo un atentado contra el Congreso, lo que provocó la ira de los votantes.

—Qué atroz, y pensar que se le ocurriría algo así.

—No fue él, fue una artimaña para sacarlo del poder. De hecho, lo lograron. Candado fue expulsado con los cargos de traición. Sin embargo, él tenía sus cartas bien guardadas. Cuando se convirtió en líder del circuito, se ganó la desaprobación de los gremios. Para congraciarse con ellos, tuvo que obsequiar todas las riquezas del circuito y entregar los secretos de la ciudad.

—¿Y qué ocurrió después?

—Lo consiguió. Candado se convirtió en el Candado (presidente) de Kanghar.

—Vaya, ya veo por qué lo odias.

—No lo odio por eso, lo odio por lo que ocurrió después.

—¿Después?

—El Congreso disolvió el cargo de Mariscal íntegro y creó el cargo de presidente. Esteban ganó las elecciones, pero hubo disturbios debido a que él era un examigo de Candado. Para conseguir la aprobación de esa gente, Esteban hizo una movida, una estúpida, pero eficiente.

—¿Qué?

—Atacar Kanghar. Una mañana, mientras volvía de hacer compras, toda la gente estaba en la plaza central de la ciudad, mirando el asedio en Kanghar. Hubo gritos y ovaciones por este gran logro, pero...

—¿Pero?

—Recuerdo haberlo visto. Candado había vuelto a Tanacia.

Dos años antes.

Candado caminaba entre la muchedumbre que se había reunido para escuchar el discurso de Esteban sobre su victoria en el ataque a Kanghar.

— Presumido — murmuró, mientras avanzaba con paso firme.

Con un chasquido de dedos, se elevó en el aire, envolviéndose en llamas hasta llegar al balcón donde Esteban se encontraba. La multitud guardó silencio al notar su presencia.

— Han pasado dos meses desde la muerte de mi hermana, y tú aprovechas este momento para destruir lo que ella construyó. Si queda algo de nuestra amistad, por favor, detén el ataque — dijo Candado con voz firme y rota.

Esteban, furioso, lanzó un rayo hacia Candado, quien saltó con agilidad y se mantuvo flotando en el aire.

— No soy quien para decidir sobre tus acciones, pero sí en esta, Esteban Bonaparte Everett, te ordeno que frenes el ataque.

Guz, que se había acercado a la multitud, miró al cielo, inquieto.

— ¡Eres un traidor! ¡Nunca escucharé a un traidor! — gritó Esteban mientras comenzaba a cargar una ola de energía en su mano izquierda.

Candado cerró los ojos lentamente y suspiró. Con un movimiento de su dedo índice derecho, destruyó una de las torres más altas de Tanacia. La estructura colapsó, causando que varias casas a su alrededor se derrumbaran. El caos se desató, y la gente en la plaza comenzó a huir despavorida.

—No te estoy preguntando. Te lo estoy ordenando—dijo suavemente Candado, mientras la destrucción continuaba.

Esteban detuvo su ataque, claramente furioso.

— ¡¿ESTÁS LOCO?! ¡ESTA FUE LA MISMA GENTE A LA QUE JURASTE PROTEGER, BARRET!

—Y también la que me traicionó. Detén el ataque y yo me marcharé— respondió Candado, con tono desafiante.



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En el texto hay: romance, fantasía drama, fantasa drama

Editado: 06.12.2025

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