Candado (la Forma de la Luz) Episodio 3

NUEVOS VECINOS

A veces, tener vecinos puede ser una bendición… o una completa maldición. En el noventa por ciento de los casos, era lo segundo. Eso era lo que pasaba por la mente de Candado, quien en apenas cuatro años tuvo tres vecinos distintos, cada uno peor que el anterior.

El primero fue una familia de cuatro: papá, mamá, un bebé y un adolescente, este último particularmente desastroso. Una bomba hormonal con patas que acosaba a Gabriela cuando Candado apenas tenía cinco años. Los padres del muchacho no hacían nada para frenar ese acoso, así que la cosa fue empeorando. La familia Barret no se quedó de brazos cruzados. Con métodos nada legales, provocaron un pequeño incendio en la sala de estar de los recién llegados, y así se deshicieron de ellos.

El segundo grupo era aún más numeroso: una familia de siete personas, dos padres, papá y mamá, y cinco hijos. Tres de los niños eran cuatro años mayores que Candado, quien para entonces tenía nueve. Solían acosarlo cada vez que salía al jardín para recostarse bajo el árbol. Le tiraban agua, huevos y, en una ocasión, hasta petardos. Uno de ellos estalló demasiado cerca, causándole quemaduras leves en un brazo y en los ojos. Después de incontables advertencias por parte de la policía, el asunto finalmente cruzó una línea. Clementina y Gabriela decidieron tomar cartas en el asunto. Saltaron el muro y les dieron una “lección” tan horrenda que la familia entera terminó mudándose. A día de hoy, ese episodio sigue siendo el secreto mejor guardado, por parte de Clementina claro. Candado nunca supo qué fue exactamente lo que les hicieron a esos chicos.

El tercer y último vecino fue un viudo de cuarenta años, un carpintero cuyo único talento parecía ser el de hacer ruido. Arrogante, grosero y violento, no pasaba un día sin molestar al vecindario. Un día, “accidentalmente”, una sierra de madera le cayó en la cabeza. Todos sabían que no había sido un accidente. El hermano del fallecido presentó una denuncia penal contra otro residente del barrio, quien había sido testigo de la infidelidad de su esposa con el difunto. La causa terminó cerrándose por falta de pruebas. El acusado se separó de su mujer y se marchó a Uruguay. Una historia perturbadora.

—Yo, a estas alturas, ya no sé si sorprenderme o llorar —dijo Candado mientras observaba la mudanza de los nuevos vecinos—. Siempre es bueno tener a alguien a quien odiar.

—Voy entrando primero —anunció Hammya.

—Entendido —respondieron Europa y Clementina al unísono.

Candado extendió la mano a la "nueva" vecina.

—Felicidades y bienvenida al barrio —saludó.

Pak Sun-hwa se negó a estrecharle la mano. En lugar de eso, se inclinó con formalidad.

—Espero poder colaborar con usted.

—¿Qué?

Pak se enderezó con firmeza.

—Lo que quiero decir es que me gustaría unirme a su gremio.

—Me niego.

—Lo siento, debo insistir.

—No.

—Lo siento, debo insistir.

—…No.

—Lo siento, debo insistir.

Candado comenzó a desarrollar un tic nervioso en el ojo derecho.

—N… no, no quiero, no insistas.

—Lo siento, debo insistir.

—Mira, yo selecciono personas que llamen la atención. Hasta que no me demuestres algo que me sorprenda, no estarás dentro.

Pak se llevó la mano al mentón, reflexiva.

—Entendido. Me aseguraré de ganarme un lugar en su gremio.

—Eso espero… En fin, ¿Cómo encontraste este lugar?

—Fui con el señor Héctor Ramírez.

—Ah… ahora lo entiendo.

—Él es la razón por la que estoy aquí.

—Tengo un montón de preguntas, pero voy a detenerme aquí.

Candado desvió la mirada hacia Hammya y caminó lentamente hacia ella.

—¿Ocurre algo? —preguntó Hammya al notar su cercanía.

Candado siguió avanzando, hasta quedar a una distancia incómodamente corta.

—…

—¿Pasa algo? —insistió ella, esta vez con un deje de nerviosismo.

En ese instante, Candado recordó las palabras de Hachipusaq: “No importa si le preguntas a ella mi nombre o si me conoce, dirá que no y te mirará con extrañeza. Y aunque la investigues, no sacarás nada de ella. Pero te diré una cosa: ella será tu salvadora en muchos sentidos… qué envidia”.

Después de pensarlo un poco, Candado simplemente la abrazó.

—¿Eh? —exclamó ella, mientras sus ojos brillaban fugazmente.

Clementina se llevó la mano a la boca, asombrada. Declan alzó una ceja. Pak Sun-hwa inclinó la cabeza, confundida. Europa, por su parte, sintió una mezcla de celos y orgullo.

—Sucede algo, ¿verdad?

—Cállate un momento.

Candado sintió una ligera palpitación en su corazón. Entonces se preguntó, con seriedad, si había algún tipo de sentimiento hostil entre él y ella… y viceversa.

—Nada… Al parecer no puedo hacerlo después de todo.

—¿Qué cosa?

Candado soltó lentamente el abrazo.

—Es como temía... empiezo a quererte.

—¡...!

—Señor, ¿sabe que acaba de declarar algo bastante serio? —dijo Declan, con una ceja levantada.

Hammya se sonrojó de inmediato.

—La verdad es que no... no me parece que haya dicho algo extraño —respondió Candado con calma.

Clementina sonrió con picardía.

—Perdón, señor... no escuché bien. ¿Podría repetirlo?

—Está bien —dijo Candado, mirando a Hammya, que aún intentaba recuperar la compostura—. Hammya, empiezo a quererte.

Clementina soltó una carcajada, Declan se quedó boquiabierto, Europa lo miró con una mezcla de celos y asombro, Pak Sun-hwa aplaudió suavemente, Candado no entendía nada… y Hammya se murió. Bueno, casi.

Candado se volvió hacia su madre.

—En fin, vayamos a casa. Tengo hambre.

—Los acompaño —dijo Pak.

—No —se negó Candado sin dudar.

—Nosotras estamos de acuerdo —agregaron Clementina y Europa al unísono.

—…¿Y vos, Declan? —preguntó Candado, buscando apoyo.

—Será para la próxima. Le prometí a Anzor que iría a su casa.

—Diviértete.

TIEMPO DESPUÉS.



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En el texto hay: romance, fantasía drama, fantasa drama

Editado: 06.12.2025

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