La oficina relucía como siempre. Brillante, impecable, conocida por todos como "el Gran Despacho A". Muy pocos habían tenido el privilegio de sentarse allí, y uno de ellos era Joaquín Barreto.
Originalmente, sus compañeros eran Krauser y Glinka, pero por diversas razones, el equipo se disolvió. Krauser, demasiado eficiente en su labor, fue promovido a inspector. Glinka, en cambio, tenía un carácter salvaje, casi insoportable para sus superiores. Sin embargo, por respeto a su amistad con Joaquín, decidió alejarse antes de provocar conflictos. Se convirtió en una nómada gremial, sin ataduras ni órdenes, aceptando únicamente favores y encargos. Aunque ganó el derecho a ser inspectora, se ha negado una y otra vez a aceptar el cargo.
Ese era el equipo original de Joaquín. Sin embargo, por petición de su amigo Candado, formó uno nuevo: “La Tercia”. Claro, así lo llaman de forma vulgar en los pasillos del gremio.
De Joaquín poco se sabe en lo personal. Fuera del trabajo, solo mantiene contacto con Candado y Héctor. Ni Moneda, ni Ruth, ni siquiera sus antiguos compañeros, Glinka y Krauser, conocen detalles de su vida privada. Aun así, ha sido un inspector destacado, sobresaliente incluso, a pesar de no tener ni segalma ni poderes. Un simple humano… a diferencia de sus hermanos, Lautaro y Kruger.
Para los Semáforos, es parte de la élite. Para Candado, un talento nato. Pero en lo social, un desastre. Joaquín ha demostrado ser un completo mediocre para mantener relaciones nuevas. O al menos, eso dicen.
En ese momento, Joaquín estaba recostado en su silla, los ojos cerrados. A su derecha, Ruth; a la izquierda, Moneda. Ambos firmes, callados, envueltos en un silencio tan tenso que hacer ruido parecía una falta de respeto.
—FuuuuuuuuuuuuuUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU —sopló Joaquín.
Ruth y Moneda lo miraron al mismo tiempo.
—Carente de sucesos, y carente de respuestas. Solo preguntas —murmuró Joaquín, dejándose llevar por el tedio.
El teléfono rompió el silencio con su "Ring, ring".
Joaquín se incorporó con desgano y contestó:
—Inspector Joaquín, ¿Qué se le ofrece?
—La presidenta de la Federación de los Semáforos desea hablar con usted.
—Dígale a la dama que, mientras yo sea inspector de la Argentina, no iré a verla.
—Ella dijo que usted diría eso. También agregó que, si no se presenta en las próximas 48 horas en la sede de Urencho, en Vathlecracia, se le cortará el presupuesto por incumplimiento de deberes presenciales.
—Dígale a la dama que el Código de los Semáforos prohíbe cortar el presupuesto sin la aprobación de la Cámara.
—La presidenta...
—Que tenga un buen día.
Colgó sin dudar.
—No pienso ir a Vathlecracia solo para ver a una inepta —resopló, levantándose—. Muchachos, ¿Quieren comer?
Ruth asintió con la cabeza.
—Un completo me basta.
—Dale —Joaquín se deslizó por el escritorio—. Vamos al quiosco.
La puerta se abrió de golpe y entró una joven con una carta en la mano.
—Oh, Susy.
—Hola, Joaquín. Fiu, bastardo. Perdón.
—¿Cómo has estado?
—Todo bien esta mañana. En general, sin muchos problemas. Fiu, cabeza de excremento, ojalá te mueras. Perdón.
—Esa carta es para mí, ¿Verdad?
—Claro.
Joaquín tomó la carta y la abrió con cuidado. La leyó en silencio.
—Vaya, Sara solicita mi presencia… Espero que no haya pasado nada grave.
—¿En serio? Fiu, hijo de puta, jódete. Perdón.
—No me hace ilusión ir a verla, pero le debo un favor. Así que... vamos. Que tengas un buen día.
—Claro. Fiu, ojos muertos. Perdón.
Joaquín se volvió hacia sus compañeros.
—Muy bien, amigos...
Ruth estaba rodeada por un aura oscura. Moneda, por su parte, mostraba su hostilidad sin tapujos, dejando ver su cuchillo con descaro.
—Bájenle a los niveles de asesinos psicópatas antes de que me enoje —ordenó Joaquín con frialdad.
Moneda y Ruth obedecieron a regañadientes.
Susy: Tiene 15 años, sufre del "Síndrome de Tourette" Ojos claros, cabello rubio, pecas y un lunar en la sien derecha. Usa una camisa de mangas cortas verde oscuro, falda hasta las rodillas y sandalias. Tiene una Particularidad, cada vez que dice una grosería, guiña un ojo y dice “fiu”. Es amiga de Joaquín, mantiene una cordialidad con Candado y una relación conflictiva con Héctor, debido a la moralidad de este, lo considera bastante "molesto".
Poder: Control del hielo.
Habilidades: Jardinería y contabilidad.
—Dios… espero que no lo hagan otra vez —murmuró Joaquín.
—Lo siento —se disculpó Susy, bajando la mirada—No pasa nada. Muy bien, vámonos.
Salieron al pasillo sin decir más, caminando en silencio. El eco de sus pasos llenaba el aire tenso mientras cruzaban la puerta principal del edificio. Al llegar afuera, el aire fresco los envolvió y la vista de un coche negro estacionado frente a la entrada los detuvo.
La ventanilla del conductor bajó con un zumbido eléctrico. Joaquín y el dúo se detuvieron frente del coche.
—Hola, Joaquín —saludó la conductora al bajar la ventanilla.
—¿Alicia?
—Sara me envió por vos... digo, por ustedes.
—Bien, vamos.
Joaquín se adelantó y abrió la puerta del acompañante para Ruth, en un gesto caballeresco. Pero ella lo ignoró y prefirió abrir la puerta trasera para sentarse sola en el fondo.
Cuando Joaquín iba a acomodarse en el asiento delantero junto a Alicia, esta, con una sonrisa sutil y cierta picardía, le cerró la puerta justo antes de que pudiera entrar.
—¿Qué pasa? —protestó él, confundido.
—Es preferible que vayas atrás.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Solo hacelo.
Joaquín frunció el ceño y miró a Moneda.
—¿Dónde te vas a sentar?
El chico miró hacia el asiento trasero, donde Ruth lo observaba con una intensidad incómoda.
—Adelante —respondió sin dudar.
Joaquín soltó una mueca resignada y entró al auto por la puerta trasera, sentándose junto a Ruth.