Candado (la Forma de la Luz) Episodio 3

RESPONSABILIDAD

Clementina había sido destruida por alguien. A pesar de las órdenes de Candado, no se había encontrado nada. El tiempo había pasado, y el silencio reinaba entre ellos. Sólo quedaba la pregunta interna que quemaba en la mente de todos: ¿Cómo pudo haber sucedido algo así?

Frente a ellos yacían los restos de Clementina, o lo poco que quedaba de ella. En su mano todavía se aferraba su memoria. Todo había sido grabado. Candado observaba los videos a través de una laptop.

Cuatro personas, vestidas de negro y con el emblema de un águila en el pecho, habían sido captadas por las cámaras. Se podían distinguir sus rostros, incluso sus voces. Los gritos desesperados de Hammya resonaban en la grabación, y el sarcasmo de Clementina, burlándose de ellos hasta el último momento, calaba hondo.

—Se metieron con la gente equivocada —fueron las últimas palabras que pronunció ella.

La transmisión se detuvo.

—Agentes —dijo Lucas en voz baja.

La habitación se cargó de una tensión espesa, como si el aire se hubiera enrarecido por la rabia contenida.

—¿Qué haremos? —preguntó Héctor, con el ceño fruncido.

Candado no respondió. Se apartó del computador portátil y caminó hacia el teléfono. Marcó un número y esperó.

—Hola, soy yo. Necesito que vengas.

Colgó sin esperar respuesta.

—Héctor, notifica a los semáforos.

—Entendido.

—Walsh, informa a la O.M.G.A.B. Los agentes atacaron a un gremio.

—De inmediato.

—El resto, sigan buscando... pero esta vez, fuera del área del pueblo.

—Sí, señor.

Candado se quedó solo. Su rostro mostraba una tensión inquebrantable. Quería llorar, pero no podía. No... no debía hacerlo. En momentos como ese, tenía que mantenerse fuerte. Hammya estaba desaparecida, y apenas había pasado una hora desde lo ocurrido. Era crucial encontrarla cuanto antes.

Dio un paso a la izquierda y pisó algo. Bajó la vista y vio el broche de rosa violeta de Hammya. Lo recogió y lo contempló con atención.

—Esmeralda… —susurró, con una tristeza suave en la voz.

El tiempo pasó, y Nelson fue el primero en llegar. Desde el umbral, sintió que algo no andaba bien. Su intuición no falló: el cuerpo de Clementina yacía destrozado frente a él.

—Dijiste que tú la diseñaste —murmuró, sin apartar la vista del desastre.

—Así es —respondió Nelson.

—Quiero que la reconstruyas.

—Me temo que debo negarme.

—¿Hay algún motivo?

—Aunque lo hiciera, ya no sería la misma. Sería como Clementine.

—Bien. Si tú no lo harás, entonces lo haré yo.

—Nada garantiza que vuelva a ser quien era.

—¿Tienes los planos o no?

Nelson suspiró. Luego murmuró:

—Grivna.

Una pequeña figura salió de su bolsillo. Era un dispositivo con forma humanoide.

—A sus órdenes.

—Transfiere los planos de Clementina, Versión 02.

—Entendido.

Grivna saltó sobre la mesa, conectó su mano derecha a la laptop, y la transferencia comenzó.

—Archivo transferido.

—Ahí lo tienes —dijo Nelson.

—Gracias. Ahora puedes irte.

—No lo creo. Tienes problemas con los agentes.

—¿Y eso qué?

—Necesitas mi ayuda.

—No lo creo.

—Si los agentes están involucrados, entonces Greg también. Te lo advertí. Ha pagado sicarios y ha secuestrado niños. Esto me llevará hasta él.

—No soy nadie para impedírtelo… y ya tienes experiencia con esto. Así que, adelante.

—Dime algo, joven… ¿Qué hay de tus padres?

—No se los diré. Mamá está embarazada y mi padre poco y nada puede hacer. Es mejor que no lo sepan.

—Es tarde —dijo una voz femenina detrás de ellos.

Ambos se voltearon de golpe.

—¡¿Mamá?!

—Me enteré de todo por Tínbari —respondió Europa.

—Él...

—Yo lo obligué —intervino una voz más.

Amabaray y Tínbari se manifestaron junto a ella.

—Son madre e hijo —dijo ella, mirando a ambos—. Por ende, los dos son unos cabezotas.

—Lo siento —se disculpó Tínbari, dirigiéndose a Candado.

—Hammya está secuestrada… y Clementina, destruida —dijo Europa con el rostro abatido.

—Sí —afirmó Candado, con el corazón hecho trizas con su rostro serio.

—Otra vez… —murmuró Europa, conteniendo la furia que le ardía en el pecho.

Sus manos temblaban. Su rostro, normalmente sereno, estaba endurecido por la ira.

—Mamá, cálmate —pidió Candado, con tono sereno pero firme.

—¿Cómo quieres que me calme si han osado meterse con mis niños?

—Estás embarazada —le recordó él—. Y no solo podrías hacerle daño al bebé… también te haces daño a ti misma. Sé que tu pasado con los agentes fue… desagradable. Pero descuida, ella volverá a casa en menos de una semana.

Todos en la sala lo miraron con asombro.

—Como escucharon —repitió con convicción—, en menos de una semana volverá a casa, sana y salva.

—Entonces, si es así, colaboraré —cedió Europa tras un silencio tenso.

—Bien, pero desde lejos —añadió Candado con suavidad.

—Te preocupas demasiado…

—Lamento interrumpir —dijo Lucas, con rostro grave—, pero lamentablemente no sabemos dónde pueden estar.

Candado guardó silencio. Entonces, como si un balde de agua helada se derramara sobre su cabeza, la idea le golpeó con fuerza.

—Tenemos un prisionero en Kanghar —dijo con rapidez.

—Eso es… extraño —respondió Nelson, frunciendo el ceño.

—Lo sé, anciano. Pero es una gran pista. Él podría decirnos dónde está.

—¿Y si se niega a hablar?

—Kanghar siempre hace hablar a los prisioneros… con las cuevas.

—Es un método bastante inhumano, si me preguntas —opinó Héctor.

—Necesitamos una sombra en la luz —respondió Candado con voz baja—. Ese es nuestro lema.

—Candado…

—Tranquila, mamá —la abrazó con fuerza—. Me aseguraré de traerla de vuelta.

—¿Y Clementina?

—No hay nada que yo no pueda reparar.

—Por favor… ten mucho cuidado.

—Lo tendré —dijo él, antes de marcharse.



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En el texto hay: romance, fantasía drama, fantasa drama

Editado: 06.12.2025

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