Candado (la Forma de la Luz) Episodio 3

ALIVIO

Sí, ese Chronos. Uno de los fundadores de los Circuitos, estaba allí, justo frente a ella. Con un bastón en una mano y una bolsa de plástico negro en la otra.

—Debo decir que estoy decepcionado —dijo con tono seco.

—Estabas en prisión…

—Hablemos de cosas más importantes. Tengo poco tiempo.

—¿Poco tiempo?

—Sí. Porque él está viniendo.

—¿Quién?

—La única persona a la que mi poder no afecta... Tu novio.

—¡…! ¿Candado está aquí?

—Así es. Vine a hacer un trato contigo. No pensé que el guion se saldría de control. No suelo involucrarme, pero es esencial que no mueras antes de tiempo.

Chronos sacó un libro de la bolsa.

—¿Eso es…?

—Oh, sí. El regalo que no aceptaste.

—Dije que no lo quiero.

—Espera. Al menos escucha lo que tengo para decirte.

—…Bien.

Chronos esbozó una leve sonrisa.

—¿Quieres salvarla?

Hammya giró el rostro hacia él.

—¿Puedo hacerlo?

—Claro. Sólo tienes que aceptar el libro.

Sacó el mismo volumen que le había mostrado en prisión.

—Sólo tienes que tomarlo.

Hammya dudó. Dio un paso hacia Chronos.

—¿Va a cambiar algo?

—Sólo si tú quieres que haya un cambio.

—Eso no responde con precisión a lo que pregunté.

—Señorita Saillim, por favor —sonrió él.

Hammya cerró los ojos un instante. Vacilaba. Su corazón quería tomarlo, pero su razón no lo permitía… hasta que recordó lo que le había pasado a Dimitra. Entonces:

—Sí. Acepto.

Tomó el libro. Pero nada ocurrió.

—Eh… ¿Tiene que pasar algo más?

Chronos sonrió otra vez.

—Dale tiempo.

Entonces soltó el libro.

—¿Qué…?

El libro comenzó a brillar, y los ojos de Hammya también. Luego, las páginas se abrieron solas. Una a una, las palabras escritas comenzaron a desprenderse, siendo absorbidas por las manos y la piel de Hammya. Las hojas se quemaban lentamente a medida que las letras las abandonaban. En menos de un minuto, no quedaba más que ceniza.

Hammya se arrodilló y cerró los ojos.

—El trato se ha cumplido —anunció Chronos con solemnidad.

Chasqueó los dedos.

Y el tiempo retrocedió unos minutos.

Pasillos

Candado corría por un pasillo oscuro. A su alrededor, las personas que se habían quedado congeladas empezaban a moverse otra vez.

—¿¡Qué rayos está sucediendo!?

De pronto, se arrodilló, tomándose la cabeza.

—¡AHHHHHHHHHHHHH!

Un dolor punzante le atravesó la mente, como si algo estuviera a punto de salir desde dentro.

—¡Fluctuación! —gruñó entre dientes.

Se levantó de golpe.

—Alguien… alguien ha alterado el tiempo. Esto es obra de Chronos.

Y siguió corriendo.

Sótano

Hammya se puso de pie. Abrió los ojos y miró a Chronos con firmeza.

—Gracias por cumplir tu palabra.

—Te lo dije. Tenemos los mismos objetivos.

Ella extendió su mano izquierda.

—Gracias por la ayuda.

Chronos la estrechó.

—No hay de qué —respondió con seriedad—. Ahora date prisa. El tiempo volverá a fluir.

Hammya asintió con una sonrisa, fue hasta donde estaba Sid, tomó su arma y vació el cargador en el pie del guardia. Luego, lo guardó en la funda. Del segundo guardia, solo necesitó un puñetazo directo en los testículos. Después, destruyó su cuchillo con un golpe certero.

Chronos observaba todo con una leve sonrisa en el rostro.

—Debo irme.

Hammya volvió a colocarse en la misma posición que tenía antes de la pausa temporal. Luego, levantó el pulgar.

—Por cierto —dijo Chronos con una sonrisa, señalando la puerta de hierro al fondo—, llegará un aliado por esa puerta, así que no le hagas daño.

—…Bien —respondió Hammya con desconfianza.

Chronos sonrió nuevamente antes de desvanecerse. Entonces, el tiempo volvió a fluir.

Sid y el guardia cayeron de rodillas, retorciéndose de dolor.

—¡AHHHHHHHHHHHH! ¡MIERDA!

Hammya fingió dificultad al levantarse. Sus ojos brillaron brevemente con un fulgor extraño.

—No —susurró para sí misma—. Aún no es el momento.

Se acercó a Dimitra y la colocó detrás de ella, protegiéndola.

Sid, lleno de rabia, apuntó su arma hacia la niña, pero ningún disparo salió. La pistola estaba vacía.

—Maldito demonio...

De pronto un estruendo se escuchó a sus espaldas.

La puerta de hierro tembló con un segundo estruendo. Sid y el guardia giraron hacia el sonido justo cuando la pesada estructura se doblaba como papel. Un hombre cruzó el umbral cargando un hacha, enfundado en un traje ignífugo.

—Más compañía, ¿eh? —sonrió Sid.

Era Red.

—¿Este es el aliado? —susurró Hammya, aún sorprendida.

Red caminó con calma hacia Sid. Armó su arma y lo apuntó.

—No te muevas.

Sid se quedó inmóvil. Hammya vio una oportunidad de atacar, pero alguien más se le adelantó.

Desde las sombras emergió un niño con boina. De un certero golpe en la muñeca, desarmó a Sid. Este apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de recibir un golpe con el mango de un facón en la cara.

—Claro que no —dijo el niño con frialdad.

Lo tomó de la muñeca y lo arrojó sin esfuerzo hacia Red.

Red lo recibió con gusto y colocó su bota sobre su cuello.

—A... alto, por favor...

Red no dijo nada. Aplicó todo su peso y fuerza.

—Alto, no lo mates, irá directo a las cuevas —ordenó Candado.

Red se detuvo, en su lugar le fracturó el brazo derecho. Provocando que Sid soltara un agónico dolor.

Candado se acercó al guardia que fingía estar muerto y lo miró con desprecio.

—Abre los ojos, cobarde, o te arrancaré la piel.

El guardia, aterrorizado, abrió los ojos.

—¡Por favor, no me mates!

—¿Yo? —dijo Candado, con una sonrisa torcida—. Obvio que no. Pero ella tal vez sí lo haga.

De entre las sombras apareció Clementine.

—¿Cuándo te enteraste?

—Cuando me escapé del auto...Ahora, todo tuyo —dijo Candado, alejándose.



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En el texto hay: romance, fantasía drama, fantasa drama

Editado: 06.12.2025

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