Candado (la Sangre Violeta) Episodio 2

NEFOFOBIA

Era domingo, para ser más precisos, el 1 de julio del año 2013, lo que significaba que las vacaciones de invierno estaban a la vuelta de la esquina. Ese día, Candado estaba sentado bajo un árbol, tomando mate y leyendo el libro de Arturo Jauretche, el mismo que Hammya le había regalado. Sobre él se extendía un hermoso cielo celeste, salpicado de algunas nubes. Candado estaba relajado, sintiendo el viento frío del invierno en las pocas partes de su cuerpo que estaban ligeramente abrigadas. Su pañuelo blanco, atado al cuello, ondeaba de un lado a otro con la brisa suave y tranquila. En su regazo, dormía Yara, bien abrigada con una chaqueta de cuero negro, botas blancas también de cuero, y sin gorro, aunque con una bufanda alrededor de su pequeño cuello. Estaba acurrucada en su regazo como si fuera un cachorro.

Sentado ahí, Candado se sentía en paz, aunque su rostro seguía mostrando esa expresión fría e inexpresiva mientras leía atentamente aquel libro, un verdadero tesoro para cualquiera que hubiera oído hablar de ese autor. Con su mano izquierda sostenía el libro, mientras que con la derecha acariciaba la cabeza de Yara, a quien le cantaba una suave melodía de cuna, la misma que utilizaba para hacer dormir a su hermana.

Curiosamente, el lugar donde descansaba no era habitual para él. Normalmente iba a un prado, a la plaza o, la mayoría de las veces, se quedaba en casa. Sin embargo, esta vez había elegido una zona muy alejada del pueblo. La razón era que Candado quería explorar nuevos lugares donde relajarse, un pasatiempo que había adquirido recientemente, después de que sus padres comenzaran a pasar más tiempo con él, lo que provocó un cambio en su rutina y personalidad de la noche a la mañana. Aunque seguía siendo un cascarrabias, se notaba una leve mejoría en su corazón cerrado y triste. Aquel día en particular, sus padres llegarían tarde a casa, ya que estaban ajustando sus horarios para poder pasar más tiempo con él.

Mucho había sucedido en los últimos cuatro meses, mereciendo un breve resumen. En marzo, conoció a Hammya, una niña que a veces era tímida y otras veces terca y molesta (según Candado), pero con un gran corazón y determinación que se ganó el respeto del chico. Después conoció a Nelson Torres, un viejo excéntrico con un gran afecto por las armas de fuego, a quien Candado veía como un segundo abuelo. Sin embargo, nunca volvió a ver al equipo de Nelson después de que le contaran la historia de Cotorium. Luego conoció a los hermanos Bailak. Kevin, una persona que tendía a ponerse violento y a convertir lo absurdo en algo lógico, aunque su actitud alegre y sobreprotectora captaron la atención de Candado. Martina, la hermana de Kevin, siempre estaba a la sombra de su hermano. A pesar de sentirse acomplejada por su baja estatura, ya que incluso Hammya la sobrepasaba, era alguien a quien las críticas sobre su altura le entraban por un oído y le salían por el otro. Candado la consideraba peligrosa en combate, más que necesitar un protector, ella necesitaba controlar su ira. También estaban los Pojkar, como Candado los había bautizado: Gerald, Rosío y Andersson, sus mejores amigos. Por último, la familia Fernández, que solía visitarlo hasta hace poco. Verónica jugaba con Yara y Thomas, mientras que Candado enseñaba a Carolina a pelear. Los padres de los Fernández pasaban el tiempo conversando con los padres de Candado, quienes les contaban cómo su hijo les había ayudado. Esto llevó a los Fernández a investigar la vida de Candado durante los últimos tres años, pero gracias a las elaboradas mentiras de Erika, ensayadas para todos excepto para Candado, la verdad solo se contó a medias.

En los meses siguientes, hubo incontables pérdidas de vidas en Buenos Aires y en los semáforos de Resistencia. Cada viernes, Candado visitaba las tumbas de los caídos de la agencia tricolor. También tuvo desagradables encuentros con Desza y sus lacayos. Fiel a su naturaleza colérica, Candado nunca olvidaba, lo que lo llevó a muchos ataques de ira con desastrosos finales. Su enfermedad o veneno seguía carcomiéndolo; ya no solo tosía sangre, sino que había empezado a vomitarla, por lo que Clementina y Hammya trataban de mantenerlo calmado en todo momento. Por eso Candado había comenzado este nuevo hobby, para relajarse un poco de todo.

Mientras leía su libro, por segunda vez, un escalofrío recorrió su columna. Algo no estaba bien. Levantó la vista y miró hacia su derecha, donde había una carretera. Justo en ese momento un colectivo se detuvo allí. Candado llevó el mate a su boca mientras observaba fijamente. Vio los pies de alguien bajando del colectivo, la puerta mecánica se cerró, y el vehículo siguió su camino, dejando a la vista a una chica con una maleta. Candado hizo un leve gesto con los ojos, bajó el mate y siguió leyendo. No le había llamado la atención, ni un poco.

Aquella chica vestía de forma peculiar. Llevaba una armadura gris brillante que cubría su torso, guantes negros, una gran falda azul que llegaba hasta sus tobillos, y botas del mismo material que su armadura. Tenía el cabello largo y atado, y se podía notar una espada en su espalda. Miró a su alrededor y vio a Candado. Tomó su maleta y se dirigió hacia él. A cada paso, el rechinido de su armadura se escuchaba claramente. Cruzó la calle y se detuvo a unos centímetros de él.

—Disculpe.

Candado bajó su libro y la miró.

—Dígame.

—Estoy buscando a Candado Ernest Barret. ¿Lo conoce?

—¿Para qué lo quiere saber?

—Quiero eliminarlo.

—Guau, ¿puedo preguntar por qué?

—¿No lo sabes? Candado posee una información que otorga a cualquiera que la lea un poder increíble. Quiero obtenerla para hacerme más fuerte.



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En el texto hay: fantasia, romance, fantasa y magia

Editado: 07.07.2025

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