Candado (la Sangre Violeta) Episodio 2

DILEMA

Era una mañana lluviosa de viernes, 13 de julio. Candado estaba en su gremio, sentado en una silla, leyendo el diario El Ocaso. No había más que malas noticias: Chile había perdido dos gremios la noche anterior en un incendio misterioso. Paraguay reportaba cinco gremialistas desaparecidos, mientras las familias reclamaban a Raúl por la búsqueda. Argentina había sufrido atentados contra los semáforos en Mendoza, Catamarca, Corrientes y Santa Cruz. En Brasil, Antonio Da Silva, el reconocido y famoso gremialista, fue encontrado muerto en la azotea de una escuela en Brasilia.

Candado nunca antes había visto noticias como esas, pero su rostro no mostraba exaltación ni impresión. Se mantenía sereno, aunque, en su interior, estaba preocupado. Recordaba lo que Tínbari le había dicho tres días atrás.

Hace tres días.

—Relájate, solo vine a decirte algo —dijo Tínbari.

—¿Algo? —preguntó Candado, mientras tomaba un libro y le quitaba el polvo.

—Sí, es... muy grave.

Candado entendió la seriedad de la situación y dejó el libro sobre la mesa.

—Ya veo. Supongo que es algo bastante importante, ¿verdad?

—Puedes llamarlo como quieras.

—Bien —Candado chasqueó los dedos de su mano izquierda, y una silla se acercó a él, donde se sentó—. Supongo que será largo.

—Encontré a mis hermanos.

—Oh, los Bari. ¿Y?

—Cinco de ellos viven en esta provincia.

—Ya conozco a uno, creo que se llama Slonbari.

—Pero no es el único. Te dije que son cinco, y no he podido contactarlos. No me dejan, excepto uno: Arrábari, el padre de los árboles. Me contó algo sobre Pullbarey.

—¿Y qué cosa?

—Sabemos cómo es Pullbarey.

Los ojos de Candado se iluminaron.

—¿Cómo es? Sé que poseyó a un humano, pero no conozco su apariencia.

—Tiene el aspecto de un niño de tu edad, lleva una máscara y siempre está acompañado por un anciano bien vestido.

—Todo esto es interesante, pero no veo cuál es la gravedad del asunto.

—Durante el último encuentro con Desza, todos los Bari que estuvieron presentes te vieron. Muchos de ellos te odian; detestan saber que la sangre del poderoso Keplant corre por el cuerpo de un humano. La sangre violeta es muy sagrada para los cotorianos.

—¿Sangre violeta?

—Se dice que cuando Keplant desapareció, entregó su corazón a su hijo, Roobóleo, quien lo escondió en una runa que tomó un color violeta. El agua, la tierra, las plantas, los árboles y los animales... toda la vida silvestre, excepto la mayoría de sus habitantes, es de ese color.

Candado se miró la mano.

—Ya veo —luego la envolvió con sus llamas—. Sangre violeta. Desza me dio un machetazo, pero la sangre que fluyó de mis heridas ese día fue roja.

—Se le llama sangre violeta al fluido de la magia. En tu caso, es tu segalma (segunda alma).

—¿Qué intentarán hacerme?

—Matarte. Arrábari me advirtió que cinco Bari vendrán por ti. Lo siento, Candado, pero tu idea de pasar desapercibido ante mis hermanos ya no es una opción.

Presente

Candado sintió una mano en su hombro, pero no se movió. Solo siguió leyendo el diario.

—¿Estás bien?

—¿Aparento estar mal?

—No.

—Entonces ahí tienes tu respuesta.

—Oh, bueno... —Hammya lo rodeó y se sentó frente a él.

Candado seguía leyendo atentamente mientras Hammya lo observaba fijamente. Eran las 8:11 de la mañana del viernes y no había nadie más en el gremio. Candado se había levantado temprano para recoger el diario y leerlo (aunque era probable que no hubiera dormido nada). Hammya se había encontrado con él en el camino. En un principio, Candado quería ir solo a la cabaña, pero Hammya insistió y lo siguió hasta allí.

—Candado —interrumpió Hammya.

—Eme.

—Has cambiado mucho.

Candado levantó la vista y luego la bajo.

—¿Tú crees que he cambiado? —preguntó Candado, sin apartar la vista del diario.

—Sí —respondió Hammya—. Los primeros meses que estuve en tu casa, eras muy severo. No querías que nadie entrara a tu habitación.

—No. No quería que tú entraras a mi habitación —corrigió él, finalmente bajando el periódico y mirándola con seriedad—. Y sigo pensando lo mismo. Solo que me cansé de repetírtelo. Que estés ahí no significa que me agrade.

—Oh, bueno —dijo ella, sonriendo con un toque de picardía, y continuó—. También has cambiado la forma en la que me tratas. Ahora eres más caballeroso.

Candado suspiró, apoyando el periódico sobre sus piernas.

—Es una forma de agradecértelo por haber hecho que mis padres volvieran a mi lado —su mirada se perdió en el techo mientras sonreía—. Ayer estuve jugando fútbol con mi papá hasta las dos de la mañana. ¿Cuándo fue la última vez que hicimos eso? —su voz sonaba nostálgica.



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En el texto hay: fantasia, romance, fantasa y magia

Editado: 07.07.2025

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