Candado (la Sangre Violeta) Episodio 2

ESE NO SOS VOS

Pasadas las dos de la madrugada, todos habían vuelto ya a sus casas por orden de Tínbari, quien aseguraba que no había nada de qué preocuparse. Aunque pocos creyeron en su palabra, algo de razón tenía: no podían hacer nada en ese momento, y quedarse allí solo habría servido para preocupar aún más a sus familias. Así que, sin otra opción, aceptaron la orden sin protestar.

Candado no despertó hasta la noche siguiente, a las once en punto. Al abrir los ojos, vio su habitación iluminada por la luz de la luna llena y escuchó el canto de los grillos en la quietud de la noche. Intentó recordar lo ocurrido, pero su memoria estaba nublada. Al tratar de moverse, se dio cuenta de que algo lo abrazaba; giró con cuidado y encontró a su madre, profundamente dormida a su lado. Tenía los párpados hinchados, señal de que se había refregado las lágrimas muchas veces. Aun en su descanso, las mejillas de su madre seguían húmedas, y de sus ojos cerrados brotaban lágrimas silenciosas.

—¿Qué me pasó? —susurró Candado, angustiado.

—Ya veo... no lo recuerdas —respondió una voz familiar.

—¿Tínbari? Oigo tu voz, pero no te veo.

—Estoy dentro de ti.

Candado se dio una palmada en el pecho, incómodo.

—Siento esto como una violación.

Tínbari dejó escapar una risita.

—Veo que sigues siendo el mismo. Escúchame, Candado: cuando uno de tus ojos se volvió completamente negro, noté que se acercaba tu fin. Ahora está normal, pero lo que hago no detendrá el...conjuro.

—Ya veo...

—Lo siento, Candado. Debido a los eventos recientes, tu madre, tu padre y todos los demás ya saben que padeces la misma "enfermedad" —hizo una pausa—, el mismo que mató a Gabriela.

Candado llevó una mano a la frente.

—No puede ser —dijo con preocupación.

—Estaré temporalmente desconectado por esta noche. Tu espíritu se volvió tan débil que permitió escapar a Odadnac.

—¿Qué hace en estos momentos?

—Está encerrado; no podrá molestarte por ahora. Tu ojo ha vuelto a la normalidad porque le corté cualquier contacto con tus guardianes. Mente, Corazón, Pulmón y Alma han estado ayudándome.

—Nunca imaginé que habría una guerra civil dentro de mí.

—Por ahora descansa, todo está bajo control.

Candado soltó un suspiro y miró a su madre.

—Lo haré.

—Bien, con eso dicho, nos vemos.

—Ya... Cuídate, y suerte.

En el interior de Candado, en una dimensión oculta, estaba Tínbari. El lugar donde se encontraba parecía una habitación con una lámpara que iluminaba solo un pequeño círculo a su alrededor. En las sombras, otras cuatro figuras permanecían a su lado, pero la luz apenas revelaba sus piernas. Una vestía de verde, otra de rojo, otra de blanco y la última de celeste.

—¿Qué dijo? —preguntó la figura de pantalones rojos desde la oscuridad.

—Dijo que descansaría —respondió Tínbari. Luego giró la cabeza para mirar a Odadnac, encadenado de pies y manos a una roca.

—Ahora dime, ¿qué debería hacer contigo?

Odadnac levantó la cabeza.

—Son todos unos buenos para nada. Este cuerpo colapsará sin mi ayuda.

—No necesitamos tu ayuda —replicó la figura de pantalones celestes.

—Están engañados... ¿Sus memorias fueron bloqueadas para protegerse, o son demasiado débiles para enfrentar la realidad? Me da asco ser parte de él... y de ustedes.

Tínbari chasqueó los dedos. Enseguida, cada uno de los guardianes tomó una de las cadenas y comenzaron a estirarlas con todas sus fuerzas, desmembrando lentamente a Odadnac. A pesar de su evidente dolor, no emitió ningún grito, aunque el sufrimiento se reflejaba en su rostro.

—Te lo advierto, Ira u odio, como sea que te identifiques, no vuelvas a entrometerte. Debiste aceptar la condena de Candado.

Odadnac sonrió con desafío.

—No entiendes... Su eclipse ha terminado. Ya no hay nada de él que tenga que ocultar, ni siquiera a mí. No puedes matarme; si él no pudo, menos podrán ustedes. Y cuando estas cadenas se rompan, desearán no haber presenciado ese momento. Mi fuerza no proviene de este cuerpo, sino del exterior. Todo lo que vea, todo lo que sienta o escuche será mi alimento.

—Eres muy pesado... y soberbio. Pero si Candado lo quiso así, así será. Después de todo, tengo una promesa con Gabriela.

—Sos un canalla...

—Tal vez, ante tus ojos. —Tínbari giró sobre sus talones y ordenó—: ¡Jaula!

Las cuatro figuras extendieron sus manos, y unos barrotes de lava emergieron del suelo, rodeando a Odadnac y a Tínbari antes de solidificarse en una prisión de piedra volcánica.

—Esta jaula está hecha con mi material —dijo Tínbari, señalando el techo.

—¿Y eso qué? —bufó Odadnac, despectivo.

—Significa que no podrás romperla. Solo alguien del exterior podría destruirla... y ese soy yo.



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En el texto hay: fantasia, romance, fantasa y magia

Editado: 07.07.2025

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