Candado (la Sangre Violeta) Episodio 2

BAJO LA CIUDAD

Esa misma mañana, en el otro extremo de la provincia, Desza caminaba por las calles de la gran ciudad de Buenos Aires, como un ciudadano más.

—Esto apesta. No importa dónde vaya, siempre oleré el pecado —murmuró Desza, con voz grave.

Sin embargo, ese día no estaba de humor para masacrar a esas personas. De hecho, su rostro, normalmente impasible, había adoptado una expresión fría y desinteresada. La razón era obvia: tenía que reunirse con alguien a quien preferiría ver muerto en vez de charlar. Pero no podía desobedecer a Pullbarey. Si quería conseguir su objetivo, debía morderse la lengua y tragarse sus ganas de descuartizar a Johan Martines.

El encuentro no era nada acogedor. De hecho, lo que Johan había asegurado, bajo las estrictas condiciones del contrato, le garantizaba una reunión sin violencia. En letras grandes, destacaba una cláusula: ¡NO AGRESIÓN! Básicamente, eso era lo que Desza tuvo que soportar al momento de firmar. El lugar de la cita también era peculiar; una zona bastante transitada, y con ello quiero decir, el metro. Había un vagón en el que podrían hablar sin molestias. De hecho, para llegar hasta allí, Desza debía atravesar un túnel y encontrarse con Johan.

Pero justo cuando se disponía a saltar a la vía, un policía lo detuvo. Pobre alma desgraciada. Desza clavó su machete en su pecho y le tapó la boca, dejando que se ahogara en su propia sangre, mientras la muerte le llegaba lenta y dolorosa. Tras este acto, Desza sonrió, cargó el cadáver y lo escondió en el túnel, tirándolo a un lado de la vía, donde la oscuridad lo engulló.

—Me siento mejor —suspiró Desza.

Se sacudió las manos y, al fin, divisó el vagón en el que debía subir.

Sin embargo, su satisfacción desapareció en cuanto vio a Johan dentro del vagón. Con una mueca en el rostro, Desza no tuvo más opción que dirigirse hacia él.

Abrió la puerta con su machete y entró.

—Hola, Desza —saludó Johan.

—Hola, Johan —respondió Desza, con una calma tensa.

—Me alegra que hayas aceptado mi invitación.

—Créeme, si Pullbarey no te necesitara, ya te habría matado —respondió Desza, sin ocultar su desprecio.

—No me hagas reír, Harry. No eres tan poderoso —respondió Johan, con una sonrisa arrogante.

Desza se sentó en una silla cercana mientras Johan se recostaba contra la pared, manteniéndose en la sombra.

—Yo tenía razón —dijo Johan, con tono soberbio.

—¿En qué? —preguntó Desza, algo vacilante.

—Veo... eres tan genial, tan puro, tan elocuente, que eres humilde ante mí. Pero ambos sabemos que no eres más que un caído de los laureles.

Desza deslizó lentamente su mano hacia el mango de su machete. Johan, con el rabillo del ojo, notó el movimiento.

—Puedes hacerlo —continuó Johan, desafiándolo—. Cinco años, Desza, cinco años. Nos conocemos desde hace tanto. Escalaste lentamente, muchos decían que Desza, el Protector, sería el reemplazo de Candado en el candidato... Ja, pero todo cambió con el incidente de Italia.

—No vine a hablar del pasado, maldito corredor —respondió Desza, con desdén.

—¿Corredor? ¿Es así como me llaman ahora? Vamos, pibe.

—Que te quede claro, aunque haya abandonado los gremios, no significa que haya abandonado mi odio hacia ti.

—Lo sé. Ahora, siento mucho entretenerte. ¿Qué necesitas de mí?

—Pullbarey necesita tu ayuda para algo importante.

—¿Luchar contra el gremio? Soy un mercenario, acepto todo, pero si sus acciones son lo suficientemente graves como para llevar este armonioso mundo a la guerra, entonces el precio será bastante alto.

—El dinero no es un problema.

—Acepto. La última vez, no pensé que ese tal Jorge...

—Jørgen —corrigió Desza.

—Bueno, ese, nunca pensé que dos días después tendría una oferta de trabajo. Matar a Nicolás Cabaña... Debo decir que, por culpa de ese esclavo, casi pierdo la vida. Nunca imaginé tal brutalidad.

—Maldigo a ese negro por no haberte matado —gruñó Desza.

—Hablemos de eso luego. ¿Qué puede hacer un humilde servidor?

—Candado está muriendo lentamente, pero, según lo que me dijo Pullbarey, hay una posibilidad bastante alta de que Candado pueda curarse de ese conjuro.

—¿Así?

—Claro. Seguramente conocerás el mundo de los arcángeles.

Johan borró su expresión de arrogancia.

—¿En serio?

—Es la frontera entre nuestro mundo y el de los arcángeles. No hay nada allí más que un campo de flores y un molesto cielo despejado.

—Sin embargo, sobreviviste.

—No es algo de lo que deba estar orgulloso.

—Me corrijo, naciste allí, eras llamado el arcángel Johan.

—Mercenario Johan. Si hay algo que odio, son los arcángeles.

Desza sonrió, planeaba molestarlo un poco más, pero se detuvo. Sabía que no valía la pena para su propósito. Si Johan había dejado de ser un arcángel, debió haber una razón de peso.



#1875 en Fantasía
#331 en Magia

En el texto hay: fantasia, romance, fantasa y magia

Editado: 07.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.