Canicas

Capítulo único

Cada vez que iba a la casa de su padre para quedarse el fin de semana, le daba miedo, más si se quedaba sola. Siempre tenía esa sensación, no importando el que. Siempre sentía que algo estaba mal en ese sitio, y aunque nadie le hacía caso por ser una niña en ese momento, les decía que veía una sombra que la asustaba para que no regresará a ese lugar. Después cuando llego a su adolescencia, pararon un poco las cosas, más específicamente, esa sombra pequeña.

Ese fin de semana, tenía que quedarse a dormir nuevamente en la casa de su padre, como muchas otras veces. Lo malo de tener padres divorciados, los cuales tienen que compartir su custodia. Pero bueno, solo esperaba que esos días fueran tranquilos y que no escuchara ningún sonido de canicas en el techo. Esos sonidos la han molestado, y su padre también los ha escuchado, lo sabe bien porque este le dice que no son nada y que los ignore.

Pero ella no puede hacer como si nada, menos sabiendo que algunas cuantas veces, lo ha visto asomarse a su habitación cuando los ruidos se hacen presentes. Claramente ella se hacía la dormida para que no le dijera nada, ya que le tiene un poco de miedo a su padre, y después de aquello, siempre lo escuchaba alejarse. Lo raro de la situación, es que los sonidos paraban después de unas pisadas.

(...)

De nuevo esos sonidos de canicas la despertaron, sonaban justamente por encima de la habitación en donde duerme. Suspiró, se dio vuelta para quedar de espaldas contra la puerta, sabe que su padre mirara en cualquier momento ese lugar, por lo cual va a fingir nuevamente estar dormida.

No quiere pensar mal de su padre, pero esa situación ha pasado año tras año. El terror que siente por aquello, es tan fuerte que fue incapaz de decírselo a su madre.

Escuchó el crujir de la puerta abriendose. Le escucha preguntar si estaba despierta. No dijo absolutamente nada, claramente. Escuchó como la puerta se cerraba y como los pasos se alejaban. Momentos después, pararon el ruido de las canicas.

Finalmente pudo suspirar. Se sentía aliviada de ya no escuchar nada, pero aún con el miedo, quiere saber el por qué su padre, cada vez que se escuchaban los ruidos, abría la puerta de su habitación. No quiere pensar mal de él ni tener miedo, pero lo que hace, ya la tiene agobiada. Tantos años de la misma manera, la tiene alterada.

¿Y si uno de esos días, va el ático para saber por que ocurren esos ruidos? Así no le preguntará nada a su padre, y por consecuencia, este no se enojara por una pregunta tan simple.

Ella no quiere pensar mal de su padre. Solo necesita que lo que esta pasando desde hace años, pare finalmente.

(...)

Pasaron las semanas, dormirá nuevamente en la casa de su padre. Ese día, estará sola por un rato, ya que su padre ira a comprar algunas cosas que le faltan, y como ella no quiso ir por "sentirse mal del estómago", el mayor se fue solo. Esperaba que no se notará que se había comportado de forma rara, menos sobre su mentira del dolor de estómago. Ya había visto enojado a su padre cuando algún equipo de fútbol perdía los partidos, y no quería recibir eso.

Espero unos minutos antes de ver por la ventana y asegurarse de que su padre ya se había ido, después de eso, subió al segundo piso hasta llegar a la puerta del ático. Necesitaba el gancho para bajar la trampilla, así que lo empezó a buscar. Le costó encontrarlo, ya que en vez de estar en el armario del pasillo, estaba en la habitación de su padre, la cual es la única habitación que tiene baño y que extrañamente se encuentra demasiado limpia.

Abre la trampilla, tirando de la cuerda hacia abajo gracias al gancho, y por consecuencia, la escalera baja, pero raramente, el golpe fue leve, como si el lugar en donde se golpeaba la escalera, se amortiguara. Eso la desconcerto y le vino un pequeño escalofrío, pero ya no hay vuelta atrás.

Subió lentamente, y al estar arriba, quedó primeramente arrodillada antes de poder ponerse de pie, no veía nada, así que, tocando el aire, encontró el interruptor de la luz, la cual encendió enseguida. Ve alrededor, no encontrando nada raro de primeras hasta que su vista se dirigió a una parte que se encuentra tapada por una cortina.

Se acercó a ese lugar para agarrar la cortina y moverla hacia un lado, se quedó pasmada ante lo que veía, una chica que parecía solo unos años mayor a ella junto a un niño, los cuales se encuentran atados de sus tobillos a un fierro que se encuentra en la pared. Podía observar que se encontraban completamente dormidos, o eso quería creer ella. Además, podía observar que al lado del niño se encuentran unas canicas, lo cual explicaba el ruido de las noches anteriores. Y un poco más alejado, veía unos pequeños huesos que parecían de humanos.

Avanzó hacia atrás a pasos torpes. Sentía la respiración pesada y que la garganta se le cerraba, haciendo que se quedara detenida a unos pasos de la salida. Las piernas las sentía temblar.

Sus oídos pitaban. No pensó bien en lo que hacía, y cuando se dio cuenta de la situación al salir de su trance, ya escuchaba pasos subir rápidamente hacia el ático. Sabía perfectamente que no tenía la mínima posibilidad de esconderse, y tampoco valía la pena.

Empezó a llorar y se dio vuelta lentamente, ya veía a su padre poniéndose de pie mientras agarraba con fuerza un bate, el cual él mismo se tuvo que traer. Lo veía bastante enojado, y el miedo en ella incrementa.

—Te hubieras mantenido en la ignorancia —le escuchó decir antes de recibir un fuerte golpe en la cabeza, el cual fue proporcionado por el bate.

Y después, solo quedaba la oscuridad.



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En el texto hay: terror, ruido, canicas

Editado: 04.06.2025

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