Harry estaba tan cansado que sus párpados se cerraban por mucho que luchara para mantenerlos abiertos. Habían pasado cuatro horas desde que todo acabó y ya había perdido la cuenta de cuantas llevaba despierto. Solo sabía que Draco estaba en cirugía (o el equivalente en el mundo mágico) desde hacía tres horas, treinta y cuatro minutos.
—Toma un café Harry —dijo Neville extendiendo un pequeño vaso blanco y humeante en su dirección.
Pocas veces en su vida le pasó de extrañar algo tan muggle en un tan lugar mágico, pero en ese momento, casi llora del alivio cuando el primer trago amargo y fuerte se asentó en su estómago enviando una descarga de energía por todo su sistema.
—Gracias —dijo con la boca pastosa y tibia— ¿De dónde lo sacaste? —preguntó dándose cuenta de que fue Neville, un mago de sangre pura, el que se lo ofreció.
—Hay una máquina por la allá. El cartel dice que es lo que los muggles usan para despertarse —se encogió los hombros dándole un trago cuidadoso al suyo, solo para escupirlo de golpe.
Sus labios temblaron intentado reírse pero no podía, no cuando Draco estaba... Ni siquiera podía responder eso. Solo sabía que respiraba y eso ya era un logro, por lo que dijo el medimago que los vio al llegar.
—Ponle azúcar Nev —dijo esforzándose por no recordar aquello, por no volver a perderse en la histeria— Y leche. —añadió al gesto desconfiado de su amigo.
—Esto es definitivamente un asco —sentenció— ¿Cómo pueden tomarlo por placer?
—No es necesariamente placer Nev, es necesidad. —susurró mirando la puerta cerrada frente a ellos.
—¿Cuánto tiempo llevamos esperando?
—Tres horas, cuarenta y... tres minutos. —respondió echando una rápida mirada al reloj en su muñeca.
—Eso sí que fue específico. —silbó
Nev lo miraba haciendo una mueca divertida cuando por el pasillo escuchó un repentino griterío que lo forzó a virar el rostro extrañado. Entre gritos y empujones una tropa de cabezas rojas, una castaña ondulada y un semigigante entraban. Volvió a mirar a su Neville y este le apretó el hombro con una cálida sonrisa.
—No te preocupes —lo tranquilizó— Yo te apoyo aquí. Ve y controlalos. Cuidaré de él hasta que puedas volver.
Harry no estaba seguro de que levantarse e irse fuera lo mejor, pero el griterío empezó a volverse alarmante y prefería que los medimagos que trabajan en Draco no se desconcentraran. Incluso su egocéntrico rubio le daría la razón.
—Gracias Nev —suspiró enderezandose, la rodilla le dolía horrores y sabía que tenía que ir a que se la revisen si aspiraba a no tener ninguna secuela, pero se negaba a separarse de Draco el tiempo suficiente— Gracias por cuidarlo en la batalla. —añadió con algo de vergüenza.
—No hay nada que agradecer Harry —lo disculpó su tirando definitivamente el café en el tacho cerca.
—Si, no tenías porque hacerlo. —agregó sintiendo un nudo trabarle la garganta. Era su responsabilidad, él debió estar ahí cuando Rosier empezó a lanzarle maldiciones— Tu.. Yo... Él... —las palabras no salían y por más que intentaba hablar el dolor lo cortaba cuando quería disculparse, agradecer o excusar a Draco.
En líneas generales era pésimo con sus sentimientos, si a eso le sumas todo lo que había pasado... Harry pedía mucho de sí.
—Sin dudas él nunca hizo nada para merecer que lo cuidaras. —dijo como pudo, obviamente perdiendo de vista el objetivo.
—Tu si lo has hecho por mi. —respondió el morocho mirándolo con afecto, impidiendo que Harry arruinara más las cosas— Y si tu lo... ¿quieres? —dijo con algo de duda— es porque no puede ser la mierda que siempre mostró.
—Y no lo es —aclaró rápido, desesperado por poder decir toda la verdad sobre Draco, cómo cambió, como todo ese tiempo estuvo fingiendo ser el que debía.
— Exacto. Bien —Miró por detrás de él y su rostro se arrugó— Te diría que vayas ya. Hay dos medimagos empujando a Hagrid.
Soltando un gruñido bajo, se giró rápidamente.
—Gracias —gritó sobre su hombro corriendo en dirección a la antesala de los quirófanos.
Cuando llego vio a Ron, Hermione, Ginny, Arthur, Charlie y Bill peleando con el medimago, mientras tanto, Hagrid, se quedaba quieto mirando como otros dos medimagos tiraban de sus mangas intentando sacarlo.
—¿Qué está pasa aquí? —Preguntó mirando con odio a los dos magos que tenían a Hagrid.
Los dos lo soltaron y retrocedieron asustados. Bien, ya se había esparcido el rumor de lo que pasó en Hogwarts. No se sentía cómodo o feliz, pero rara vez eso importaba y después de tanto había aprendido de Draco a sacarle provecho. Si no tenía forma de evitar que pensaran lo que pensaban de él, bien podía usarlo en su contra.
—Ellos... Son muchos. —Masculló el medimago más grande.
—Ya. Pueden decírselo y él sale. —le respondió molesto de ver que trataran a su amigo de aquella forma.
—Dijo que no —refunfuño el más joven
—Yo dije que después de verlo me iba —aclaró Hagrid mirándolo molesto.
—Harry —gritaron todos mirándolo repentinamente sorprendidos, como si recién se hubiera aparecido.
Los brazos de Hermione y los de Ginny lo envolvieron antes de que pudiera hacer algo y les sonrió como pudo palmeando sus espaldas algo sofocado.
—¿Qué pasó? —preguntó cómo pudo mirando a Ron.
—Nada, desapareciste. —le aclaró como si fuera la cosa más corriente rodando los ojos al drama que las dos montaban— Te buscamos por todos lados y Luna dijo que te vio irte con Neville para el hospital, lleno de sangre, para variar. —añadió su amigo que se acercó y lo abrazo cuando las chicas le dieron espacio— No deberías preocuparnos así —se quejó por lo bajo en su oído.