Cansado (fanfic Harco)

III

Pese a lo cansado que estaba, a lo mal que sentía y al entumecimiento que cubría su mente, Arthur no había faltado a su palabra y cuando los Medimagos le dijeron que podía pasar a ver a Draco Malfoy, entró y se sentó junto a la cama del chico.

 

Sabía que había muchas más cosas de las que debía estar encargándose, a las cuales darle tiempo y atención, pero de momento, tenía que permanecer allí. No solo porque le dio su palabra a Harry, Arthur necesitaba permanecer allí para sanar superficialmente sus heridas. Así como Draco, Arthur necesitaba descansar. Los Medimagos creían —por lo que así le comentaron— que Draco solo estaba descansando después de mucho tiempo y que lo mejor sería dejar que el chico se despertara solo. 

 

¿Como negarlo? Arthur lo miraba pensando en lo dura que había sido aquella guerra, el lo difícil que era atravesarla ahora que era un hombre adulto y con hijos. Cuando joven las cosas lo horrorizaron de la misma forma, pero en ese momento el dolor que desgarraba su pecho era una clara muestra de que la juventud era más benevolente y los recuerdos (incluso los malos) en verdad se diluían entre los años buenos y las risas. Ahora, viendo a Draco, tenía que admitir que esa era una cara de la guerra que jamás había contemplado. Tampoco la de Harry. Sí, en sus días, la primera vez que el Señor Tenebroso —aún le asustaba un poco usar su nombre, pues la costumbre seguía arraigada en su cuerpo— También había tenido que tomar decisiones difíciles, algunas (como las de Bill) igual de precipitadas, pero lo que esos jóvenes habían pasado... De alguna forma sentía que esa vez la guerra fue más cruel, más mezquina con los niños. Tantos jóvenes habían tenido que pelear, antaño también, obvio, pero no da la misma forma. Los padres de Harry, Sirius, Remus, él mismo, todos ellos eran más grandes que los niños que ese día alzaron sus varitas contra Mortífagos. 

 

Tantos habían tenido que sacrificarse, todos habían tenido que tomar decisiones para las que no estaban listos, dejar de lado su inocencia, su infancia y ser hombres de guerra. Fuertes, decididos, con convicciones, aceptar el bien mayor, olvidarse de sus egos, de sus orgullos, trabajar por otros, luchar por personas sin nombre, sin rostro, confiar en sus instintos. Arthur contó más cadáveres de los que debería. Le dolía ver a Remus junto a Tonks, pero más le dolió ayudar a cargar el cuerpo del pequeño niño rubio que seguro se escabulló entre los grandes listo para luchar por lo que importaba, por el bien. No era justo, solo había sido un niño, un pequeño niño que no se merecía estar muerto en el piso.

 

Dolorido pensó en su hijo. En su divertido e ingenioso hijo. Apretó los ojos y sintió como su cuerpo se estremecía, ya era lacerante pensar en que nunca más iba a escucharlo, que ya jamás iba a poder reprenderlo por alguna de sus jugarretas, que nunca más iba a escuchar las quejas de su esposa respecto al pobre cuidado que se daba ahora que no vivían con ella, pero no era optimista, él sabía que lo peor estaba por venir. 

 

George estaba destruido. Dudaba mucho alguna vez volver a verlo reír como antes. La mirada de Molly siempre se iba ver cargada de un dolor difícil de describir, ese que él sentía pero mucho más fuerte. Percy... Percy nunca se iba a perdonar lo que había pasado. Igual que Ron. Los dos habían estado parados al lado de su hermano y no pudieron evitarlo.

 

Sabía que, sin importar cuantas veces lo repitiera, ellos nunca iban a poder dejar de culparse. Iban a arrastrar ese pesar toda su vida sobre sus hombros y nada iba a aplacarlo.

 

Claro que él escondía en su cuerpo un secreto, cuando Voldemort cayó, lo único que pudo hacer fue voltearse y buscar entre la multitud cabezas rojas, con dolor y mucha vergüenza contó a sus hijos. Se sintió ruin y traicionero al pensar que al menos solo faltaba uno. Fred estaba tendido en el suelo a sus pies y él casi lo podía agradecer. No estaban todos con vida, era verdad, un pedazo de su corazón había sido destruido, pero sintió tal alivio que por mucho que intentó recordarse que debía dolerle, no podía. Vio a Molly a los ojos y supo que ella tenía el mismo debate interno. Ella también sentía tranquilidad al ver a sus hijos con vida. De siete hijos, seis seguían en pie pero la triste realidad se impuso al darse cuenta que el corazón de su familia se hallaba en el piso, sin vida.

 

Repentinamente, mientras se esforzaba por luchar contra las lágrimas, sintió la furia llenar el dolor que ocupaba su corazón. Hubiera entregado su vida por matar con sus propias manos al asesino de su hijo. Era un pobre consuelo saber que fue Remus el que lo vengó.

 

Pero como solía ser costumbre, pensar en los muertos de la guerra rara vez mejoraba el asunto y, sin dejarlo desmentir este hecho, pensar en el hombre lobo trajo otro arranque de furia y dolor a su cuerpo. La felicidad le había sido muy esquiva en la vida al joven y cuando al fin lograba formar su propia familia le arrebataron la vida junto a la joven y sonriente Tonks. Muertes como la de Fred y la joven Aurora eran una de las injusticias de la guerra con las que nadie quería lidiar y en la que pocos pensaban cuando se enlistan. Jóvenes, con toda una vida por delante, eran cruelmente eliminados y los sobrevivientes debían hacer lo posible por no desmoronarse y continuar. Al fina, por eso lucharon, para darles una mejor vida, una oportunidad.

 

Volvió los ojos al niño, porque él sabía que tanto sus hijo, Harry como Malfoy eran niños. Niños a los que les habían cercenado la infancia. Harry y Ron desde primero luchando contra el Señor Tenebroso, Ginny en segundo siendo usada como una muñeca de trapo por el alma de ese ser tan malvado. Y Malfoy, por decisión propia de un hombre que de tanto que lo amó recurrió a medidas desesperadas, había teniendo que convivir con ese monstruo.

 




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