06:00 am.
Un día nuevo para María Jeréz, una chica de tan sólo 17 años, en 1970, Argentina.
Un día más en donde tenía que estudiar, un día más en donde tenía que ver la forma en cómo aprobar la prueba de matemática.
Se levantó de su cama para ir a el baño y darse una ducha.Como en todas las mañanas, después de su ducha se puso el uniforme del colegio.
Pero... en lo único que pensó María fue:
"Me siento vacía. "
Bajó las escaleras de su casa para encontrarse con su mamá, viendo como tomaba mate cebado.
—Mamá, tengo hambre —Arrastró la silla para así poder sentarse— ¿Me podes hacer mate, por favor?
Su madre la miró con una cara de "orto" como decía María.
—¿Qué me ves cara de sirvienta? —preguntó la señora.
—Ya me lo preparo yo —Se levantó de su asiento y miró a su madre—. Pero, después no me pidas que te ayude en algo.
No pasó ni un segundo cuando sintió una fuerte cachetada.
—Mirá, pendeja de mierda, la madre soy yo, no vos. Si querés pegarle a alguien o contestarle, andá a tener hijos —dijo su madre.
María se fue hacia la cocina a prepararse un mate y sacó pan de una bolsa que estaba en su cocina.
Preparó todo, vio la hora en su reloj de pared y eran las 06:30 de la mañana.
Cuando terminó de tomar su mate, lavar su taza y su cuchara, decidió estudiar un poco y a practicar para la prueba de matemática.
Pasó el tiempo y ya eran las 07:25.
Agarró su mochila, bajó otra vez las escaleras de su casa y miró a su madre.
—Mamá, ya me voy... —Agarró el picaporte de la puerta a esperar un adiós de su madre.
Pero... ni un adiós.
Veía las calles, ya se sabía de memoria el camino hacia el colegio. Una vida cotidiana y aburrida, y ella pensaba que esa vida cotidiana y aburrida era lo que le provocaba a sentirse "vacía".
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—María, ¿estudiaste para la prueba de matemática? Es que te veo muy mal —su amiga Camila le preguntó.
—Sí, Cami. Lo hice. Estoy cansada, sólo es eso —Agarró su lápiz para comenzar a dibujar en su cuaderno—. Ya sabes, mamá quiere que sea perfecta en todo.
—Lo sé, pero... tu salud, Mari —La chica le agarró las manos de su mejor amiga para poder darle ánimos—. Tu mamá no piensa en vos.
—Eso ya no importa, Cami.
Las dos chicas vieron que la profesora entraba al aula y todos los chicos se pararon para saludarla.
María bajó su mirada a los apuntes que escribió y la volvió a levantar cuando oyó una voz hermosa.
—Oye, ¿me puedo sentar a tu lado?
Vio a una chica muy hermosa, de cabello rizado y color castaño, piel perfecta y belleza natural.
—Claro, si vos querés —dijo María.
—Gracias. Mi nombre es Micaela, pero también puedes llamarme Mimi, si tú quieres.
—Un gusto Mimi —María le extendió su mano—. Me llamó María.
Mimi aceptó su mano. Nunca había tocado una mano tan suave.
Las dos chicas se dieron cuenta que aún tenían agarradas sus manos y se soltaron.
—¿De dónde sos, Mimi? —preguntó con curiosidad.
—Soy de México, pero mi familia y yo nos mudamos constantemente de país y ahora nos mudamos aquí.
"Así que de México, tal vez tendré una amiga extranjera por primera vez en la vida."
—¿Querés pasar el recreo conmigo? Es que mi amiga va a pasar con su novio y voy a estar sola.
—Me parece genial, pasaré el recreo contigo. —Sonríe.
Con esa sonrisa, María sintió esas mariposas que tanto hablaban. Se sentía nerviosa.
—¡Ustedes dos! ¡Presten atención a la clase o les doy un castigo!
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—Y dime, Mimi. ¿Por qué tu familia y vos vinieron para aquí? —María se sentó en un tronco que había en el patio de su colegio.
—A mi familia le encanta viajar por el mundo, en realidad, nunca nos detuvimos —Mimi se sentó a lado de María—. Hemos vivido en Panamá, Chile, Colombia, Ecuador y nos vinimos a vivir aquí.
—¡Qué hermoso! Tenés una vida divertida, mejor que la mía —dijo.
—¿Tú crees? —preguntó.
Mimi dirigió su mirada hacia el rostro de María, viendo que es una chica atractiva.
María, también, miró a Mimi... le hizo sentirse nerviosa, ya que, ella no creía que le gustaba a la castaña.
—¿Por qué me miras tanto? —preguntó María.
—Por nada.
Las dos chicas se dejaron de mirar porque oyeron la campana del colegio, diciéndoles que ya tenían que volver a sus aulas y en eso, María se acordó de la prueba de matemática.
—¡La prueba! —Agarró la mano de su acompañante— Tenemos que volver, hay prueba.
Y empezaron a correr con las manos juntas, a ellas no les importó que la miraran raro, tenían que llegar un minuto antes de que llegue el profesor de matemática...
Pero... cuando llegaron ahí, estaba su profesor...
—Señorita Jeréz, ¿qué le he dicho si llega tarde a mi clase? —preguntó.
—Que me va a tener parada en el rincón hasta que termine su hora de clases. —Agachó su mirada.
—Pero... —Ese "pero" le hizo tener un poco de esperanza— Como veo que usted le estaba mostrando el colegio a la nueva alumna, se la dejo pasar, ¡pero sólo por hoy!
Eso le alegró, ya que no le iban a decir nada a su mamá.
Y Mimi, casi llora porque no quería que castiguen a María.
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—Muy bien, jóvenes. Este trabajo debe estar terminado en tres días, máximo 5 días —anunció el profesor de Lengua.
—Sí profesor —una afirmación muy fuerte se escuchó en el aula.
El profesor de Lengua se fue y todos los chicos se esparcieron para hablar con un amigo, otros porque querían seguir estudiando y otros se quedaron sentados en sus bancos a conversar con su compañero de a lado.
—No quiero leer sobre Martín Fierro —dijo María.
—Nunca leí sobre él y eso que esa obra literaria es muy famosa por casi todo el mundo entero.
—Bueno, ya se acerca el segundo recreo y tengo hambre, después de la clase de Filosofía, iremos a comprar un sándwich —dijo María, tocándose el estómago.