20 de mayo de 1970.
17:00.
Era miércoles, María y Micaela estaban en la cancha de su colegio, ya que a esa hora tenían educación física.
Las dos chicas con sus compañeras estaban esperando al profesor, estaban hablando de lo lindas que estaban.
Se asustaron cuando escucharon el silbato del profesor, informando que él ya estaba ahí.
—Muy bien. Hoy, van a correr cinco vueltas a la cancha, van a hacer treinta abdominales, treinta flexiones de brazos y treinta saltos. Pero primero, calienten así, no se lastimen.
Micaela miró a María con una mirada de: "No quiero correr, ayúdame". María quería reírse por la cara que ponía.
Terminaron de calentar y comenzaron a correr a la vuelta de la cancha como lo ordenó el profesor.
A la cuarta vuelta, Micaela se cayó, ella se tocó su brazo, ya que éste se había raspado.
—Señorita, por favor, acompañe a su compañera al baño —ordenó el profesor a María.
María acompañó a Micaela al baño, Micaela entró a uno de los baños a ver si no se había lastimado en otra parte del cuerpo. Salió y vio a su amiga cómo se acomodaba su pelo.
María se asustó porque vio el reflejo de Micaela en el espejo, dio un salto por el susto que casi se cae, pero Micaela fue rápida y la agarró de la cintura.
María estaba de espalda, ella se giró para verle la cara a su amiga, bueno, no tanto amiga, ya que hace ocho días se andaban robando besos pequeños, hace ocho días que los sentimientos por las dos han estado creciendo y no saben qué tenían qué hacer para que sus padres no se enteren.
De la nada, María tomó la valentía de robarle un beso.
Micaela se sonrojó, ya que no esperaba ese beso de parte de ella, ya que ella era la que siempre daba el primer paso.
—Esta vez, es mi turno de ganar, Mimi —dijo, puso sus brazos alrededor de su cuello y puso su cara en él para oler su perfume.
Micaela no sabía cómo reaccionar, este paso nunca había sucedido, siempre fueron besos pequeños e inocentes.
—Mari... —tartamudeó— ¿No crees que es muy rá...
No pudo terminar porque María le mordió el cuello.
—Tranquila, lo sé, solo quería abrazarte, Mimi.
—No lo hagas y no lo vuelas a hacer —Micaela agachó su cabeza para que no la mirara, ya que estaba muy roja—. Además, transpiré mucho y debo saber horrible.
María se rió por ese comentario, no podía creer lo que había hecho, pero no se arrepiente.
—Mejor vamos, el profesor debe estar preguntando por nosotras.
—Es cierto, se me hace raro que no haya venido a buscarnos.
Las chicas estaban por salir del baño hasta que se encontraron con Camila, su expresión en su cara era de horror y sorprendida.
—Cami...
—¿Ustedes... se estaban... besando? —Tapó su boca con su mano.
—Cami, cálmate, por favor.
—No... María... ¡¿Qué te pasa?!
—Camila, por favor —María trató de tocar el hombro de su amiga, pero ésta se alejó un poco—. Micaela, Cami, volvamos a clases.
—No, las clases terminaron, ustedes se tardaron tanto que el profesor pensó que se fueron.
—Entonces, salgamos de aquí.
Las tres chicas salieron del baño y de la cancha del colegio, se dirigieron a una plaza que estaba a cinco cuadras.
—Cami, por favor, déjame explicarte todo.
—María, ¿con una mujer? Podés tener a todos los chicos del colegio, y ¿te vas con una chica? Eso es asqueroso y horroroso.
— Oye, Camila, cálmate y no le hables así a María.
—¡Vos cállate! que seguramente convenciste a mi amiga a meterse en esta porquería.
—Mimi, déjame sóla con Cami, por favor —susurró María y le agarró la mano.
—¿Segura? —preguntó con miedo.
—Sí.
Micaela dejó a solas a Camila y a María.
Las dos chicas que estaban sentadas en un banco de la plaza, no podían articular ni una sola palabra.
—Me gusta Micaela y no voy voy a permitir que la trates de esa forma, Camila.
—¿Vos te estás escuchando, María? No te tiene que gustar una mujer, te tienen que gustar los hombres, eso es lo normal. Lo que Dios dijo, no es hombre con hombre y mujer con mujer, es hombre con mujer y mujer con hombre —dijo Camila, mientras trataba de no perder la poca paciencia que tenía.
—No, no me importa lo que dice Dios, a mí me gusta Micaela. —De un solo salto se paró del banco.
—¡Entonces, le diré a tu mamá que te gusta una chica y que te besaste con ella! —exclamó, repitiendo la misma acción que su amiga.
—No te atrevas, Camila. No te conviene —dijo entre dientes.
—¿Qué me vas a hacer? ¿Matarme? —preguntó y se cruzo de brazos.
—No, pero si le decís a mi mamá que me gusta Micaela y que la besé, le diré a tu mamá que te quedaste embarazada de tu novio y a las cuatro semanas abortaste. Y le diré la verdad de que ahora estás embarazada otra vez y que ese bebé no es de tu novio, sino, del amigo de tu padre.
—María... —Camila estaba sorprendida—¿Cómo sabes eso? Yo nunca te lo conté, ni siquiera nos hemos visto en mucho tiempo.
—Eso no importa, solo toma esto como una advertencia porque no pienso perder a Micaela por tu culpa.
María no dejó que la otra chica hablara, ya que se fue de ese lugar, para dirigirse a su casa.
Cuando por fin, llegó a su casa, se tiró en su cama como siempre, su madre estaría trabajando hasta la noche y su hermano no estaba.
Estaba por dormir, hasta que escuchó que tocaron la puerta de su casa.
Se volvió a parar de su cama y bajó con flojera las escaleras.
Abrió la puerta y se encontró con Micaela, quién estaba cansada y tenía lágrimas en sus ojos.
—Mimi, ¿qué te pasó? ¿por qué lloras? —Abrió sus brazos como señal de que la va a abrazar.
—Peleé con mi papá —susurró y la abrazó.
—Lo siento, pero es re normal que un padre y una hija peleen, algunas veces tenemos la culpa que nuestros padres se enojen con nosotros.
—Él me dio una cachetada, Mari.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Porque se enteró que desaprobé una materia.