—Sí, que nos volvamos novias. —María le agarró la mano y le miró fijamente.
—Mari, si hacemos esto, no habrá vuelta atrás, aunque terminemos... Quedará marcado un pasado.
—Lo sé y no tengo miedo a eso —dijo María, ella solo quería tener a su Mimi.
—No me mientas, María. Tienes miedo, lo sé. Se te nota que le tienes miedo a tu mamá y a lo que dirá la gente. —Micaela le tocó su mejilla.
—Micaela...
La chica se asustó al oír su nombre, ya que María nunca la ha llamado por este.
—Quiero que seas mi novia.
—Mari... Yo... —No sabía que decir, quería decir un sí pero no podía. Tenía miedo porque la otra chica estaba esperando su respuesta.
—Mimi, te daré tiempo para que lo pensés —Le dio un beso pequeño en la boca para poder calmarla—. No quiero presionarte, puedo esperar.
Micaela se sentía aliviada porque no quería perder aún su amistad, sentía cosas por María, sentía amor por ella y lo sabía, pero tenía mucho miedo al no saber que les preparará el futuro.
—Gracias, por favor, dame tiempo —Tocó la mano de la contraria—. No quiero perder tu amistad, primero quiero seguir siendo tu amiga por un buen tiempo.
Esas palabras a María le dolían, pero tenía que aceptar la decisión de su amiga.
—Está bien, Mica, pero... —Agarró fuerte de la mano de la chica para soportar lo que iba a decir— Entonces, no nos volveremos a besar también por un largo tiempo, hasta que vos aceptes ser mi novia.
—¿Qué? —Estaba sorprendida— Pero yo quiero seguir basándote. Me gustas mucho.
—También, me gustas. Pero esto sería jugar con los sentimientos de la otra y no quiero eso.
Micaela le costó analizar las palabras de la otra. No lo entendía.
—No entiendo, te gusto, pero no me quieres besar.
—Sí, lo que pasa es que, aunque vos me gustes, no quiero pasar por alto que somos dos amigas que se besan y que besarse son para los novios.
Micaela agarró el su rostro y se acercó para besarla, pero María bajó con delicadeza las manos de la chica y se alejó de ella con una sonrisa.
—No... —Lo dijo de una manera suave y al mismo tiempo con una sonrisa— No nos vamos a volver a besar por un largo tiempo, quiero que estés decidida en esto...
Micaela se sorprendió al ver que los ojos de María estaban más brillosos que nunca, María quería llorar
—No quiero salir lastimada, Mimi.
—Mari, escu...
María no dejó terminar hablar a la chica, porque le tapó la boca con su mano.
—No. Si vamos a jugar a este jueguito romántico, típico de Romeo y Julieta, versión mujer... —dijo todo eso con una firmeza extraordinaria— Vamos a hacerlo bien.
—Ya me tengo que ir... Seguramente, me estarán buscando —susurró Micaela con tristeza.
—Te espero mañana en el colegio, no faltes. —María le dedicó una sonrisa solo para calmarla.
—No puedo faltar si tú estás ahí. Quiero verte siempre.
—Bueno, nos vemos mañana.
Micaela se levantó de la cama y salió de la habitación para bajar las escaleras, y dirigirse a la puerta, detrás de ella iba María con tristeza. Quería pedirle que se quede.
María sonrió mientras cerraba la puerta despacio, mirándola. Sentía muchas cosas inexplicables.
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María estaba sola en su cuarto, en su cama. Estaba pensando en lo que pasó ese día.
Ella quería tener una relación con la chica con quién se ha besado muchas veces en su casa.
No pudo evitar derramar una lágrima de su ojo izquierdo por el rechazo.
Sentía muchas ilusiones por Micaela, aunque se sentía demasiado tonta porque recién la empezaba a conocer, en su mente pasó una pregunta que no tenía respuesta para ella.
"¿Cómo puedo sentir amor por ella si la conozco hace poco tiempo?"
Se puso en pose fetal, quería una respuesta.
No entendía lo que sentía... No entendía por qué se sentía completa al lado de Micaela.
No quería ser un juguete, no quería que la ilusionen.
Dejó de llorar cuando escuchó la puerta de la casa abrirse.
Secó sus lágrimas con sus manos, se levantó de su cama y abrió la puerta de su cuarto.
Bajó las escaleras para ir a la cocina y se encontró con su mamá, ella estaba guardando las bolsas del supermercado en el armario.
—Volviste... —susurró, no dijo nada más porque se sentía incómoda.
—Sí, ¿cocinaste? —Su madre salió de la cocina para irse al sofá de su casa.
—Sí —respondió en forma cortante.
—Sirveme, tengo hambre.
María volvió a la cocina sin ganas, no quería hacer nada. Después de llorar tanto, sus fuerzas se fueron.
Sirvió la comida en un plato, y salió de la cocina para entregárselo a su mamá.
Vio a su mamá sentada en la mesa, esperando su comida.
—Aquí tenés, mamá. —Puso el plato con delicadeza y con miedo, ya que su madre siempre está de mal humor cuando llegaba de su trabajo.
—Dime, ¿qué te pasa? —preguntó, se llevó la cuchara hacia la boca para comer un poco de arroz— ¿Por qué lloraste?
—No estaba llorando, madre. —Se sentó en frente de ella y agachó la cabeza para no poder mirarla.
—Niña... —María levantó la cabeza, tenía miedo del reacción de su madre— No me mientas, sé que me estás mintiendo y estás ocultando algo. Decime la verdad, ¡ya!
—Mamá... —María no sabía qué decirle, entonces pensó en una mentira que le iba a costar una cachetada, pero no de unos buenos golpes que la podrían llevar al hospital— Desaprobé Matemática.
Al terminar esa frase, María sintió un ardor en su mejilla, su madre le dio una cachetada.
—¡Te dije que no aceptaba que desaprobaras una materia! —gritó muy exaltada— ¡No sé cómo vas a hacer, pero vas a subir esa nota!
Su madre se levantó de su silla con mucho enojó, hizo que la silla se caiga al piso y dejó sola a su hija, ella estaba llorando porque su mamá le volvió a pegar.
—Como digas, madre —susurró a la nada.