11 de junio de 1970.
Era Jueves, ya habían pasado días desde que Micaela y María no se hablaban.
Micaela se sentía mal porque extrañaba a su amiga.
La última vez que se hablaron fue un día después del beso que se dieron en el baño del colegio.
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—María, por favor —Micaela iba detrás de ella—. No te vayas así —Le agarró su brazo con un poco de fuerza para que no trate de escapar otra vez— . ¿Podemos tratar de arreglar este problema? No quiero seguir así.
María se dio la vuelta para mirar fijamente a los ojos de su querida amante como ella la llamaba. Se sentía mal. Aceptó que le gustó lo que pasó en el baño, pero también se sintió incorrecto.
—Micaela, esto ya no da para más —dijo,
El corazón de la contraria le estaba doliendo, sintió un pequeño tirón en su pecho pero no le hizo caso
—Esto está mal. Somos dos mujeres que se besan, que se dicen cosas bonitas y se dedican canciones. Somos amigas —tiró bruscamente de su brazo para que la chica contraria se soltara de él—, ¿qué clase de amigas somos? —cuestionó María.
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Desde ese día no volvieron a hablarse, cada una tomó su camino, ni siquiera se miraban por la incomodidad que sentían. Ellas podían sentir la incomodidad de la otra con facilidad.
Micaela entró al aula y vio a María sentada a lado de ese chico, el chico que la hacía sonreír y reír por todo. Supuestamente, ese chico sentía algo por Micaela, pero, se estaba muriendo de los celos porque su "amiga" lo abrazaba a cada cinco segundos.
No dijo ni una sola palabra y bajó su mirada hacia el piso.
Faltaban dos minutos para que la hora de recreo termine. Ella vio el reloj que estaba clavado en la pared, arriba del pizarrón y se fijó que eran las 9:13.
Se iba recostar en su banco cuando escuchó una risa muy fuerte y que reconoció.
Puso sus brazos en su banco y cubrió su cara, fingiendo que estaba dormida, pero en realidad, estaba llorando.
Sus lágrimas mojaron el banco, cuando sintió los pasos de alguien, se secó su cara con la manga de su uniforme y con esa misma el banco.
Se dio cuenta que era Camila que la miraba desde su banco.
Micaela se asustó porque se dio cuenta que que Camila tenía lastimado su labio inferior.
Se iba a levantar para ir a preguntarle qué le pasó pero su acción fue interrumpida por la presencia del profesor que había tardado cinco minutos en llegar a la clase.
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Era la hora de salida.
Micaela buscó a Camila para preguntarle que le había en el labio pero alguien tocó su hombro cuando se dio la vuelta, vio a su padre un poco enojado, aunque para ella no es una sorpresa que su padre esté enojado todos los día de la semana.
—Papá... — Bajó su mirada hacia sus pies, siempre que tenía a su padre en frente de ella, tenía un miedo muy grande. Su padre era un hombre muy arrogante, estricto y egoísta con las personas— ¿Qué haces aquí? Tú nunca vienes a buscarme a la salida del colegio.
—Vengo a dejarte las llaves de la casa, ya que te olvidaste de ellas —Mostró las llaves y se las dejó en su mano—. No estaremos en casa pero tu mamá preparó la comida, solo tienes que volver a calentarla.
Cuando su padre terminó de hablar, se fue. Micaela siguió con su búsqueda.
Fue a la parte de atrás del colegio, cuando iba a seguir su camino se encontró con una escena horrible. Se escondió detrás de un árbol para poder observar y analizar mejor lo que estaba ocurriendo.
Vio a Camila sentada en el piso con su espalda recostada en la pared y en frente de ella a su novio quien le estaba gritando.
—¡Maldita seas, Camila! —Levantó su mano para pegarle, pero se detuvo— ¿Cómo que estás embarazada?
—Yo... por favor, no me dejes. No puedo hacerlo sola. —Camila se sujetó de la pierna de su novio para no dejarlo ir.
—¡Sueltame! —Hizo un movimiento brusco con su pierna y dejó tirada en el piso a Camila.
La chica no paraba de llorar, no sabía qué hacer con un embarazo que ni siquiera era de su novio.
Micaela salió de su escondite, corrió hacia la chica a consolarla.
Le tocó su hombro para llamarle la atención, pero la chica estaba tan metida en su mundo que no se dio cuenta que había alguien que estaba preocupada por ella.
—Camila... —No soltó su hombro hasta que la chica que estaba llorando giró su cabeza para verla.
—¿Qué haces acá?
—Vine porque quería preguntarte qué te pasó en el labio, pero ya observé toda esa escena ya me doy una idea.
—Vete, no te quiero ver. Seguramente, María te mandó para que te burlaras de mí.
—No...
Camila le prestó atención a Micaela, ella notó que la chica que le estaba apoyando recientemente, estaba triste y con ojeras
—María y yo ya no nos hablamos hace casi un mes.
—Vete, dije que no quiero verte.
—Déjame ayudarte, por favor.
Cuando Camila escuchó esas palabras se sintió bien, sentía que podía por fin liberarse de ese dolor que cargaba hace poco meses.
No pasó ni diez segundos cuando Micaela le dio la mano a Camila para que se levantara del piso y llevársela a su casa porque después de todo, ella necesita una explicación de por qué estaba tan mal.
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Micaela llegó a su casa con Camila. Las dos estaban en la sala.
Una estaba sentada en el sofá y la otra estaba sentada en otro, tratando de analizar todo lo que estaba pasando.
Había un momento muy incómodo pero Micaela sabía que tenía que romperlo solo para saber qué estaba pasando y así poder ayudarle.
—¿Qué pasó? —Se acercó hacia el sofá dónde ella estaba y se arrodilló—. ¿Por qué tu novio te trató de esa manera?
Aunque ella ya sabía la respuesta, quería que Camila se lo confirme todo.
Camila abrió su boca pero no pudo decir nada.
Micaela le agarró su mano y con su mano derecha le empezó a dar golpes suaves para calmar la tensión que había.