Las dos chicas estaban asustadas, Micaela por lo que le podría hacer su padre si se llegase a enterar y María estaba asustada porque no quería perder a su novia.
"No pienso perder a Mimi, no ahora que somos novias y me costó mucho para pedírselo"
Camila salió de la casa, preocupada al ver que su padre no llegaba con sus amigas.
Detuvo su paso cuando vio al padre de Micaela parado en la puerta, mirando a su padre.
Su padre parecía muy enojado, se asustó cuando vio a sus amigas con los ojos rojos, Camila estaba preocupada de que su padre se haya enterado de la verdad.
—¿Micaela? —le llamó la atención a su hija y se asustó porque vio sus ojos muy hinchados, y rojos— ¿Qué te pasa, Mica? —preguntó y se acercó a ella para agarrarle de los hombros— ¿No piensas decirme lo que ocurre? —Se enojó y a continuación, apretó un poco más los hombros de su hija.
—Papá, me estás lastimando —dijo Micaela con un susurro.
El padre de Camila escuchó lo que dijo la chica.
Camila se acercó a su padre para tocar su brazo y el hombre miró a los ojos a su hija. En su mirada estaba la desesperación y preocupación.
—Papá, por favor, ayúdala —susurró para no ser escuchada.
El padre de Camila volvió a ver al padre de Micaela quién le estaba agarrando la cara a su hija y le estaba gritando, mientras que María trataba de calmarlo para que no le haga daño a su novia.
—Disculpe, señor —habló.
El padre de Micaela le prestó atención al hombre que lo llamó y lo miró.
—Vayamos a comer que la comida se está por enfriar.
—Sí, claro — respondió.
—Disculpa, usted no me dijo su nombre —dijo el padre de Camila.
—Mi nombre es Antonio. Antonio García —dijo, estrechando su mano.
—Me llamo Juan Manuel Espinosa.
Para las chicas era raro que los hombres no sepan sus nombres, ya que, en la camioneta estaban hablando de política con mucha confianza.
Los hombres entraron a la casa, dejando a las tres chicas asustadas.
Camila se acercó a sus dos amigas y tomó de la mano a María.
—Por favor, díganme, ¿qué pasó mientras ustedes estaban en el río?
Las dos novias no paraban de llorar. María se acercó a Camila para que esta la pudiera abrazar y Micaela copió la acción de María.
Necesitaban el consuelo de alguien, ya que, ellas no se lo podían dar por la vergüenza del mal rato que pasaron.
María agarró la mano izquierda de su mejor amiga y la miró.
—Te juro que te diré todo el lunes, solo no dejes que tu padre se nos acerque —Se le volvieron a caer varias lágrimas—. Nos hizo pasar un mal momento.
Camila sabía como era su padre. No era necesario que él gritase para que las chicas le tuviesen miedo.
—Ya lo sabe, ¿verdad? — Quería que las respuestas de sus mejores amigas fuesen negativas, pero vio cuando María asintió. Lo mismo pasó con Micaela, no la vio, pero sintió como asentía con su cabeza en su hombro— No se preocupen, yo hablaré con él. Él no puede ser tan malo.
Y así llegó la noche, los hombres decidieron pasar la noche hasta la mañana siguiente.
Había cuatro habitaciones, el padre de Micaela dormiría en una habitación, el padre de Camila dormiría en otra habitación. Camila trató de hablar con su padre, entonces, el hombre le exigió a las chicas a dormir separadas.
O sea, Camila iba a dormir con María y Micaela iba a dormir sola.
Ya era un domingo 21 de junio, eran las 03:40 de la madrugada y Micaela quería saber cómo estaba su novia, ya que ella fue la más afectada por la reacción del señor Espinosa.
Lo poco que sabía es que María quería mucho al hombre como si fuese su propio padre.
Con cuidado salió de su habitación y subió las escaleras que la llevaba a las dos habitaciones de arriba.
Micaela no sabía cuál era la habitación donde estaban sus amigas, estaba en una crisis de cómo saber en donde estaban las chicas hasta que una de las puertas se abrió, dejando ver a la figura de Camila.
Camila sabía que Micaela quería hablar con María, le regaló una sonrisa y se hizo de lado para irse abajo a encubrirla.
Micaela entró a la habitación y cerró la puerta con suavidad.
Se dio cuenta de que María estaba dormida y se acercó a su cama para despertarla.
Tocó varias veces su hombro para por fin despertarla.
—¿Mimi? —preguntó, confundida y con sueño.
—Sí, vine a verte —dijo la chica y acarició las mejillas de la chica, y regalarle un beso en sus labios.
María seguía muy triste por lo que pasó en el río. Ella no quería el señor Espinosa se entere de lo que estaba pasando entre esas dos chicas.
—Te entiendo.
María sintió el agarre de la contraria y se sentía muy bien. Sentía que no estaba sola y que por fin alguien la estaba comprendiendo.
Se estaban mirando y María acercó su mano a la mejilla de Micaela.
De la nada, Micaela agarró por atrás del cuello de María para besarle.
María agarró la cintura de su novia y se tiraron en la cama.
María se sentía rara, pero al mismo momento bien cuando su novia le estaba besando el cuello, mientras su mano subía por su pierna.
"Tengo miedo, pero me gusta este miedo que estoy sintiendo"
Pensó María y se dejó llevar por la acción que estaban haciendo en esa habitación.
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Las chicas estaban abrazadas y desnudas.
María y Micaela estaban tapadas con una sabana y dos colchas gruesas para no sentir el frío.
Micaela seguía besando a su novia. Ella no podía creer lo que había pasado hace dos horas.
Ya eran las siete de la mañana y nadie entró a la habitación a interrumpirlas.
—¿Sabes lo que hicimos? —preguntó María, tenía mucho miedo y mucho dolor en sus partes íntimas.
—Claro que lo sé, amor.
"Amor"
María nunca escuchó esa palabra de parte de Micaela.
—Me duele —susurró con mucha vergüenza.
Su "Mimi" sonrió y le dio otro beso en sus labios. Los mimos y las palabras lindas no faltaban en esa habitación.