Can't help falling in love

Capítulo 18.

María salió de su habitación para bajar las escaleras y encontrarse con la persona que le hizo mucho daño.

—Papá... —susurró.

—¡Hija! —exclamó con mucha alegría.

—¿Qué haces acá?

—Te vine a visitar a vos y a tu hermano —respondió el hombre, mientras se acercaba a su hija para poder abrazarla.

—No. —Se alejó de él, sentía mucho asco por ese hombre.

—María, no seas muy dura con tu padre —la regañó su madre.

—Déjala, Sofía —dijo el hombre—. Es comprensible. Los abandoné hace mucho tiempo y debo de ganarme el amor de mis hijos.

—Sebastián, tus hijos te deben respeto por más que hayas sido un mal padre.

La chica no le prestó atención a sus padres y subió las escaleras.

Podía escuchar los gritos de su madre llamarle, pero no le hacía caso. Quería paz.

Entró a su habitación y cerró la puerta con pasador para que nadie entre.

Micaela no entendía qué pasaba, quería saber qué le pasaba, ¿por qué estaba enojada?

—¿Sucede algo, Mari? —Se levantó de la cama para acercarse y abrazarle por la espalda.

—Mi padre está abajo con mi madre... —Quería llorar, recordar cómo le suplicó a su padre para que no la dejara sola, le dolía mucho— Él es un mal padre, me abandonó cuando tenía ocho años y ahora vuelve a mi vida, sin siquiera preguntarme si yo quería.

Micaela seguía abrazando a María, se percató que la chica empezó a sollozar y la abrazó con más fuerza.

María se dio la vuelta para mirar a Micaela.

Micaela le dolió como las lágrimas resbalaban por las mejillas de su hermosa novia y por instinto le dio dos besos en sus mejillas, provocando que la chica se sonrojara por la acción de la contraria.

—Vamos, no quiero estar acá —susurró—. Ese hombre me da asco.

Micaela asintió. No quería que ella se sintiera mal por lo que estaba sucediendo.

—Te voy a prestar una ropa abrigadora, así podemos salir —dijo María, regalándole un beso en la frente a Micaela.

Y así fue, las chicas ya estaban listas con ropa que las abrigara bien. Agarraron sus cosas y con paso firme, bajaron las escaleras.

—María, ven a comer. Tu padre y tu hermano te estaban esperando —La mujer se sorprendió porque no sabía que Micaela estaba en casa.

—No voy a comer —dijo con firmeza—. Ya comí en el colegio.

Con eso abrió la puerta de su casa, para así agarrar la mano de Micaela y llevársela de ese lugar que estaba odiando con toda su alma.

No le prestaba atención a su madre, no la quería escuchar. No quería escuchar el mismo discurso de siempre.

Las chicas estaban esperando el siguiente colectivo, Micaela no decía nada, lo único que haría es seguirla. María quería tomar cualquier colectivo, no le importaba la distancia, pero quería alejarse de todo y de todos. Excepto de su querida novia que le estaba dando su hombro para llorar mientras le estaba dando mimo a su cabello.

Las personas que estaban en ese colectivo, las miraban como si fuesen unos bichos raros, pero lo único que hacían es pasar de largo.

María se quedó dormida y Micaela en ningún momento permitió que la cabeza de su amada cayera, mantuvo su cabeza en su hombro.

El colectivo paró en un lugar que Micaela no conocía. Solo vio otros colectivos y hombres que estaban comiendo.

—Señorita, este es el final.

Micaela asintió para después despertar a María.

María despertó confundida, pero toda la confusión se fue cuando se dio cuenta de que estaban paradas en la nada.

Se bajaron del colectivo con un poco de miedo al escuchar las risas de los hombres.

Los hombres las estaban mirando con diversión, provocando que las chicas se asusten.

María agarró la mano de Micaela para salir corriendo de ahí. No le importaba a dónde correr, solo quería mantener a salvo a su novia.

Cuando ya sentía que sus piernas no daban más y que su corazón podía salirse en cualquier momento de su pecho.

Micaela la detuvo, sus respiraciones estaban muy alteradas.

Sentían calor cuando estaban en invierno. María se tiró contra de una pared que estaba de su lado, tratando de recuperar el aire que había perdido.

—¿En dónde estamos? —preguntó, comenzó a jugar con sus manos dando la señal de que estaba nerviosa y que tenía mucho miedo.

—No lo sé... —dijo, María empezó a temblar porque empezaba a sentir otra vez el frío en su cara, manos y piernas— Odio el uniforme del colegio —afirmó.

—María... —llamó a su novia, abrazándose ella misma al sentir el frío entrar en su cuerpo.

María levantó su mirada para prestarle atención y se asustó cuando vio que estaba tiritando.

—Vayamos a alguna tienda que nos dejen pasar aunque sea —dijo, mientras la abrazaba para pasarle calor.

Caminaron tres cuadras hasta que se encontraron a un grupo de seis hombres que no pasaban los veinte años.

Los hombres comenzaron a gritarles a las chicas y ellas lo único que hacían es hacer oído sordo.

María se asustó cuando sintió una mano en antebrazo, pegó un grito y eso le gustó al hombre que le hizo asustar.

—¡¿Quién sos?! —preguntó, alterada.

Mientras tanto, Micaela no sabía si estaba temblando por el frío o por el miedo que estaba sintiendo.

El hombre le dijo algo que María no entendió porque este había susurrado.

Los otros cinco hombres agarraron a Micaela para sostenerla, mientras que el líder agarró a María para darle una cachetada, provocando que cayera al suelo.

El hombre le agarró sus muñecas con una sola mano para cometer su depravado plan.

Micaela no paraba de llorar, quería gritar, pero no podía porque tenía una mano en su boca.

María dio un fuerte grito cuando sintió las manos de ese hombre en sus pechos.

El hombre le volvió a dar otra cachetada a la chica, solo provocando que ella gritase más fuerte.

Un matrimonio observaron lo que estaba pasando y fueron a ayudar.

El hombre que tenía agarrada a María, salió corriendo de ese lugar, siendo acompañado por sus compañeros.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.