Llegaron al hospital y Sebastián le indicó a Micaela la habitación de María.
Micaela le contó la historia que tenía con su hija y el hombre se sorprendió.
—¿Hasta cuándo va a estar internada? —preguntó. Micaela estaba muy preocupada.
—¿Te preocupas mucho por ella? ¿De verdad amas a mi hija?
—Señor, amo a su hija. Después de haber viajado por casi todo el continente y llegar hasta aquí, nunca pensé que me iba a enamorar y peor aún, de una mujer —Sentía que su corazón dolía—. Daría todo por María.
—¿Esos golpes...?
La chica le interrumpió al hombre.
—¿Estos golpes? Me los dio el hombre que juró cuidarme el día que nací; mi padre. Se enteró que María y yo tenemos algo y me golpeó y golpeó a mi madre sin piedad. —No podía contener las lágrimas al recordar cómo su padre la golpeaba.
Sebastián estaba sintiendo pena por Micaela.
—Señor Jerez, se lo suplico, no me quite lo más valioso que tengo que es el amor de María... Por favor —dijo y se arrodilló ante el hombre— No pienso en renunciar a ella —Las lágrimas salían sin más—. Es lo único bueno y sano que encontré en mis diecisiete años de vida.
Sebastián no quería hablar sobre que su hija le gustaban las mujeres. Se le era muy difícil siendo su padre.
Tenía miedo de que la gente se entere y la agarren. Tenía miedo que le hagan daño. Tenía miedo que Sofía le haga daño a María.
—Micaela, yo aún no puedo aceptar que vos y mi hija sean "novias" —Hizo énfasis en la palabra novia—. ¿Sabes que todo esto les puede hacer daño? Tu papá te dio una paliza, lo mismo hizo mi esposa con mi hija.
—¿Por qué no odia a María?
Sebastián se quedó callado. No sabía qué responder.
—Por favor, ¿puede responderme?
—Bueno... Nunca fui un buen padre, abandoné a mis dos hijos cuando eran unos niños y volví cuando ya son adolescentes. No tengo derecho a regañarlos.
—¿Por qué los abandonó?
— Por cobarde, Mica... y respondiendo a tu pregunta... No soy un psiquiatra, o un científico y tampoco soy creyente en una religión, o sea, no creo en Dios, así que, no sé si esto es natural o una enfermedad.
—Me parece bien —respondió y le regaló una sonrisa al hombre.
—¿Cuánto van de relación?
—Usted es muy curioso, ¿lo sabe?
—Respétame, pendeja. Yo soy tu mayor y hasta puedo ser tu padre.
—Perdóneme, señor Jerez... Nos volvimos novia el 20 de junio.
—Entonces, ¿ya tienen catorce días de novias? —preguntó el hombre.
Micaela asintió a la pregunta.
— ¿Ella es feliz?
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Martes 14 de julio, de 1970.
17:30 pm.
Micaela estaba en el hospital, iba casi todos los días por la tarde a ver a María.
Su madre sabía el motivo y por suerte para ella, Antonio no sabía que su hija le escondía ese secreto.
María no despertaba del coma..
—Por favor, amor. Despierta... —susurró y luego le dio un beso a la mano de su novia— Necesito besarte y abrazarte mucho hasta que te canses de mí. Quiero hablarte sobre cómo fue mi día... —Una lágrima salió de su ojo derecho— María, por favor —Un hipo se coló en su garganta y odiaba eso— Tú eres la dueña de mi alma y mis días, Mari.
Escuchó la puerta de la habitación abrirse, pensó que era el padre de María, pero se equivocó.
Era la progenitora de María.
Micaela tenía un odio muy negro hacia la madre de su novia.
—¿Qué haces vos acá, basura? —Se acercó hacia la chica y le agarró del brazo fuertemente— No te quiero ver cerca de mi hija. Vos provocaste que ella tenga esta enfermedad.
Micaela quería llorar, pero su orgullo era más grande que su miedo.
Se soltó del agarre de la señora y le dio una cachetada.
Sofía estaba sorprendida porque ninguna menor de edad le había dado una cachetada en su vida.
—¿Cómo te atreves a...? —Fue interrumpida cuando la puerta fue abierta por segunda vez.
Sofía se dio la vuelta para ver quién era la persona que abrió la puerta y se asustó cuando vio a su esposo.
—Sebastián...
Sentía miedo porque estaba viendo a su esposo y tenía una cara de enojo que se podía ver que una vena quería salirse de su frente.
—¿Qué haces acá, Sofía? Te dije bien claro que no te quería cerca de María después de lo que le hiciste.
—Amor, quería que ella entienda que eso está mal y que está enferma.
—¡¿Y qué si está enferma, Sofía?! —gritó el hombre y con toda su fuerza— ¡No tenías el derecho de golpearla de esa forma! —Tenía ganas de golpear a la mujer, pero tenía que calmarse porque lo podían sacar del hospital por ser violento— ¡Casi la matas! ¡Y ahora está en coma!
Sofía se sentía un poco culpable, pero por dentro sentía que hizo bien para que María aprenda la lección.
—¡Te vas de acá! ¡No te quiero ver cerca de mis hijos! —Sebastián señaló la puerta de la habitación— ¡Ándate, Sofía!
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Lunes 20 de julio, de 1970.
14:00 pm.
—No despierta, papá —murmuró Nicolás—, y Micaela está devastada.
—Tenés razón, Nico, tenes razón —dijo su padre mientras lo abrazaba.
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14:05 pm.
—Mari, por favor, despierta... —No podía parar de llorar, sentía que su mundo se estaba cayendo— Te extraño, amor... ¿Sabes? Te pareces a la bella durmiente —Trató de sonreír por lo que dijo—. ¿Será que si te beso te vas a despertar como ella?
Se acercó más al cuerpo de María para regalarle un beso; de amor verdadero.
—Hoy estaríamos cumpliendo un mes de novias... Te amo, Mari y feliz primer mes, mi bella durmiente. Desde ahora te voy a dar un beso de amor verdadero todos los días, así podrías despertar.
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Jueves 20 de agosto, de 1970.
09:15 am.
—Aún no despierta, Cami y es nuestro segundo mes... —Sus lágrimas no paraban, creía que llorar adentro del baño del colegio era una buena opción— Y en diciembre vuelvo a México.