Can't help falling in love

Capítulo 26.

Sábado 26 de septiembre, de 1970.

13:30 pm.

Micaela estaba en su habitación, haciendo su tarea que le habían dejado el día de ayer.

Su semana fue muy dura, los exámenes cada vez eran más exigentes y eso le provocaba mucho estrés. Tenía dolor en el cuello y cada vez que lo movía inconscientemente, tronaba, eso le dolía y le daba escalofríos.

"Y un poco de asco" pensó.

Cerró su cuaderno y se levantó de la silla con el motivo de querer irse a la cocina a prepararse algo de comer.

Antonio estaba encantado con Mario. Era un chico responsable, honesto, humilde y valiente. Admiraba al chico aunque hayan pasado tan pocos días.

—Mamá, pensé que te habías ido al mercado a comprar mercadería.

—No, tu padre vendrá más temprano de lo normal. Está más tranquilo al saber que tienes novio y quiere pasar tiempo con ustedes dos.

Micaela agarra la jarra con agua y se sirve en su vaso para acción seguida beber de este.

—Está bien, qué insoportable se volvió el viejo... —susurró.

En esos días, ha estado sintiendo asco por su padre porque escuchó como este violentaba en todos los sentidos a su madre.

—Sé que no lo soportas por lo que me hace, pero recuerda que después de todo es tu padre, Micaela —dijo, dándole un beso en frente.

Escuchó cómo la puerta de su casa fue abierta, reconoció los pasos y el perfume que esa persona siempre llevaba; su padre.

—¡Mujer, tengo hambre! —gritó el hombre.

Su voz se le hizo insoportable a la muchacha. Quería desaparecer y no volverlo a ver lo que le quedaba de vida.

—Amor, ya preparé la comida que tanto te gusta.

El hombre le asintió a la mujer y decirle que ella era un orgullo por ser una buena esposa.

—Micaela, quiero que Mario venga a cenar con nosotros esta noche.

La chica respiró muy profundo y soltó todo el aire sin que su padre se dé cuenta, luego giró para verlo con una sonrisa.

—Claro, papá. Él vendrá hoy en tres horas, me juró que vendría todos los días.

—Está siendo un buen novio, espero que esa relación les dure por muchos años y se casen. Recuerden que el matrimonio es muy importante para los ojos de Dios.

Micaela asintió. Ella era capaz de casarse con Mario para estar a lado de María. No le importaba vivir un infierno con tal de ver a su novia.

—Padre, creo que es demasiado temprano para que Mario y yo pensemos en casarnos, no hace mucho que nos volvimos novios.

—¿Y qué tiene de malo? Yo conocí a tu madre cuando éramos unos mocosos y nos casamos ni siquiera teniendo dieciocho años, y pues ahora mira. Ahora estás tú, en frente de mí.

—Tal vez, tiene razón. No me voy a negar a ninguna posibilidad que me pueda dar la vida.

—¡Así se habla, hija! Tú sí que eres mi hija.

—Pero, primero quiero terminar el secundario y hablar con Mario sobre nuestro futuro, además, falta muy poco para que llegue mi cumple número dieciocho.

—Si esa es la decisión, me parece perfecto.

—También, quiero estudiar enfermería...

El hombre abrió los ojos con sorpresa antes el deseo de su única hija.

—¿Enfermería, Micaela?

La muchacha asintió, sentía miedo adentro de ella, pero por fuera, no lo demostraba. No quería mostrarle cobardía a ese hombre que se hacía llamar su padre.

—No, tu única obligación es cuidar a tu esposo y a tus futuros hijos como toda una ama de casa, él tiene que trabajar y mantenerte porque esos son los papeles de los hombres y de las mujeres. Tu marido tiene que ser el jefe y la cabeza de la familia.

El aire estaba tenso y la madre de Micaela podía oler el miedo de la menor.

—Micaela, hazle caso a tu padre. En su familia y en mi familia, la mujer nunca ha trabajado, siempre se dedicaron a cuidar sus familias y eso no tiene que cambiar solo porque quieras ser enfermera.

En el interior de Micaela, se quería reír por lo que estaba diciendo su mamá, cuando ella era su mayor apoyo, su madre siempre le aconsejó que ella estudie enfermería.

—Está bien, no estudiaré enfermería.

—Me alegra que por fin lo hayas comprendido, hija. Solo lo hago por tu bien, Micaela.

—Me iré a mi habitación, padre. Quiero terminar mi tarea.

El hombre asintió y dejó que su hija suba a su habitación sin ningún tipo de problemas, sin peleas ni gritos y sin insultos.

Micaela se encontraba adentro de su cuarto, cerró la puerta y se deslizó despacio. Quería llorar. Odiaba a su padre...

Lo odiaba porque no la dejaba ser feliz, no le dejó estar con la mujer que amaba y tampoco le dejaba hacer lo que más le apasionaba que era la enfermería.

Se levantó del piso y se tiró sobre su cama.

Lloró, Lloró y lloró hasta que el sueño le ganó y se quedó dormida.

19:50 pm.

Micaela se despertó, se sentía rara como si su habitación no fuera su habitación.

Se levantó de su cama con poca ganas, cuando quiso dar un paso, vio todo negro y su cuerpo cayó hacia el piso frío.

Obviamente, ese golpe fue muy duro que se pudo esuchar hasta la cocina donde estaban sus padres.




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