Can't help falling in love

Capítulo 27.

Domingo 27 de septiembre de 1970.

Micaela despertó en su habitación, estaba confundida y con mucho calor.

A su lado estaba sentada su madre, llorando.

—¿Mamá? —preguntó con una voz muy suave— ¿Qué me pasó? ¿Por qué estoy en cama?

—Te desmayaste, tienes fiebre.

La muchacha seguía confundida y las palabras de su madre eran unos ecos en su cabeza.

—El doctor ya te revisó, solo es un simple resfrío que unos tres días se irá —dijo mientras le acaricia su mano—. Me tenías muy preocupada, tenía miedo de que te hayas golpeado muy fuerte la cabeza porque el golpe se escuchó muy fuerte y cuando te encontramos con tu cabeza sangrando, por suerte solamente fue rasguño nada grave.

—¿Papá?

—No lo sé, desde ayer que no aparece y muy poco me importa, solamente me importas tú, mi pequeña.

Micaela abrió los brazos, haciéndole entender a su madre que quería un abrazo. La señora se acercó a su hija para abrazarla como nunca lo hizo.

—Te voy a apoyar para que tengas una relación con María, aunque no me agrade la idea, pero el problema es tu padre que está encaprichado con volver a México.

—Pero yo no quiero volver a México, madre.

—Mica, tu padre quiere volverse con el único objetivo de casarte con Octavio, mi amor — dijo mientras acariciaba la mano izquierda de su hija.

—¿Qué? —preguntó en un susurro— Pero yo estoy saliendo con Mario, ¿eso no es suficiente para él?

—Te seré sincera, hijita. A tu papá no le cae bien Mario, en realidad le cae mal.

Micaela se sorprendió, ya que pensaba que el hombre que estuviese con ella, sería suficiente para su padre.

—Tu papá cree que no está a tu nivel, que es un pobretón que no te va a dar una buena vida como te la podría dar Octavio.

—Pero, yo odio a Octavio... él, por ser hijo de un empresario, se cree un dios griego... Además, él es mujeriego y si no tiene una chica por las buenas, la tendrá por las malas... Mamá, Octavio es un hombre malo, además es muy grande para mí, tiene como 27 —Sus ojos poniendo rojo por el esfuerzo de no llorar enfrente de su madre—. Mamá, tienes que ayudarme para que no me case con ese tipo.

—Voy a tratar de que eso no pase, mamita linda —Besó la mano de su hija y le regaló una sonrisa—. Tú no vas a casarte con alguien que no amas, no vas a repetir mi historia.

—¿Tu historia, mamá?

—Sí, yo nunca estuve enamorada de tu padre, él me secuestró, yo estaba enamorada de otro chico en ese tiempo, pero él era pobre... Mi padre aceptó que me case con tu padre solo por su dinero.

—Entonces...

—La historia de cómo nos conocimos tu padre y yo es mentira, no es lindo decirle a tu hija que su padre secuestró a su madre cuando ella quería ir a una tienda a comprar frutas.

—Papá es un monstruo... Lo detesto.

—Te entiendo, Micaela, pero entiende que no tienes, en realidad, no debes de enfrentarte a tu padre de la forma que lo haces porque puedes terminar peor... Tengo miedo. Aún recuerdo la golpiza que te dio la última vez.

—Entiendo, pero si no lo hago, él va a querer hacer lo que quiera.

—Micaela, ve a ver a María, tienes la oportunidad, ya que tu padre no está.

Micaela asintió y se levantó de su cama para acercarse a su armario y sacar la ropa que llevaría. Y su madre se fue a su habitación a preparase porque acompañaría a su hija.

Cuando ya estaba lista, agarró su bolso y bajó las escaleras. Esperó a su madre en la puerta, ya que la señora se tardaba un poco en estar lista.

—¡Mamá! ¡Apúrate que vamos a llegar tarde! —gritó.

En eso se abrió la puerta de la casa, dejando  ver al "hombre de la casa".

—¿A dónde van?

La muchacha se quedó congelada, su padre estaba borracho con un olor a alcohol espantoso y que no se podía aguantar.

—Papá, ¿dónde estabas?

—Eso no te importa —dijo el hombre arrastrando sus palabras, no se le podía entender.

—Papá.

Micaela lo iba a agarrar, pero el hombre se hizo hacia atrás, cayéndose.

—¡Papá! —gritó la muchacha.

—¿Qué pasa, Micaela? — se escuchó la madre de Micaela bajar las escaleras con desesperación.

—¡No sé! ¡Se desmayó de la nada! —gritó más fuerte. Su rostro estaba rojo de la impotencia de no saber qué hacer— ¡Papá, despierta!

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La única ventaja de que su padre se haya desmayado es que podía estar con su amada.

Micaela y su madre estaban en la sala del hospital, esperando a que el doctor le den información sobre el hombre.

—Mamá, voy a ver a María, no quiero desaprovechar la oportunidad de verla.

—Te entiendo. Ve con cuidado y dame noticias buenas sobre esa chica.

Asintió a la petición de su madre y se fue a la sala en dónde estaban Nicolás y Sebastián.

Cuando llegó sonrió al ver a los dos hombres que la miraron con impresión y con alegría. La vida de Micaela iba a cambiar, pero no se sabía si es para bien o para mal, algunas veces el destino es cruel.

 




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