Pasaron muchos años desde 1970, muchas cosas cambiaron desde ese entonces. Ya es el año 1990.
Cosas infelices ocurrieron que destrozaron los corazones de dos jóvenes que se amaban.
María murió el 25 de junio de 1973 a la edad de 20 años.
Micaela volvió a México, obligada por el hermano de su padre, por petición de este.
15 de octubre de 1970.
Era un día "horrible" para la familia García, ya que la cabeza de la familia murió de un "paro cardíaco" tras una pelea que tuvo con su hija.
Antonio García de 38 años de edad murió el 14 de octubre de 1970, cerca de las ocho de la noche.
14 de octubre de 1970.
—¡Yo no sé cómo puedes amar a una mujer, Micaela!
El hombre ya estaba harto de la "estupidez" de su hija. Harto de que nunca le hace caso y siempre va a estar en contra de él.
—¡No voy a dejar a María! —El corazón de la muchacha latía muy rápido. Sentía que en cualquier momento este le iba a traicionar y se iba a desmayar— ¡No la voy a dejar solo porque tú lo dices! —No pasó ni cinco segundos cuando sentía un ardor en su mejilla, otra vez ese hombre le dio una cachetada— Y tampoco pienso en casarme con el maldito de Óscar.
—Óscar te puede dar una vida de reina... —Trató de explicar, pero fue interrumpido por su hija.
—No quiero una vida de reina al lado de Óscar, la quiero con María.
Micaela intentó escapar, pero su padre le agarró de su brazo izquierdo para luego agarrarla de los hombros.
—¡No vas a arruinar la vida que yo planeé para ti por una asquerosidad, Micaela! —gritó.
—¡No me interesa esa vida que planeaste para mí, padre! —gritó— ¡Si tanto la quieres, entonces ve tú y cásate con Óscar porque me voy a escapar con María y no me importa si es sobre tu cadáver!
Un golpe se escuchó, el hombre volvió a golpear a su hija, pero esta vez la dejó tirada en el piso inconsciente.
Pasaron 3 horas cuando por fin, Micaela se despertó de su desmayo, estaba aturdida y veía que las paredes de la casa daban vueltas.
—¡Papá! —gritó la chica y empezó a subir las escaleras— ¡Esta es la última vez que me vas a golpear, papá porque me voy de la casa!
La chica estaba en frente de la puerta de la habitación de sus padres. Se iba a ir, pero no antes de decirle que ya no era su hija.
—Papá, espero que quede claro que ya no soy tu hija que lo único que nos une es la sangre.
Silencio...
—¿Papá?
Abrió la puerta de la habitación, pero se encontró con algo horrible...
—¡Dios mío, papá!
Entró a la habitación, pero escuchó como sus pisadas estaban en contacto con la sangre del hombre que se esparcía hacia ella.
Antonio García se había cortado las venas. No soportaba la idea de tener una hija enferma.
15 de octubre de 1970.
Micaela estaba enfrente del cajón de su padre. Agarrada de la mano de María que ya tenía días de haber despertado.
Camila no pudo asistir porque su parto fue prematuro, su bebé iba a nacer con siete meses.
—No puedo creer que esté muerto...
—Lo siento mucho, Mica.
—No lo sientas, se lo merecía.
Micaela levanta tu mirada para ver a su mamá, su madre no podía dejar de llorar.
—Se murió de un paro cardíaco —dijo una señora.
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21 de octubre de 1970.
María y Micaela estaba en la cama de esta última, abrazadas mientras estaban desnudas.
—Es la primera vez en meses que estamos juntas de esta manera —dijo María.
—Bueno, te tardaste en despertar, amor.
Los besos y las caricias no faltaron en esa habitación.
Sentían que nada malo podría pasar, ya que Antonio estaba muerto, podían ser tan felices como ellas quisieran, o ¿no?
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21 de octubre de 1970
14:41 pm.
La puerta de la casa de Micaela no paraba de sonar, alguien la estaba tocando con mucha fuerza. El ruido era fuerte y rápido al mismo tiempo.
—Tío?
Lucio García estaba en la puerta. El hombre era mucho mayor que su hermano. Para tener 50 años, era un hombre demasiado apuesto, pero muy conservador.
—Vine por ustedes.
—¿Qué?
—Tu padre siempre me dijo que si él llegaba a morir antes que yo, tengo el derecho de terminar con tu educación.
—No —susurró la joven.
—Tu madre ya está en el aeropuerto con sus cosas y con las tuyas, así que, vamos.
—¡No! ¡No entiendo nada! Hace dos horas que vi a mamá... —Dejó de hablar y continuó— con dos bolsos.
—No tenemos tiempo, hay que irnos.
—No, no me voy.
El hombre cansado por la actitud de su sobrina, hizo una seña para que un hombre entrara y la agarrara como un costal.
—¡No! ¡María!
Esa fue la última vez que se vio a Micaela, dejando a un amor atrás.
20 de noviembre de 1990.
—Ya estamos aquí...
—Mamá, ¿estamos en Argentina para volver a ver tu gran amor de la adolescencia? —preguntó Amanda.
—Amanda, es mi última oportunidad, si no lo hago ahora, no lo haré nunca.
—Ya sabes que siempre te vamos a apoyar en todo, mamá —dijo Aaron.
Micaela miró a sus hijos con mucho amor, ellos siempre la apoyaron desde que se enteraron del pasado de su madre que fue obligada a casarse con su padre.
—Óscar no puede decirme nada, ni siquiera sabe quién es María.
—¡Micaela!
Esa voz...
—¡Camila! —gritó.
Las dos corrieron para abrazarse. Esperaron mucho tiempo para ese momento de poder estar reunidas.
—¿Sabes algo de María?
—No... Como te dije, María, su padre y su hermano se mudaron a otra provincia, pero lo que sé es que doña Sofía sigue acá.
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Micaela y Camila estaban nerviosas, para Micaela, doña Sofía siempre fue una loca que intentó matar a su hija.
—¿Quiénes son?
Una mujer de casi 70 años les abrió la puerta.
"Siempre tan altanera, Sofía" pensó Micaela.
—Soy Micaela, Sofía. Vine a averiguar sobre María. Quiero saber dónde está.