Hace 2 años
El rostro de la joven dama observaban la lejanía con total indiferencia. Debía tener unos 16 años cuando fue retratada. Todavía se observaban rasgos de su niñez y el color utilizado en la ropa, reflejaba que pertenecía a la nobleza o incluso a la realeza. Se podía intuir que su piel había sido tan blanca como la porcelana de la más alta calidad. Su cabello estaba perfectamente recogido sobre su cabeza con sencillos adornos. Bajo el retrato se podía leer: Joven de la era Goguryeo (37 d C – 668 d C). Autor desconocido.
Pertenecía a una pequeña exposición improvisada por el museo de historia, debido a un descubrimiento reciente. En la provincia de Gangwon se habían localizado unas tumbas del reino Goguryeo y en ellas, se habían encontrado gran cantidad de objetos. Entre ellos, ese retrato y gran cantidad de cofres con documentación. En este periodo de la historia coreana, este era el reino más grande y se encontraba localizado en el territorio de Corea del Norte, por lo que era difícil acceder a la riqueza de sus monumentos. Por ese motivo, el descubrimiento en esa localidad, demostraba la expansión del reino y era todo un acontecimiento.
Frente al retrato, un hombre de avanzada edad, observaba la pintura con curiosidad. Gracias a él, se pudo financiar la excavación y se contribuyó a aumentar el patrimonio cultural del país. Una mujer se posiciono detrás y, después de una inclinación a modo de saludo, se colocó a su lado. Espero unos minutos en silencio, pero como ninguno hablaba, decidió romper el silencio.
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El timbre marco el final de las clases y los alumnos comenzaron a recoger sus cosas y a formar corrillos para comentar los últimos chismes de la universidad o el programa que habían visto la noche anterior. Ha Jin cerro la libreta y suspiro cansada. Debía esperar a que el profesor Choi terminara de atender a las últimas alumnas, pero aquello la frustraba demasiado. Sobre todo, porque esas alumnas solo tenían un motivo para comportarse así. Todas buscaban un hombre como él. Era guapo, alto y, sobre todo, joven.
Aburrida de esperar, salió al pasillo y reviso su móvil. Tenía tres mensajes. Su madre le preguntaba cómo estaba y si había comido. El tercero era de Min Ho, su mejor amigo. “Te invito a comer. Nos vemos en el restaurante de siempre. Te espero.” La joven sonrió y guardo el móvil después de responder escuetamente.
Al mediodía, cuando salió por las puertas de la universidad, una débil llovizna bañaba la ciudad. Maldijo por lo bajo, pues no había cogido paraguas. Suspirando, se encamino a la parte cubierta a esperar que escampara un poco. Allí se congregaba una multitud de alumnos, que cuchicheaban sobre un impresionante coche negro aparcado frente a las escaleras de entrada.