Cantame cien veces

4|La primera tarea como presidenta estudiantil

El último fin de semana de agosto culminaba y con él también las vacaciones, a raíz de eso, el lunes por la mañana pestañeé frente al espejo de mano y volví a retocarme el maquillaje dentro del coche. Desde el espejo retrovisor, Peter, el chofer de mi padre, me miraba de reojo mientras frenaba para hacerme salir de la línea adrede.

—Voy a terminar con el labial en la cuenca del ojo si me sigues haciendo eso —me quejé. Él se rio al tiempo que dobló y estacionó en la puerta del KMH, mi instituto.

—No sé por qué te pintas tanto si tienes la belleza de tu madre —comentó echándomelo en cara.

Si mi memoria no me fallaba, comencé a maquillarme a los quince años y desde ahí no había vuelto a soportar salir con la cara lavada. Peter siempre se quejaba, diciendo que pronto me volvería una adicta cosmética y que él me metería a un grupo de maquillistas anónimos que contrabandeaba maquillaje en secreto.

—Me maquillo porque me hace sentir bien y me gusta—defendí, arreglando el color salmón sobre mis labios y preguntándome si no hubiera sido una mejor opción un color más discreto.

Observé mis cejas peinadas y mis pestañas encrespadas, estas disimulaban bastante bien la sombra café que resaltaban mis párpados, tampoco era tanto maquillaje, el problema es que Peter se había vuelto un poco exagerado y cascarrabias.

—Como sea. Disfruta tu primer día de clases. —respondió.

—Lo haré.

—¿Te llevas el almuerzo?

Abrí mi cartera para mostrárselo.

—El mejor emparedado que Susan pueda hacer. —bromeé. Mi nana era la mejor cocinera del mundo. Y él lo sabía, porque varias veces habíamos almorzado los tres.

—Avísame cuando salgas. —Se despidió al fin. Y eso fue suficiente para que me bajara del auto y observara como se marchaba.

Cuando dobló la esquina, lo suficientemente para perderlo de vista, giré sobre mis pies y me adentré a la escuela.

Planté una enorme sonrisa y acomodé sobre el hombro mi bolso. En los pasillos, había más barullo que de costumbre y apenas podía escuchar mis zapatos resonar em el suelo por el ruido, era lo que tenía el primer día de clases, todo el mundo quería contar las nuevas noticias y mostrar las fotos de sus vacaciones.

Levanté la vista y caminé hasta mi casillero, algunos compañeros me saludaron al verlos y correspondí a todos con un ademán amigable. Me encontré con el equipo de porristas, alguno de los jugadores de lacrosse y también algunos chicos del Consejo, pasé delante del enorme cartel vanguardista que daba la bienvenida y decoraba la entrada con una frase llamativa:

«La música puede cambiar el mundo porque puede cambiar a las personas» Yo la elegí. Y me alegraba ver que había gente a su alrededor comentando lo bonita que estaba decorada. Mi primera tarea como encargada del comité estudiantil había tenido éxito.

Seguí mi camino y llegué a mi casillero. Cerca de este encontré a Brittany y a Brenda, dos de mis amigan más cercanas, que casualmente este año habían conseguido tener sus casilleros cerca del mío.

—Buenos días —saludé extendiendo los brazos para abrazar primero a Brittany. A Brenda la había visto hacía menos de cuarenta y ocho horas en la fiesta ,y ya habíamos celebrado el reencuentro, pero a la rubia capitana de porristas, no la veía desde que las vacaciones habían empezado y se fue de viaje con su familia.

—Me hicieron falta este verano —aceptó mi abrazo y me estrechó con fuerza.

—Oye, te acabamos de salvar de cometer un error en tu primer día como presidenta.

Parpadeé, confusa, cuando me giré y vi que Brenda también me miraba con un reproche divertido.

—¿Qué error podría cometer?

—Había que darle el recorrido a los nuevos estudiantes. —explicó Britt.

—Algunos llegaron temprano y ya nos encargamos de ellos. Pero todavía hay otros que recién están llegando —añadió Brenda e hice una pausa mental, intentando recordar la agenda escolar que ayer a la noche había recibido.

Diablos.

—¿Y ahora dónde están? ¿Eran muchos? ¿debieron esperar demasiado?—comencé a impacientarme, la morena ladeó la cabeza y buscó calmar mis ansias.

—Descuida. —me colocó una mano sobre los hombros— Te dije que de ellos ya nos encargamos nosotras, hace unos minutos llegaron otros más, deben estar con el director. Todavía tienes tiempo para remediar el error.

Un enorme peso se me quitó de encima, dejé escapar un suspiro aliviado y recordé lo mucho que quería a mis amigas.

—Entonces guárdenme un asiento para la primera clase. No voy a demorar mucho—avisé, ellas me aseguraron que esperarían por mi allá y no perdí el tiempo, apresuré mi camino por los corredores hasta la oficina del director Smith.

Allí, la secretaria de dirección me saludó y esperé a que le notificara mi presencia antes de entrar a la sala, el reloj marcaba que apenas son las 08:43, cuando me permitió entrar a su oficina.

—Miren, ya está aquí. —Escuché que dijo cuando abrí la puerta. Ronald Smith me sonrió y se levantó de su asiento. —Justo te estábamos esperando.

Con un gesto me señaló a los nuevos estudiantes, los observé rápidamente: dos chicas que supuse eran hermanas y parecían ser de tercer año, y otro chico moreno que seguramente fuera de su misma edad. Las dos chicas me sonrieron de manera genuina, el chico parecía ser más tímido e hizo el esfuerzo por presentarse solo con una mirada, le correspondí a los tres de la forma más amigable posible. Empero, no fui capaz de presentarme por mí misma, pues el Sr. Smith adelantó esa tarea:

—Chicos, ella es Ashley Nave, la nueva encargada del Consejo Estudiantil y la que les dará el recorrido por las instalaciones. —advirtió, apuntando hacia mi dirección— Es una de nuestras mejores alumnas y pertenece al departamento de artes como ustedes tres.

—Espero que puedan contar conmigo cada vez que lo necesiten—me esforcé por emanarles confianza —¿Vamos yendo?

Quise dar un paso hacia delante para comenzar con el recorrido.




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