No me consideraba buena amiga del karma. Mas que nada, porque me devolvía mis acciones con una treta y una sonrisa que denotaba "jodete" en los labios.
Supongo que no debería enfadarme con el karma, justamente se basaba en aparecer en el peor momento para joderte la vida. Puede ser que decir que el karma acababa de joder mi vida fuera muy exagerado, pero al menos sí podíamos estar de acuerdo en que acababa de joder mi día; y seguramente joderá varios días más, si tenía que seguir viendo esas dos caras detestables por todo el año escolar.
Antes de comenzar con el recorrido, el señor Smith dio su típica charla la bienvenida, les explicó algunas cosas básicas como las normas de la institución y sus valores académicos y les advirtió de la exigencia académica que se les pediría.
Agradecí cuando finalmente se despidió y pudimos comenzar con el recorrido rumbo al ala sur.
—Ante todo, deben saber que ya son un poco más afortunados que el resto por haber conseguido una plaza dentro de esta escuela, el KMH tiene una reputación nacional muy buena y garantiza a sus estudiantes un futuro prometedor en lo que sea que decidan hacer. —comencé. Me adelanté al grupo y les pedí a ellos que me siguieran en una fila, era como una maestra de escuela con todos sus alumnos pequeños saltando detrás de ella.
Afortunadamente, esa era solo una realidad paralela (y muy poco creíble) de mi cabeza. Porque si en realidad lo fuera, aquí entre nos, había dos alumnos que me gustaría reprobar y hacer sufrir por haber arruinado mi teléfono.
—Voy a darles una introducción breve para que no se pierdan: El KMH consta de tres edificios, uno de artes, informática y otro de deportes. En cada uno se dictan las asignaturas electivas de cada especialidad. Compartimos la misma cafetería y las asignaturas básicas, así que, si les toca una clase aburrida y no consiguen amigos allí, podrán llevarse bien con los del otro edificio en clase de matemática, química y esas cosas. Las materias de especialidad solo las tomarán con sus compañeros de orientación. Así que intenten hacer amigos.
A continuación, los fui guiando por todos los pisos, les indiqué donde quedaba la cafetería y la biblioteca, también bajamos al primer piso donde estaban ubicados los clubes recreativos y luego subimos de vuelta, para ir encaminándonos hacia los salones.
Los tres chicos de tercero caminaron a mi lado, marchando en silencio y haciendo algunas preguntas útiles cada tanto. Para mi suerte, los otros andaban a paso lento y resguardan la distancia. Aun así, eso no debilitaba mi habilidad auditiva y a pesar de la distancia, sí podía distinguir fragmentos de su conversación.
—¿Es ella, verdad? —preguntó la chica por lo bajo, mi cabeza se esforzó por recordar su nombre. Kate.
—Sí... o quizá no. —titubeó su amigo —No la vi demasiado, pero me resulta parecida.
—Estoy segura que sí. ¿También estará el otro chico?
—Yo al menos no lo vi —aseguró él. Por más que no quisiera indagar mucho en el tema, me pregunté qué tipo de relación tendrán ellos ¿Familiares? ¿Novios? ¿Amigos? La respuesta no era tan fácil de deducir
—Por la voz estoy bastante segura que es ella...—continuó— y mira lo que lleva puesto.
Mis cejas se fruncen con extrañeza ¿Qué tenía mi ropa?
Me resultó irónico que él preguntase exactamente lo mismo.
—Conozco esa marca. Es cara. —respondió ella. —Y aun así se puso histérica con lo del teléfono.
En momentos como ese, detestaba a mamá y a su necesidad constante de presumir de la riqueza familiar. La gente siempre veía el lado negativo a todo, si eras pobre, si eras rico, por la ropa que te viste o las marcas que no podías pagar.
—Ya te dije yo que estaba intentando aprovecharse. —contestó él, unos segundos después.
—No me puedo creer que todavía exista gente así.
Apreté las manos en un puño y contuve las ganas de voltearme para echarles en cara que los estaba oyendo. No tenía por qué enfadarme por esas tonterías, debía mantener la calma y la sonrisa.
La calma y la sonrisa...
—Es acá —interrumpí adrede, pero sin mirarlos directamente. En vez de eso, dirigí mi mirada a los otros tres chicos—Este es el salón de tercero. La clase habrá comenzado hace unos minutos, pero no se preocupen, no ponen llegada tarde el primer día.
Me despedí de los mas jovenes del grupo y esperé a que entrasen correctamente. Cuando me di la vuelta, caí en la cuenta que ahí mismo iniciaba mi suplicio.
—Hola otra vez. —saludé.
Suspiré y me pasé una mano por la parte buena de la cara. Ella siguió mirándome fijamente, esperando a que dijera algo.
—Sabíamos que eras tú. —terminó hablando primero.
—Lo supuse—finjí amabilidad. Intentó ser amable también y me correspondió con el mismo gesto —Díganme para que clase van, así los llevo.
Hubo un momento de silencio en el que el oji-azul me miró, pensativo, como si tuviera algo en la punta de la lengua pero no supiera cómo decírmelo. Le fruncí el ceño.
—¿Qué sucede?
—Kate Winkler y Hayden Dyer. —se presentó evadiendo el cuestionamiento, señaló la dirección del salón que se les había sido asignado—Departamento de música, último año.
Y por segunda vez en el día se me encogió el estómago.
—Clase C—añadió.
El karma definitivamente no me tenía buena estima.
—Qué casualidad. —ironicé. Aunque no quise que sonara de manera tan sarcástica.
—¿Tú también? —exclamó con los ojos más abiertos que de costumbre.
Asentí.
—Vaya, que sorpresa.—admitió, tampoco pareció agradarle la noticia.
Decidí que esa conversación ya se había terminado y enfilé hacia su clase de turno. Afortunadamente para mí, aunque nos toquase compartir el mismo salón de música, su lunes había comenzado con una materia núcleo diferente a la mía.
Me detuve varios metros antes del laboratorio de física.
—Bueno, pues ya he terminado de ponerlos al corriente. —me encogí de hombros finalizando el recorrido. —Bienvenidos al KMH.