Cantame cien veces

9| Reclamados como protagonistas.

Acabábamos de llegar a Pittsburgh, pero ya tengo ganas de volver a casa.

Todavía había cajas sin abrir en el pasillo de entrada y eso me daba esperanza de estar a tiempo para regresar a Washington; Era consciente que mis padres me amaban, que desde que era pequeño me habían animado a perseguir mi sueño de querer convertirme en compositor, pero como cualquier tipo de padres, tampoco deseaban que su hijo se muriese de hambre, y la capital, a pesar de ser la tierra de los sueños americanos, también era el sitio donde se encontraba las peores escuelas públicas del estado, y fue por esa razón que se mostraron especialmente aliviados con el nuevo puesto de trabajo de mi padre en Pensilvania.

Ahora bien, entrar al KMH no fue tarea fácil, a nadie se le haría sencillo entrar a una de las academias privadas más importante del país, pero desde pequeño había sido el pianista de una chica talentosa que cantaba como los dioses, y eso, sumado a que nuestros padres compartían profesión y a su madre le habían ofrecido el mismo puesto de trabajo que a mi padre, había servido de gran ayuda.

—Me has mentido. —protesté a Kate, alias la traidora que me había engañado para venir.

—Te estoy haciendo un favor que luego me vas a agradecer. —señaló convencida.

—Me has mentido. —insistí.

—La idea no fue mía. Pero no me parece mal que empecemos de cero e intentemos llevarnos bien. A fin de cuenta, ahora él es mi compañero de equipo y ella es la tuya. No pueden trabajar juntos si se odian.

—Yo no trabajo en equipo con personas mentirosas—recordé el inconveniente con su teléfono, luego mis ojos recayeron en ella —Mucho menos debería estar acompañando a otras.

Hizo una pausa, mordiéndose el labio. Luego blanqueó los ojos y negó convencida.

—Me lo agradecerás luego de conocer Londres.

—Mi ego no es tan grande como para creerme capaz de ganar esa competencia. —farfullé.

—Yo te ayudaré.

A continuación, ya no contesté. Me limité a seguir sus movimientos, ella llevaba las indicaciones en su teléfono y era la que sabía hacia dónde ir. Me aparté del maromo de gente que se nos acercaba para ir enfilando hacia los juegos y cuando menos me lo esperé, noté que había tomado mi mano y tiraba de ella para evitar que nos perdiéramos.

Se lo agradecí a regañadientes porque lo que menos quería era extraviarme y tener que volver a casa solo, todavía no me acostumbraba a que en Pittsburgh solo existiera una línea de metro y que todo el mundo se manejase en autobús.

Cruzamos la primera mitad del parque sin problema, pasamos por delante de los autos chocadores—No. Mas. Accidentes. Automovilísticos —y del carrusel para niños. Fue cuando llagamos a una fachada imponente de tres pisos que nuevamente Kate abrió la boca para decirme:

—Mira, es idéntica a la de allá. Hace años que no la visito.

Apuntó a la lo que simulaba ser una mansión embrujada, con las ventanas rotas y el jardín delantero repleto de telarañas y arañas gigantes.

—Seguramente tenga los mismos trucos.

Se giró un poco para verme, cuando sus ojos grises se chocaron con los míos, noté que no le hacía gracia mi comentario.

—Aguafiestas. —reprendió— Yo sé que lo dices porque todavía te da miedo.

—No digas tonterías.

Se cruzó de brazos con una sonrisa pequeña en los labios y fui consciente de lo poco creíble que era.

—Te voy a demostrar que no —añadí antes de que dijera algo— Nos podemos subir si quieres, cuando quieras. Ahora sería una buena idea.

—Ahora tenemos que encontrarnos con ellos, no podemos.

Y sentí una punzada de alivio instaurarse en mi pecho, sabía que esa sería su respuesta.

Mientras nos dirigíamos al punto de encuentro, le eché un vistazo a mi mejor amiga, y de pronto la noté un poco más intranquila que hacía unos instantes.

Quise preguntar que la traía así, pero fui incapaz de hacerlo porque a la distancia mis ojos se encontraron con la silueta de una chica rubia, vestida con falda roja y chaqueta de cuero color crema y a su novio, vestido con el mismo tipo de tela, pero de negro. Se levantaron de la mesa y comenzaron a encaminarse hacia nosotros.

Los pocos metros que recorrieron hasta llegar a nuestro lado se me hicieron eternos. Cuando llegaron, el sentimiento de bruma e incomodidad me pesó sobre los hombros, de reojo observé que a mi lado, Kate les saludaba sonriente intentando demostrar lo contrario, pero la conocía muy bien y sabía que ella también estaba empezando a incomodarse.

—Perdón el retraso. —se disculparon, aunque en realidad hubiesen llegado antes.

—Nosotros apenas llegamos, —le restó importancia —nos entretuvimos conociendo un poco más de la ciudad. Pittsburgh es precioso.

—No creo que se compare a Washington. — añadió el novio de mi compañera de dueto.

—Para ser sincera, siempre quise mudarme a una ciudad con menos tráfico.

—Supongo que para evitar chocar coches, ¿verdad? —advirtió ella, con una mirada ácida.

Eso la dejó pasmada durante unos segundos, a lo que Kate sonrió un poco.

—Al menos intentarlo.

La que era mi compañera de dueto, a pesar de detestar muchísimo la idea, esbozó una sonrisa de labios fruncidos, mientras ajeno a la situación, su novio propuso la idea de subirnos a la primera atracción, que por votación, terminó siendo los autos chocadores, donde para mi suerte, pude chocar accidentalmente con su vagón más veces de lo que a mi mejor amiga le gustaría.

—Han sido ellos los que se cruzaron, te lo juro.

—Es la séptima vez que usas la misma excusa. —se quejó después de que se nos haya terminado nuestro turno.

Me salí del vagón con facilidad y extendí mi mano hacia ella.

—Ya vez que no solo a ti se te da mal conducir. —contesté, ganando una mirada de odio por su parte antes de aceptarla.

Cuando nuevamente estuvimos los cuatro juntos, el único que tenía una sonrisa genuina en la cara era el fortachón de más de metro ochenta, que abrazaba a su novia por la cintura diciéndole que no fuera una gruñona, mientras esta, sin disimulo, me lanzaba miradas cubiertas de veneno.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.