Cantame cien veces

11| Hacerle daño a Ashley Nave

Tuve que pedirle prestado el teléfono para llamar a Peter y poder volver a mi casa. Cuando llegué ya eran pasadas las ocho, mi padre estaba entretenido con una llamada de trabajo que ni se percató de que ya estaba ahí y por otro lado, mi madre ya se había encerrado en su habitación, así que sabía que no iba a salir de ahí hasta la siguiente mañana. Por esa razón me fui a mi cuarto, y como no tenía otra cosa que hacer; me dormí.

A la mañana siguiente cuando me levanté, sentía el cuerpo rejuvenecido y las energías a tope. Me tomé mi tiempo para llenar la tina con agua caliente y escogí con cuidado mi ropa, cuando el reloj marcó las siete y media, bajé a la cocina para tomar algo de desayuno y pegué un post-it en el refrigerador para que mis padres lo vieran. Les avisé que mi teléfono estaba roto y que fue un accidente, también les deseo un bonito día y que me fui temprano al instituto.

La primera clase de los miércoles era Biología y sentada en la mesa habitual, encontré a Brittany y a Brenda.

—Buenos días—las saludé, apenas había un par de compañeros, lo que nos daba un rato libre antes de que la clase comenzara y por lo tanto, su sumaban puntos extras a mi buen humor de esa mañana.

No obstante, cuando me fijé que sus caras estaban serias y apagadas me percaté de que el buen día se había acabado sin ni siquiera haber comenzado.

—Hay algo que deberías saber, pero no queremos preocuparte—inició Brenda al apenas darme tiempo de sentarme.

—¿Qué sucede?

Se quedaron en silencio. Muy bien, ya me habían preocupado. Insistí.

—Es sobre Maxwell. —terminó soltando Brenda.

—Disparen ya.

Se miraron entre ellas por segunda vez, pero ninguna respondió enseguida y eso solo hizo que un montón de malas noticias se maquinizaran en mi cabeza, quise hacerme creer que mientras no estuvieran involucrados accidentes o muertes, nada podía ser tan malo.

—Ayer lo vieron salir con una chica. —añadió finalmente Brittany.

—¿Qué chica?

—Con Kate.

Los ojos verdes de Brittany me miraron tristes, me atrevería a decir que decepcionados. Ambas habían soportado mis meses de flechazo por Maxwell el año pasado, sabían lo mucho que le apreciaba y debían de suponer que enterarme de esto me partiría el corazón.

—Deben haber salido juntos para trabajar en la competencia, él me avisó que irían al parque —expliqué.

—Ya, si tú lo dices—murmuró Brenda, solo tuve que escuchar su tono de voz para darme cuenta que estaba molesta.

—¿Hay algo más?

—Los vieron en una cafetería. —añadió—Nadie va a componer música a una cafetería.

Me quedé en silencio, no lo comprendía. ¿Por qué me había mentido? Quizá solo habían cambiado de planes. Prometí no ser una novia celosa y hasta ahora había sido fácil porque él nunca me había dado motivos.

—Bueno, seguramente...—empecé de nuevo.

—Sea lo que sea no tiene buena pinta—interrumpió, cerró el libro que estaba utilizando para repasar lo de la clase pasada y tomó su bolso para buscar su teléfono—Eso no es lo único.

¿Todavía más? Definitivamente boté a la basura mi buen humor del día.

Tecleó rápido en él y me lo dejó a la vista.

—Alguien se creó una cuenta de Instagram para molestarte. Mira la foto que subió.

Mis ojos se lanzaron sobre pantalla para escanear con rapidez. Era una fotografía que se tomó desde fuera de un café, allí visualicé la silueta de Max sentando con una chica mientras compartían un helado. La cara de él estaba visiblemente expuesta, pero la de ella apenas se veía. Más, aun así, no hacía falta que la escrutara demasiado para darme cuenta que era muy similar a la apariencia de Kate.

Ahora bien, la foto no era la peor parte; debajo de ella el usuario había escrito:

¿Será que ahora el capitán de lacrosse se aburrió de las rubias? @Ashley.Nave , será mejor que te esfuerces para no perderlo, o en efecto; que te busques a otro mejor.

Y seguido a esto, la etiqueta de mi muro en Instagram. Desde que mi teléfono se había roto, ya no tenía como poder entrar a mi perfil, pero todas las personas que me seguían—más de medio instituto—podían ver esa fotografía en mis etiquetas.

Y la historia publicada, por supuesto.

La vista se me nubló con solo pensar en todas esas personas que podrían estar circulando la noticia y creyendo el absurdo rumor.

—No hagas caso a eso, esa persona solo quiere atención—consoló Brittany—Además, no deberías dejar que esa chica te quite tu buena imagen por estar con Maxwell.

—Es que no están juntos. —reclamé.

Debía mantenerme al margen si no quería ser el centro de habladurías del instituto por unas semanas.

"Vamos, defiéndete"

—Tengo buena imagen porque soy jodidamente carismática, bonita y buena en todo lo que se me cruce por la mente. No le debo nada a él —espeté luego de que Brittany insistiera en que no perdería popularidad por Maxwell.

No obstante, ni mi propio consuelo servía de ayuda. No solo comenzaba a sentirme insegura, sino también comenzaba a sentir dudas sobre qué tan amistosa era para los demás. Siempre había creído no tener problemas con nadie, me habían elegido presidenta porque le caía bien a todo el mundo, pero ahora, viendo a ese nuevo heter de redes, ¿Quién podía tener razones para fastidiarme?

Después de haber estado las siguientes clases analizándolo, llegué a la conclusión de que si podía conocer a alguien que quisiera humillarme públicamente y fastidiar mí año.

Y su nombre era Colette Newman.

La chica pelirroja y con la cara llena de pecas que hizo las pruebas de ingreso conmigo tres años atrás. Cuando nos conocíamos era una chica listísima que había ingresado al departamento de artes por error y buscaba transferirse al de informática, porque no solo resultaba ser una belleza despampanante, sino que tenía un cerebro todavía más envidiable.

Al principio fuimos muy unidas, pero pocos meses después de cambiarse de especialidad, el espíritu maligno de Regina George la poseyó y se volvió una arpía, tanto así que cuando le conté que estaba pasando más tiempo con Max y sus otros amigos, decidió intentar tener algo con él. Claramente no lo consiguió, pero eso solo hizo que se enfadara conmigo y que quisiera hacerme la vida imposible cuando las cosas comenzaron a resultarme bien.




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