Existían tres cosas en el mundo que disfrutaba bastante; la buena música, pasar tiempo con Sarah y saber un secreto del que nadie más se había percatado.
Ayer en la noche había descubierto uno; mi compañero de dueto estaba enamorado, quizá había dejado a una enamorada en la capital y por eso parecía tan malhumorado, quizá le habían roto el corazón o quizá nunca se le hubiese declarado. Fuera cual fuera la realidad, la expectativa era intrigante. Pero, aunque me muriera de ganas de indagar más sobre el tema, la clase de baile no era un buen momento para hacerlo.
Dejé de prestarle atención a las teorías descabelladas que se me formaban en la cabeza cuando Brittany llamó mi atención.
—Oye, Ash. ¿No te has replanteado la idea de ser mi co-capitana? —Me preguntó arreglándose las agujetas de los zapatos desde las gradas. —Tara no quiere serlo porque necesita enfocarse en los próximos parciales.
Me dio un poco de mena oír la noticia, Tara era una de las integrantes más antiguas del grupo de baile, y otra de nuestras buenas amigas.
—¿Me lo dices de verdad? —pregunté un poco ilusionada. Levanté la vista y observé que ella también lo estaba.
El gimnasio se encontraba prácticamente vacío, solo lo ocupaban las demás integrantes del equipo, preparándose para comenzar a calentar y un grupo de educación física que corría alrededor de la cancha.
—Este año con el tema de tener que estudiar de más para hacer los ingresos a la universidad, se me complica cargar con todo el equipo de animadoras sola. Sé que a ti te encanta todo lo relacionado a la organización, así que supuse que te agradaría la idea—me explicó, no tuvo que hacer un esfuerzo sobrenatural para convencerme, desde el segundo uno ya sabía que le diría que sí.
—A mí me encantaría.
—Entonces cuanto antes daremos la noticia—me dijo. Y no tuvimos tiempo a seguir conversando porque la entrenadora Jonhson dejó de prestar atención al grupo de educación física, para ponernos un ejercicio de calentamiento.
Nos encaminamos al centro de la cancha y comenzamos a estirar el cuerpo.
Por falta de tiempo no había podido ir a cambiarme antes, solo estaba esperando el momento adecuado para poder salirme sin que nadie me detuviera. La mayoría de las chicas ya venían vestidas con el cuando entraron al gimnasio, solo las integrantes nuevas no lo llevaban puesto.
Sali al corredor a toda prisa y me metí en el baño-vestidor más cercano. Me demoré poco cambiándome y cuando salí me echo un vistazo en el espejo. Me sentía un 10 cada vez que lo llevaba puesto.
Mi silueta se veía más delgada y el violeta era mi color favorito. Me gusta que las medias blancas cubrieran mis piernas hasta las rodillas, y que la blusa con las letras KMH incrustadas en el pecho se adhiriera a mi cuerpo.
Abrí el grifo y mojé las palmas de mi mano antes de arreglar mi coleta, de esta forma los mechones rubios se quedaron fijos. Me fijé que el delineador también se me viera bien y todo parecía perfecto. Cuando estuve dispuesta a salir, la puerta se abrió y la silueta de otra chica se golpeó conmigo
—Hola —me saludó.
Por un momento, no supe muy bien qué decirle, después de todo, no pensé que iba a tener que hablarle de nuevo.
—Hola. —correspondí. —¿Necesitas algo?
La pregunta salió más brusca de lo que pensé. Kate se mordió los labios con inquietud y me devolvió la mirada con sus enormes ojos grises.
—Solo quería venir a disculparme... de hecho, hace días que quiero hacerlo, pero no sabía cómo lo tomarías. Vi lo de la foto y sé por Maxwell que por culpa de ella tuvieron problemas—titubeó nerviosa apretando los puños a su cadera. — Quería aclarar que no deberías preocuparte por mí. No soy esa clase de chica.
Me gustaría preguntar a qué clase de chica se refería, pero preferí omitir la pregunta por no seguir perdiendo el tiempo. Sé que no vale la pena enfadarme con ella por seguir indagando con el tema. En primer lugar, porque mi novio era Max, y si alguien debiera de explicaciones sería él. Y segundo, porque básicamente ya habíamos vuelto a estar bien, no tenía sentido seguir discutiendo.
—Está bien. No me debes explicación ninguna. —manifesté. Busqué sonar más amigable que la última vez—Estamos en paz.
Y nos quedamos en silencio.
A continuación, pareció que las dos dudábamos a la vez sobre cuál sería el próximo movimiento, así que decidí que marcharme primero.
—Siento mucho que esa foto casi haya roto tu relación.
Me detuve antes de llegar a la puerta, confusa.
—No has roto nada. Solo fue una discusión.
—¿En serio? —preguntó, extrañamente desmotivada con la perspectiva. —Bueno, yo creí que...da igual. De todas formas, me alegro.
—¿Qué creíste?
—Nada, tonterías. —evadió el tema. —De veras me alegro por ti, se ve que el chico te quiere.
—Eso no lo dudo.
—Me reconforta que estemos en paz, no me hubiera gustado comenzar una guerra.
Entrecerré los ojos. Ella lo notó enseguida.
—Bueno...no una exactamente. Tú me entiendes —dedujo —Odiaría que una de las chicas más populares del instituto me diera guerra por culpa de una foto que da entender cualquier cosa. —explica, dando un paso hacia mí.
—Ya veo —me aclaré la garganta para proseguir —Ya no deberías preocuparte. Y no quiero sonar grosera, pero me tengo que ir.
Asintió sin pensárselo, me despedí otra vez y salí al corredor. Decidí no girar la cabeza para ver si me seguía, no quise darle el gusto de pensar que me preocupaba su presencia detrás de mí.
Llegué al gimnasio y habían empezado con la coreografía, me acerqué buscando pasar desapercibida antes los ojos de la entrenadora, pero no lo logré ante la mirada de Britt.
—¿Y tus pompones? —preguntó cuando llego a su fila. Joder. Miré a mis costados y en efecto era la única que no los tenía.
—Los habré olvidado en mi taquilla.
—Los vamos a usar ahora para una rutina.
Si no me hubiera encontrado a Kate en el baño, habría recordado que los había dejado allí.