Todo el mundo creía que era una zorra.
Al menos eso insinuaban los mensajes que me llegan a Instagram y de números desconocidos a mi teléfono. Mis notificaciones colapsaban de comentarios malos e insultos en mis publicaciones. Le había roto el corazón al chico más querido del instituto. Al que todo el mundo le caía bien. No pude evitar leer cada uno de ellos y sentir enormes ganas de vomitar por la culpa y el enojo. Tampoco podía evitar sentir los nervios y el miedo de llegar el lunes a la mañana al KMH. Una parte de mi quería aferrarse a lo positivo. Pero la realidad era que no había anda positivo en ellos.
La gente no me lo iba a hacer fácil ese día.
Lo confirmé cuando al caminar por los pasillos, observé como algunas personas me señalaban sin descaro y sentí que varias miradas se me trepaban por el cuello. A pesar de que había intentado desviar mi atención del teléfono, se me formaba un nudo en el estómago cada vez que lo revisaba y veía que no tenía respuesta a ninguno de mis mensajes.
La ley de hielo era inevitable, que no me hubiera tomado por sorpresa no significaba que eso doliera menos. Maxwell llevaba ignorándome los mensajes desde que habían comenzado las vacaciones y me dolía que mis amigos también hubieran decidido hacerlo. Se sentía como si hubiera jugando un partido completo de lacrosse y me hubieran elegido a mi para ser la pelota, los músculos me pesaban más que nunca cuando comencé a encaminarme hacia el comedor y sentía tener el estómago revuelto.
Me imaginé entrando y visualizando como todos me comenzaban a echar pestes. No me sentía capaz de soportar una humillación más, sin embargo, me cercioré de que tampoco era capaz de defenderme de una cuando al apenas entrar escuché:
—Estoy segura que Maxwell Ryder debe sentirse destrozado.
—Pues yo estoy muy dispuesta a consolarlo —La cafetería estaba repleta como casi todos los días, y a pesar de los murmullos y las voces constantes, era capaz de escuchar la conversación de un grupo de tres amigas.
—Imagínate lo que debió sentir cuando vio la foto. Yo en su lugar no solo me estaría furiosa, me sentiría traicionada.
—Pero aparentemente ya estuvo buscando consuelo. —chismeó la segunda sonriendo.
—Desde que se volvió capitán de lacrosse se volvió más caliente.
—Habrá que probar suerte.
Las demás voces se mezclaron entre ellas como si se tratara de una radio desincronizada. Eso fue suficiente para que mi sangre comenzara a hervir, quise darme la vuelta e ir hasta su mesa para decirles unas cuentas verdades; pero la voz de mi conciencia me pidió que me calmase, no ganaría nada ocasionando otro revuelo. Solo debía ignorar, respirar hondo y seguir mi camino.
Aunque el diablito de mi hombro izquierdo me dijera todo lo opuesto.
No obstante, hice mi mayor esfuerzo por ignorarlo y le mandé indicaciones a mis piernas para que se movieran en dirección recta, en la mesa más alejada del resto, justo al lado de los ventanales estaban sentados mis amigos de siempre. Observé a Brenda reírse junto a Tara, Rebecca y otra de las animadoras, y a Dash y a Trenton junto con Lena. También visualicé a Brittany junto a su nuevo ligue, Alexis, charlar animadamente sin percatarse de mi presencia. Caminé hasta ellos y por primera vez, los pocos metros que nos dividían me parecieron gigantes, cuando llegué a su lado, para sorpresa mía, las voces se callaron y todos se quedaron en silencio.
—Hola —saludé.
Los breves instantes donde vi examinándome, se me volvieron interminables.
—Hola —me regresó Ashton, con el intento de una sonrisa sincera que terminó resultando más forzada.
—Creímos que no ibas a venir. —musitó Lena, jugueteando con la cucharilla de su yogurt—Como no supimos nada de ti estos últimos días...
—Les envié mensajes durante toda la semana, los que no quisieron contactarse fueron ustedes.
Mi mirada se dirigió rápidamente a una de mis mejores amigas.
—No creí que quisieras hablar con nosotros después de todo lo sucedido.
El tono de Britt sonaba triste, confundido tirando a pena.
—Además, no sería correcto de parte nuestra elegir bandos. Lo mejor sería que entre ustedes resolvieran sus problemas. —concluyó Dash, que en realidad parecía más entretenido con el pelo de Rebecca.
—¿A que bando te refieres? Ustedes son mis amigos.
—Ambos lo son y...bueno, tú le has metido los cuernos. —Defendió esta última, cosa que me hizo doler el pecho.
—¿En serio prefieren creer a una instagrammer de quinta antes que a mí? —me desesperé— Yo no le fui infiel.
A nuestro alrededor vi que había algunos otros estudiantes curiosos que desde otras mesas han comenzado a observarnos, pero esta vez, las miradas en el cuello me trajeron sin cuidado. Ahora solo me preocupaba mis amigos y encontrar la forma en la que pudiera garantizarles que estaba diciendo la verdad.
—Hay una foto, Ash. La gente habla mucho y nadie va a defender una infidelidad cuando hay pruebas. —Tara fue la única en admitir lo que todos pensaban.
«Pruebas» Repito. No se las llamó de esa forma cuando dos meses atrás, había salido una fotografía de él cenando con Kate a escondidas.
Dejé de prestarle atención a Tara para fijar mi mirada en una de mis mejores amigas. Brenda, que todavía pertenecía callada y sentada al lado de Alexis, levantó la mirada al notar que la observaba.
—Tú me conoces—garanticé—Eres mi mejor amiga. Sabes que no sería capaz de algo así ¿verdad?
La morena pestañeó, sacudió la cabeza e intentó mediar palabra, pero no puede emitir ningún sonido.
—Brenda...—insistí. Casi pareció que estaba intentando convencerse a sí misma.
—Lo siento, Ash. Estoy segura que si...
Ya no oí más, eso fue suficiente para que mi estómago se me hiciera un vuelco y tuviera ganas de llorar. La indignación se me coló en los labios y me di la media vuelta para huir de allí. En el estómago se me mezclaba una extraña sensación de traición y enfado. No se me pasaba por la cabeza que ellos hubieran decidido lavarse las manos y ahora me estaban dando la espalda.