H A Y D E N
Me percaté de que la invitación podía haber sido una pésima idea cuando antes de que el reloj diera las siete, desde el piso de abajo pude reconocer la voz de mi madre, fuerte y autoritaria, peleando contra mi hermano.
La situación no me resultaba extraña, ¿cómo podría resultarme extraño algo que sucedía aproximadamente cuatro veces a la semana? pero eso mi compañera de dueto no lo sabía, y noté su estupefacción con solo ver sus enormes ojos azules abrirse como platos. Estaría mintiendo si dijera que su asombro no me resultaba satisfactorio, quería relamer el "te lo dije" en mis labios, pero antes, debía asegurarme que mi madre y mi hermano no estuvieran transformando la sala de estar en un campo de batalla.
Sali de la habitación, susurrándole una disculpa y al llegar al piso de bajo, Luke se encontraba a pocos metros de la puerta y nuestra madre de espaldas con los brazos alzados en su dirección, bramando.
—Te voy a meter en un internado, ¡Te juro que lo voy a hacer! —rugió llevándose las manos al pelo y peinándoselo hacia atrás alterada. —Como se entere tu padre...¡Y que sepas que esa cosa no entrará a mi casa!
Su dedo acusador apuntó directo hacia la mochila que mi hermano tenía a pocos centímetros de los pies, mis ojos pasaron de él al bolso sin comprender lo que sucedía, y al alzar la vista, finalmente mis ojos hicieron contacto visual con mi hermano. Vocalicé un ¿qué hiciste ahora? que él decidió no responder.
—¿Qué pasa? —intervine.
Los ojos de nuestra madre destellaron veneno cuando se dio la vuelta para verme y responder:
—¡Que tu hermano se ha traído un lagarto en la mochila!
Mi boca se entreabrió de golpe y lo miré con atención, nuevamente sus ojos un poco más azules que los míos evitaron el contacto visual.
—Lagarto no, dragón Barbudo—corrigió vagamente—. Mamá lo ha asustado y ahora no quiere salir de la mochila.
—¿Que pretendías que hiciera? Lo soltaste antes de que pudiera estacionar, casi me haces estrellar el auto. —alzó las manos de vuelta.
—¿De dónde has sacado un lagarto? —interrumpí. Mamá regresó la cabeza a mí de golpe y se cruzó de brazos, esperando una respuesta.
Luke soltó un bufido. No recordaba cuando había sido la última vez que compartí una conversación con mi hermano donde no hubiera bufidos, indiferencia o quejas de su parte. Mi madre me había explicado que era por la preadolescencia y que solo íbamos a tener que soportarlo durante unos pocos años, pero ella sabía más que nadie que él había tenido el malhumor de un preadolescente desde que aprendió a caminar.
—Me lo ha prestado la hija de los vecinos. — sus palabras se pisaron entre sí mientras veía cómo nuestra madre fruncía el ceño por terca vez.
Esperé a que diga algo más, que me soltara cualquier cosa, pero se quedó callado, con la cabeza nuevamente gacha.
—¿La misma que te dio una patada en tus clases de karate la semana pasada? —insistió mi madre.
Mi hermano destensó los hombros, aceptando que eso no parecía ser algo fácil de creer.
—Está bien—inhaló— se lo robé.
Cerré los ojos por inercia antes de que madre lance un grito que seguramente se estuviera oyendo desde afuera. Me pregunté si Ashley estaría fisgando detrás de las escalaras o habría preferido quedarse en mi cuarto y hacer como si no estuviera oyendo nada.
—Se lo devolveré—aceptó luego de que mi madre continuase gritando que ya no quería más problemas con los vecinos Williams—Solo quería asustarla.
A mi madre se le marcaron ligeramente un par de venas en la frente, no tenía que ser un genio para adivinar que se venía una segunda ronda de discusión. Pero, antes de que diera un paso hacia delante y me entrometiera, ella terminó cerrando los ojos y dejando escapar una bocanada de aire.
—Cuando llegue tu padre vas a ir con él a devolver esa cosa. —manifestó y se reacomodó los mechones salidos de su coleta. —Y sobra decir que no verás la consola de juegos hasta que tengas treinta años.
Mi hermano murmuró un "como sea" y antes de que mi madre se lo reprimiera, los escalones de la escalera crujieron y al lazar la vista en esa dirección, vi como Ashley bajaba de ellas con timidez. Sacudí la cabeza y me hice a un lado para que entrara y de inmediato la cara de mi madre se transformó en una sonrisa fresca e iluminada.
Aunque claramente sus ojos se clavaron asesinos en mí. Di por sentado que hubiera preferido saber de antemano que había visitas en el piso de arriba.
—De saber que teníamos invitados no hubiera hecho tanto escándalo. —se disculpó apenada—. Pero que alegría verte nuevamente por aquí.
—La he invitado a cenar —dije estirando la mano sin darme hasta rozarla. Nuestros brazos se tocaron y no terminaba de comprender bien cómo su tacto siempre fuera cálido incluso cuando las temperaturas eran bajas. —¿Te parece bien?
—Solo si no es inconveniente. —aclaró Ash.
—Siempre hay comida para otro más —bromeó mamá—Además, de esa forma me voy a contener de hacer iguana a la parrilla.
—Mamá...—Luke se quejó. Y como lo conocía bien, sé que abrió la boca para corregir—Dra...
—Cuarenta años.
Se le cerró con rapidez. Esta lo apuntó con el dedo y luego hacia mi compañera.
—No seas un maleducado, saluda a la amiga de tu hermano. —demandó, para luego disculparse diciendo que iría a darse un baño antes de la cena.
—Luke—se presentó este extendiendo la mano sin ganas. Mi compañera de dueto se inclinó un poco para aceptarla, cosa que sin duda no le hizo gracia. —Y yo que tú me iría corriendo ahora mismo, mi madre cocina fatal desde que ve los programas de comida tailandeses.
—No huiré siempre y cuando no sueltes a esa lagartija a la hora de la cena. —bromeó.
—Así que eres de esas...— dijo tan seco que de repente olvidé porqué estaba intentando que mamá no lo matara—Es una pena que no te gusten los lagartos, si te doy un consejo, vete acostumbrando porque mi hermano tiene la cara de uno las veinticuatro siete.