Acompañar a una embarazada a un ultrasonido era bastante incómodo cuando no se era el padre del bebé.
Mas aun cuando a ella la miraban mal por creer que estaba saliendo con un chico mucho más menor que ella.
Y todavía más cuando ese chico se trataba de su hermano.
Aun así, cualquier momento de incomodidad se desvaneció al sentir el latido de un pequeño individuo todavía formándose, y todavía más cuando Magalí le preguntó a la doctora Smith si ya se podía saber su sexo.
Un niño más a la familia Dyer. Aunque quise evitar emocionarme cuando me tomó la mano y sus ojos se llenaron de lágrimas, los míos se humedecieron también con solo pensar que en un par de meses más, habrá un integrante más en la casa que llevará la sangre de mi joven hermana.
Dos horas después, el reloj de la cocina marca las doce del mediodía y como queda agotada después de visita al médico, me dispongo a cocinar.
La tarta de verduras estaba en la olla y los filetes de carne en la sartén cuando el timbre sonaba dos veces y mi hermana no bajó a contestar. Di por hecho que desde que estaba embarazada su sueño era más pesado, y como resultaba irritante oír el timbre una tercera vez, salí de la cocina rumbo al pasillo de la entrada.
—Creí que no había nadie. — dijo la persona del otro lado de la puerta, y aunque no debería tomarme por sorpresa, es lo que hizo exactamente.
—¿Qué haces aquí?
—No has ido a clase —respondió —Y nunca antes te había molestado mi visita.
—Ni lo hará—corregí, me remuerde un poco la conciencia saber que había sonado borde con ella—Solo me sorprendí porque hacía semanas que no venías a visitarme.
Me dio la impresión de que los dos estábamos intentando sonar lo más empáticos posibles —a ella se le daba mejor que a mí, eso estaba claro—pero que la tensión entre ambos resultaba innegable.
Desde que sus entrenamientos con las animadoras y sus salidas con Maxwell se habían vuelto más frecuentes de lo normal, ya casi ni teníamos tiempo para nosotros. Y no la culpaba, yo también mantuve mis últimas semanas ocupadas con las reuniones con Ashley y con mi propio nuevo grupo de amistades.
—¿Ya te has olvidado de tu mejor amiga?
Me gustaría decir: Pensé que tú me habías olvidado a mí.
Pero terminé diciendo:
—Sabes que eso sería imposible.
Me moví de la puerta para que Kate pudiera pasar, la verdad era que ahora tenía un buenísimo aspecto, aunque la realidad era que para mí lo había tenido desde siempre, solo que, desde nuestra llegada al KMH y sus nuevos amigos, había algo en sus ojos y en su forma de caminar que era diferente. Había seguridad y confianza, algo que siempre las personas deberían tener, pero no podía evitar sentir un poco de culpa al creer que era esa seguridad y confianza la que poco a poco había distanciado nuestra amistad.
—¿Te quedas a almorzar? —quise saber. Señalé hacia la cocina de la cual desprendía el aroma a salsa caliente.
Impulsivamente, cuando levantó la mirada me encontré a mí mismo escrutándole su nueva forma de vestir. No era que no me agradase, siempre aprecié los pocos momentos donde pude verla vistiendo vestidos holgados y por arriba de las rodillas, pero aun así, el pensamiento de remordimiento no se me iba de la cabeza, esta no era la Kate que conocí.
—Me encantaría, pero he quedado de ensayar antes del próximo partido. Esta semana estuve totalmente metida con eso.
Así que por eso no me llamó. Quizá hice bien en no hacerlo yo tampoco, después de todo. Aunque eso no me hizo sentir mucho mejor.
—Me alegra que te esté yendo bien con las animadoras. —empecé, aunque la realidad era que no sabía qué más decir. Cuando entramos a la cocina yo fui directo a las hornillas para revisar que la salsa no se hubiera quemado y ella ocupó uno de los bancos de la isla.
—A mí también. — casi pude sentir que había soltado una risa triste—Es algo nuevo para mi e incluso me resulta divertido... pero hay algo que me preocupa.
—¿Que los pompones se vean más grandes que tu cabeza? —Intenté hacerla sonreír.
Me sonríe ligeramente, pero me daba la sensación de que la sonrisa no llegaba a sus ojos. Me di la vuelta y dudé un momento antes de preguntar, extrañado.
—¿Qué es lo que te preocupa, Kate?
Tragué saliva cuando vi que tomó una respiración larga y apartó la mirada durante unos segundos. Sea lo que sea, le incomodó muchísimo. Y una parte de mí ya se estaba planteando si realmente era buena idea saberlo o no.
—Que todavía no hayas enviado la solicitud a Heverford. Ya no nos queda mucho, y pensé que me pedirías ayuda para tu presentación.
—Es que todavía no sé si es la mejor opción.
Se queda en silencio unos segundos y noto sus ojos indagando en mi espalda
—¿Cómo no va a serlo si siempre ha sido el sueño de los dos? Igual que el KMH, estuvimos siete meses rogándole a tus padres y a los míos para que pudiéramos hacer las pruebas. —inquirió y al darme la vuelta, vi que llevaba el rostro fruncido y se había levantado.
—El KMH era un sueño más tuyo que mío.
Hizo silencio, pero cuando volvió a abrir la boca lo que salió de ella me dolió:
—¿Qué es lo que hice mal? —insistió.
Por la forma en que lo había preguntado, sé que llevaba rondándole la cabeza bastante tiempo. Claro que no hice nada mal, ninguno de los dos había hecho nada mal, solo que...bueno, la culpa me estremeció, sabía que sin importar la forma en la que se lo dijera, la noticia le sentaría fatal.
—No es eso. No tienes nada que ver con esto. —Intenté hacerla recapacitar.
—Entonces, ¿qué pasó? —dio un paso hacia mí, acortando las distancias —. Yo... creía que estábamos bien. Sé que no hemos estado tanto en contacto últimamente, pero estábamos bien. ¿Porque ahora me das la sensación de que estoy perdiendo a mi mejor amigo?
—No me estás perdiendo, solo estoy intentando repensar mis opciones.
—Pero a ti Heverford te hacía ilusión. Era la universidad de tus sueños. La nuestra, incluso iríamos a clase juntos y mientras tu estudiabas ingeniería en sonido yo...