El silencio fue una tortura que ni las ansias por la competencia lograron quitar.
Ni siquiera el viernes por la mañana, cuando el anfiteatro ya estaba atiborrado de gente, con estudiantes pululando de un lado a otro para resolver sus últimos detalles antes de subir al escenario, la emoción del momento logró suprimir mi vergüenza.
No había hablado con Hayden en tres días, aunque él me había estado mandando mensajes e intentando llamar. Lo había ignorado todo. Me decía a mí misma que ya le respondería cuando estuviera mentalmente preparada a la posibilidad de que me dijera algo que no me gustara. Cuando me repitiera otra vez que lo sucedido aquella tarde había sido un error y que nada debía cambiar.
No solo había besado a mi amigo y luego ser rechazada por ello, había besado a mi compañero de dueto seis días antes de tener que presentarnos ante una enorme audiencia.
No podía permitir que ese error arruinara todo por lo que habíamos trabajado hasta el momento.
Así que, por el bien de los dos, debía poner mi mejor cara de «aquí no pasó nada» y continuar.
—Oye, todavía falta media hora. ¿Quieres salir un rato? —A mi costado Brenda intentó ser mi colchón de respaldo.
Los dedos me temblaban un poco y eso impedía que pudiera corregir mi rímel.
Me había arreglado más de lo que me gustaría admitir para venir. Me había atado el pelo en una cola alta y puesto un top rojo junto con mis pantalones estrechos favoritos de color negro. Los aretes plateados iban a juego con las agujetas de mis botas e incluso me había pintado los labios de rojo, cosa que pocas veces había hecho.
Y aunque no quisiera admitirlo, no solo me había esmerado en arreglarme para la competencia. También tenía la vaga ilusión de cuando él me viera se arrepintiera de haber decidido detener el beso.
—Tengo miedo de salir y que luego sea difícil acercarnos al escenario. —confesé. Terminé de batallar con mis pestañas y fui a por corregir el labial.
—Si que ha venido gente.
Por el rabillo del ojo, observé como Brenda se acercaba a la puerta del baño para observar el pasillo.
—Casi toda la escuela y familiares están metidos en el anfiteatro. —comenté.
Y el casi resonaba amargo entre mis labios. Porque las butacas que estaban libres y pronto otra familia iría a ocupar, eran las que había apartado para mamá y papá.
Pero esa vez supongo que tuvieron una buena excusa, ayer por la tarde mi padre se había lamentado no poder asistir a la competencia por tener una reunión importante que podría solucionar aquel problema financiero —que había sido el causante de sus pleitos— a la que mi madre también debía ir.
—Brittany también se debe estar preparando.
Los grupos se iban presentando por abecedario, y Burton iba por lo menos cuatro lugares por delante que Dyer y siete de Nave. Eso de cierta manera calmaba mis nervios, todavía faltaban un par de equipos antes de tener que encarar la situación.
—Me hubiera gustado que participaras en la competencia. —Me sinceré, incluso llegué a fantasear hace unos meses atrás con la idea de las tres viajando hacia Londres como último viaje juntas antes de empezar la universidad.
Pero esa idea terminó resultando absurda luego de que todo se arruinara con la acosadora de redes. Que afortunadamente, hasta el momento no había vuelto a aparecer.
—A mí no me gusta competir. Pero les echo porras desde abajo—prometió —Ya vas a ver qué voy a ser la que más fuerte grite.
—Me alegra que ya no estemos peleadas.
Y me hubiera alegrado todavía más si ahora que mis amigas habían vuelto a la normalidad, las cosas con Hayden no se hubieran arruinado.
—Creo que he estropeado las cosas con el único chico que en verdad quiso ser mi amigo.
Levantó la vista sin comprender.
Y entonces, no aguantándome más las ganas de callarlo, lo solté:
—Ayer en la tarde besé a Hayden, pero él terminó rechazando el beso.
Nos quedamos las dos en silencio un momento, ella procesándolo, yo simulando que no sentía el pulso a mil mientras continuaba mirándome al espejo.
—¿Te gusta? —preguntó al fin.
No lo sé, ¿me gusta?
No podía negar que las últimas semanas había estado buscando su cercanía más de lo normal. Que habíamos estado hablando por chat más que de costumbre y que incluso había agregado a mi lista de reproducción algunas de las canciones que él antes había mencionado solo para tener un nuevo tema de que hablar.
¿Es eso suficiente para confirmar mi suposición?
—Creo que sí.
Pero a diferencia de la reacción que esperé, no vi a mi mejor amiga contenta por mí. Me miró, perpleja y luego apartó la mirada.
—¿Qué pasa? ¿No te agrada?
Hizo una pausa y puso una mueca, como si tuviera un regusto amargo en la boca por hablar de ello.
—No es eso, Hayden tiene pinta de ser un muy buen chico, aunque yo no haya tenido posibilidad de relacionarme tanto con él, pero...—hizo una pausa, replanteándoselo—Creo que hay algo que deberías saber.
El corazón me bombeó con fuerza, nada bueno venía después de un «hay algo que deberías saber» y este año me había dado todas las certezas para confirmarlo.
—¿Qué es lo que sabes?
—Esta mañana lo vi con Kate.
El silencio que siguió a esa frase fue tan largo que noté que se me encendían las mejillas.
—¿Besándose? —pregunté. —Abrazándose. —corrigió.
De cierta manera, el corazón me volvió a bombear con normalidad.
—Ah, vale. —le intenté quitar importancia— Pero un abrazo se lo puedes dar también a un amigo ¿verdad?
Ella asintió, pero eso no me fue suficiente. Conocía bien las expresiones de mi mejor amiga como para saber que algo más ocultaba.
—¿Qué sucede?
—Pasa que era de esos abrazos que no quieres que se terminen. De eso que das con las esperanzas de que la otra persona nunca te suelte.
De esos abrazos que se debe ser ciego para no ver que no es un simple abrazo. Sino uno que se dan las personas que se gustan, pero no son capaz de decirlo en voz alta.