Su boca arrastró un aliento cálido sobre mi mandíbula y luego pasó a mis labios, se curvó en una sonrisa incluso cuando torpemente golpeé mi espalda contra la puerta adentrándonos al cuarto.
Lo primero que noté fueron sus labios cálidos y el corazón latiéndome fuerte en el pecho. Reaccioné por fin, y de pronto el ansia, la urgencia y el anhelo de la situación ganaron a la razón.
Alcancé un puñado de su camisa, sintiendo el calor de su piel a través de la tela fina. Lo quería más cerca, para recodar como se había sentido aquella última vez en su habitación jugando a las cosquillas.
Ahora las cosquillas se sentían verdaderas.
En múltiples sitios.
Una de sus manos se deslizó hasta el costado de mi cuello, sus dedos se enroscaron bajo mi cabello e incliné mi boca para tener más espacio. Lo agarré de las costillas, intentando acercarme y se inclinó hacia mi hasta que mi espalda se chocó contra la pared más cercana a la cama, presionó con fuerza.
Mi respiración se tornó rápida y temblorosa cuando sus manos bajaron lentamente de mi cuello a mi cadera. Yo subí las mías hasta su espalda, continuamos el beso, y estaba bastante segura que entre uno y otro, la sonrisa en el rostro de ambos seguía encendida.
Me separé cuando caí en la cuenta que no podríamos llegar a más en esas condiciones.
—¿Y eso por qué fue?
Mantuve el contacto visual, lo que es era más difícil ahora que su aliento se mezclaba con el mío. No me resistí a echar un vistazo a sus labios entreabiertos. Al darse cuenta, sonrió conmigo.
—Porque estoy cansado de que cada vez que me beses, creas que fue un error—contestó—Me gustas también. Me gustas desde que te quedaste en mi casa y dormiste conmigo. Desde que me besaste en la cafetería, desde que fuimos juntos a eso restopub. Nunca te utilice para olvidar a Kate, porque después del primer beso, nada más se me pasaba por la cabeza que no fueras tú.
—¿Y por qué no me buscaste esta semana?
—Creí que estabas enfadada conmigo.
—Rechazaste mi beso. —le recordé.
—No lo rechacé, simplemente me aparté para no llegar a más.
—¿Llegar a más?
—No quise aprovecharme de ti.
Quería tener esta conversación conmigo antes de que pasara nada. Por eso se marchó cuando vio que la situación se nos iba a ir de las manos, me pareció lógico, aunque no creo que ahora eso importe. A fin de cuentas, no es más que una cuestión de confianza. Da igual lo que me diga.
—No había forma de que pudieras aprovecharte de mí.
—¿Por qué no mejor dejas de reprochar todo y me besas de nuevo?
El aire se me atascó en la garganta. Tuve que obligarme a apartar la mirada para concentrarme en lo importante y no en ese destello de emoción que me explotó en el pecho al escucharlo hablar de esa manera.
—¿Tantas ganas tienes de besarme?
Asintió con la cabeza. Observarlo me provocó una oleada de calor inmensa.
—Entonces hazlo tú, cobarde.
Y lo hizo.
Sin que me dé tiempo a prepararme, me apartó el pelo del hombro y el corazón me dio un brinco al notar otra vez labios sobre los míos.
¿Qué habíamos estado haciendo hasta el momento?
Metí las manos bajo su camiseta sin romper el contacto visual, apoyé las palmas en su abdomen, noté cómo sus músculos se tensaron bajo mis dedos
Dejé que mis dedos subieran y luego vuelvo a bajan más, y más.
—No me quiero aprovechar de ti.
Me detuvo.
—¡Mierda, Hayden, no hay forma de que puedas aprovecharte de mí!
Dejó escapar una risa entre dientes, lo que mandó un cosquilleo directo a mis extremidades. Sus manos bajaron hasta encontrar las mías y las tomó. Terminaron danzando en el aire.
—No quiero ir a mayores tan rápido. Quiero disfrutar cada momento contigo, despacio.
—¿Esto es porque ahora sabes que soy virgen y antes no lo pensabas?
—Si te soy sincero, me da igual saber con cuantos te hayas acostado. Pero las primeras veces son importantes, en todo sentido.
—¿También lo será para ti?
Se quedó mudo. Entonces comprendí.
—No lo eres.
Me quedé sin habla. No esperaba estar en lo correcto.
—¿Como es que...?
—¿Te acuerdas de Ana?
—¡Habías omitido ese hecho! —lo golpeé.
—Nunca lo preguntaste.
Lo empujé con las dos manos. Las atrapó riéndose antes de que le golpeara y me besó hasta que se me olvidó por qué diablos ese me indignaba bastante.
Noté una punzada en el pecho al ver ese destello. Su pulgar trazó círculos distraídos sobre mi muslo, acechante. Me apartó el pelo de la cara con la otra mano y me besó en la sien y en la mejilla antes de llevar su boca de nuevo hasta la mía.
Pero, aunque me negara aceptarlo en voz alta. Saberlo me resultó atractivo, sentí que él había conocido mucho de mi en esos meses breves a la competencia, pero yo apenas había conocido una parte de él.
Y realmente tenía ganas de hacerlo.
Aunque resultara irónico que quizá no llegáramos a tener suficiente tiempo.
—Hay que bajar a la cena—comenté.
—Lo sé. Sería raro que ninguno de los dos apareciera, ¿verdad?
—Cualquier cosa me parece más divertía que una cena.
—Quizá mañana podamos hacer algo interesante.
—¿Qué estas proponiendo?
—Una cita. Para que no te queden dudas de que la que en verdad me gusta eres tú, Ashley Nave.
Tenía una cita.
Esa frase no había salido de mi boca desde hacía varios meses.
La mañana había sido caótica y ansiosa. Habíamos hecho un recorrido en tranvía por los puntos claves de la ciudad y finalizado el viaje nuevamente en el Abbey Road. Habíamos visitado el palacio de Buckingham y sacado fotos en sus jardines. También nos habíamos subido a un tren hacia Stonehenge y finalizado nuestro día de excursión con un almuerzo en Greenwich.
La visita estuvo bastante bien. Las catacumbas eran el lugar donde enterraban antes a la gente y estaban a las afueras de Londres, bajo tierra. Tenía varias capas según nos explicó nuestro guía inglés, y él nos llevó al subsuelo. A oscuras y con frío recorrimos los túneles que había bajo la tierra mientras nos explicaba las costumbres que tenían en la antigüedad, ritos religiosos, cómo se guiaban cuando no había mapas...Fue extraño e interesante al mismo tiempo. Y después regresamos al centro en autobús.