Cantando a las estrellas

6 Dejar ir lo viejo y dar bienvenida a lo nuevo

Dahlia.

Alan me miraba con esos ojos azules tan hipnotizantes, que se encontraban llenos de desesperación, pero yo no podía permitirme el lujo de tener a un desconocido en casa toda la noche. Ya había cometido suficiente locura dejándolo entrar para cargar su móvil. Sin embargo, su cara reflejaba una mezcla de frustración y desesperanza que me hizo dudar mientras entraba de nuevo a mi habitación.

Suspiré y miré hacia al techo, donde las estrellitas de plástico me devolvieron la mirada como si tuvieran algo que decir al respecto de aquella situación surrealista.

—No te puedes quedar aquí—el simple hecho de que él viese como era mi vida en realidad me aterraba y que al día siguiente tuviese que ver a mi padre en el estado que vendría seguramente me hacía temblar de pies a cabeza.

—No tengo ningún otro sitio donde ir… No tengo dinero ni conozco a nadie aquí.

—Miller…

—Dahlia por favor, solo esta noche, te lo prometo—me miró suplicante—. Te lo compensaré.

Entonces recordé la conversación que había tenido con Claudia y Laia en la cafetería, eso sobre el destino y la promesa que les había hecho y pensé: a la mierda todo.

Solo sería una noche y desaparecería de mi vida.

—Vale.

—¿Vale? —preguntó.

—Si, vale, pero solo una noche.

Su cara se iluminó con una sonrisa y yo no pude evitar sonreír también, probablemente la primera sonrisa sincera en mucho tiempo. Tal vez era eso lo que necesitaba, un respiro de aire fresco, aunque ese aire tenga forma de chico rubio de ojos azules.

—No es por abusar pero…—dijo él entonces—. ¿No tendrás algo de comer? Es que llevo desde el almuerzo sin comer nada.

—Si, claro, ven.

Dije guiando a la cocina agradeciéndome a mi misma de haber decidido recoger mientras llamaba a Daniel.

𝄞☆𝄞

—Una de las chicas con las que estabas antes era tu hermana, ¿verdad? —me preguntó sentado en la mesa de la cocina mientras comíamos unos sándwiches.

—Sí, la más alta. ¿Cómo lo sabes?

—Os parecíais.

—Que va, ella es más guapa. Y está teñida de rubio.

—Bueno tampoco la vi mucho. ¿Y vives aquí sola?

—Eh… No, vivo con mi padre, mi hermana se mudó hace unos meses.

Recuerdo que en aquel momento mi cerebro solo pensaba en una frase una y otra vez: “Que no me pregunte por mi madre.”

Tal vez entendió mi expresión, tal vez podía leer mentes, no sé, pero lo entendió y no hizo más preguntas.

—¿Qué hay de ti? —pregunté cambiando de tema.

—¿No me habías interrogado antes? —dijo burlón—. Yo vivo solo—terminó por responder.

—Supongo que en un piso carísimo de cuatrocientos metros cuadrados.

—Bueno a cuatrocientos no llega pero casi. Es broma, si es grande, pero no me gusta, es demasiado grande para mi solo.

—¿Y no lo podrías compartir con alguien?

—Bueno lo compartía con mi ex.

—Si no quieres hablar de eso no hace falta que…

—No, da igual. Me dejó hace un par de semanas porque soy muy infantil.

—¿Muy infantil?

—Sí.

—¿Pero por qué?

—No lo sé, porque hago cosas infantiles.

—A mi no me pareces infantil—dije, y lo decía genuinamente. Había pasado muy poco tiempo con él, pero no me lo parecía—. Quitando lo del tren, claro.

—Claro—dijo soltando una risa suave.

—¿Puedo serte sincera?

—Sí.

—No es por ofender pero me parece una excusa bastante rebuscada.

Me miró de una forma extraña que no supe interpretar. ¿La había cagado? La había cagado. No debería haber dicho eso. Había hablado antes de pensar. Eso no me pasaba nunca. ¿Qué me estaba pasando?

—¿Qué? ¿He dicho algo malo verdad?

—No, no, qué va—dijo sacudiendo la cabeza y volviendo a sonreír—. Es que Daniel me dijo exactamente lo mismo.

—Pues yo no sé él, pero si a mi me lo parece y ni siquiera conozco a tu ex…

—Será verdad.

—Lo has dicho tú, que conste—digo alzando las manos para relajar un poco el ambiente.

—Puede que tengáis razón. Paula no suele ser así y ha sido de repente…

—Bueno no te estreses mucho, ya encontrarás el motivo.

—Sí, supongo.

Seguimos comiendo un rato en silencio.

—Háblame de tus estrellas—dijo entonces.

Me tomó un momento entender a qué se refería.

—¿Y qué quieres que te cuente?

—No sé, porque las tienes, algún dato curioso…

—Pues… las tengo desde pequeña, brillan en la oscuridad, supongo que me las pusieron para no gastar dinero en una lucecita encendida toda la noche. Cuando crecí un poco las recolocaba para formar constelaciones y que sea más como el cielo real. Y un dato curioso… pues casi todas las estrellas tienen una canción apuntada.

—¿Una canción?

—Si, una canción que me haya gustado mucho o que me haya marcado o ambas. Solo se ven cuando se quitan, a veces se caen entonces cuando se cae una, antes de colocarla de nuevo pongo la canción que viene en la estrella que se ha caído, como para que recupere su esencia. Es una tontería pero no sé.

—Que va, no es una tontería, mola.

—Supongo.

—En serio, mola bastante, es muy original por tu parte la verdad.

—Gracias.

Al rato nos fuimos de nuevo a mi habitación, agradecí tener una cama nido, una cama nido es básicamente una cama con dos colchones, uno normal y otro que está guardado debajo y se saca. No se si fue el destino, la casualidad o no lo sé, pero cuando entramos a la habitación se cayó un estrella frente a nosotros. La cogí y leí lo que ponía

A sky full of stars

-Coldplay

Volví a pegarla en su sitio, era Alresha, una estrella de la constelación Piscis.

Cuando ya había sacado y preparado la cama donde dormiría Alan y ya estábamos los dos tumbados cada uno en la suya él preguntó:

—¿Qué canción era?

—¿Qué?

—La de la estrella.



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En el texto hay: drama, amor, casualidad

Editado: 05.06.2025

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