Alan.
Me desperté con un fuerte golpe. Me incorporé en la cama sin saber al principio donde estaba. Sonó otro nuevo golpe y cosas cayendo. Miré a mi alrededor entendiendo de golpe donde estaba, seguía en la habitación de Dahlia, pero ella no estaba.
Entonces escuché voces, la de Dahlia y una voz masculina que alzaba la voz. Dahlia intentaba calmarlo, o eso parecía, no podía escuchar bien lo que decían. No sabía si salir o no de la habitación, estaba indeciso entre entrometerme o no, pero cuando sonó un nuevo golpe decidí salir.
En el pasillo había un hombre de mediana edad dando voces. Tenía el pelo corto y rizado y barba de algunos días. Tenía la piel morena como Dahlia. Estaba borracho, su actitud y el olor a alcohol lo delataban. Dahlia intentaba calmarlo y guiarlo hasta una habitación sin mucho éxito. De pronto los ojos del hombre se clavaron en mi.
—¿Quién coño es este?
Vi que Dahlia me miraba y soltaba una maldición mientras seguía intentando arrastrarle hasta la habitación.
—Nadie. No es nadie.
—¿Es tu novio?
—No, no es nadie.
El hombre me volvió a mirar a mi.
—Si vais ha hacer cosas cerrar la puerta…
Dahlia se quedó pálida un momento y cambió su expresión a enfado, le metió de un empujón en la habitación y cerró la puerta ignorando las protestas del hombre.
—¿Quién…? —empecé, pero me interrumpió.
—Tienes que irte ya.
—Pero…
—Vete. Ya.
Mire a la habitación donde se escuchaban algunos ronquidos de aquel hombre y luego mire a Dahlia. Estaba seria, o fingía estarlo, porque sus ojos decían muchas cosas. Gritaban vergüenza, miedo, tristeza, enfado, culpa, humillación por lo que acababa de ver… Gritaban muchas cosas pero la que más se notaba era la tristeza.
—Miller, tienes que irte—repitió.
¿Quién era ese hombre? ¿Por qué estaba ahí? No quería dejarla sola con él. ¿No quería dejarla sola con él? No la conozco de nada, no debería importarme. ¿Por qué me importaba? ¿Qué me estaba pasando?
—Miller…
—¿Si?
—Que te vayas.
Suspiré sin sabes que hacer, sabia que tenia que irme pero…
Cogí mi mochila rota y entonces algo hizo click en mi cerebro y saque un papelito y un bolígrafo que tenía en la mochila y apunte algo en el.
—¿Qué haces?
Le di el papel un poco indeciso. ¡A la mierda! Que hiciera lo que quisiera con él, pero al menos lo intenté.
—Es mi número de teléfono. Llamame o escribeme o lo que quieras, mejor escribeme, suelo tener el móvil en silencio, si necesitas algo o no sé. No tienes porqué hacer nada, pero piensalo. Adiós Dahlia.
Dije y cogiendo la mochila me fui intentando fingir ir lo más seguro posible. ¿Por qué le di mi número? No lo sé. Supongo que me cayó muy bien y quería conocerla más. Supongo porque creí que dos personas con el techo con estrellas se encontrasen tenía que ser cosa del destino. Supongo que simplemente me gustó y quería volver a verla.
Aquella noche había sido extraña pero mágica. Estar con ella había sido reparador en cierto modo, brillaba como una estrella, pero su luz parecía temblar, como si pudiese explotar en cualquier momento. Aún así me sentí como si estuviera tranquilo en la luna, pero, al igual que la luna, también tenía un lado oscuro, que era aquello que hacía temblar su luz. Solo que eso no me alejó, sino que me dio más curiosidad acerca de ella.
Encendí mi móvil para llamar a Daniel y vi que Spotify seguía activo con la canción. Cerré la aplicación frustrado y llamé a Daniel.
—¿Qué quieres? —dijo nada más coger el teléfono.
—Hola a ti también, majo. ¿Cuándo vienes?
—Que impaciente, ya estoy yendo, llego en un cuarto de hora, pásame tu ubicación y voy a por ti.
—Vale, ¡gracias!
Colgué y le mandé mi ubicación. Mientras terminaba de bajar las escaleras del edificio, solo podía pensar en una cosa. ¿Llamaría? ¿Me escribiría? ¿Se olvidaría de mí?
Cuarto de hora más tarde apareció Daniel con un coche que para ser de alquiler era bastante caro y nos fuimos hacia Worthing.