7 Dura como una roca
Another thing I ruined I used to do for fun
Another piece of plastic I could just throw away
Another conversation with nothing good to say
Dahlia.
Todo estaba siendo perfecto, todo. Pero mi padre lo tenía que arruinar, ¿cómo no?
Yo no quería que Alan se quedase para que no viese aquello, y justo tuvo que verlo. Quizás fui una borde al echarlo de aquel modo de casa, pero no sabía qué hacer. Había visto a mi padre en ese estado y yo estaba histérica y desesperada por que se fuese y no viese más aquello, que siguiese oculto a sus ojos y a los de todos.
Bueno, ya no había nada que pudiese hacer, le había echado, como hacía con todo el mundo que intentaba entrar a mi vida. Mire el papel que tenía en la mano. Su número de teléfono. No le llamaría en la vida, pero decidí guardarlo en la mesilla de noche.
Hasta nunca Alan Miller.
Entonces me llamó Angelica, pero la colgué, primero tenía que encargarme de papá y tomarme un buen café para revivir.
Entré en la habitación donde le había encerrado, se había dormido, pero cuando entré volvió a gritar como siempre. Suspire y me acerqué a él. Él se giró hacía mí y me miró con tanto odio que incluso me dio miedo.
—Fué tu culpa—me soltó.
—¿El qué?¿De qué hablas?
—Ella ya no está por tu culpa.
—Papá…
—Deberías ser tú la que está muerta, no ella.
Se me llenaron los ojos de lágrimas, como si no lo supiese ya, pero no quería dejarme intimidar.
—Papá, estás borracho, no sabes lo que dices.
—No, sí lo sé. Tu conducias ese coche, tu hiciste que muriese y por tu culpa el amor de mi vida ya no está conmigo.
En ese momento no pude contener más las lágrimas. No era la primera vez que me decía aquello, ni sería la última, pero yo ya sabía aquello, ya me culpaba constantemente como para que encima me lo tuviese que recordar todo el rato. Ya sabía que era mi culpa, que debería estar yo en su lugar y no al revés, que debería haber podido esquivar a aquel coche a tiempo. Todo era mi culpa y él se encargaría de que nunca lo olvidase. Que no olvidase que mate a mi madre, al amor de su vida y destruí nuestra vida.
—No hace falta que me lo recuerdes.
Cuando conseguí ayudarle a asearse un poco, le deje dormido en la cama. Llamé a Angelica, tratando de que no se notase el efecto de las palabras de papá. Lo bueno del conservatorio era que te enseñaban a actuar, por lo que ya era parte de mi día a día. Estaban en casa de Laia.
Por suerte su casa estaba cerca, por lo que podría ir andando. Me cambié de ropa y me enfundé unos vaqueros con una camiseta de manga larga y cogí mi bolso, el móvil y algo de dinero para pasar más tarde a comprar antes de trabajar, Me dirigí hacía casa de Laia, a las cinco tenía turno en el Karaoke, por lo que tampoco podía quedarme mucho tiempo. No ganaba mucho en el karaoke, lo suficiente para no sentirme completamente inutil a la hora de ayudar en casa, pero sabía que pronto tendría que buscar algo más estable, no podía pagarlo todo Angélica si no quería que se enterase de lo de papá.
Salí de casa y me puse los cascos. Abrí Spotify y puse una playlist aleatoria. La primera canción que salió fue, cómo no, “A sky full of stars”.
—¿Me vacilas? —me quejé mirando al cielo, estupido destino o quien fuera.
Salté la canción automáticamente.
A veces pienso en el día que se rompió todo y en todo lo que fue mal. A veces pensaba que quizás no fue realmente mi culpa, que era imposible haber esquivado aquel coche, pero todo a mi alrededor se hacía cargo de que ese pensamiento se fuese. Ojalá papá fuese más fuerte, ojalá no se hubiera rendido así. Ojalá yo fuese más fuerte cómo para seguir adelante en vez de hundirme cada día un poco más. Ser lo suficiente valiente para plantarle cara a papá y al mundo y volver a ser yo. Pero yo no era así, por mucho que quisiera serlo o por mucho que intentara aparentarlo.
𝄞☆𝄞
Respiré frente a la puerta. Use el truco que me enseñó mamá que cada vez funcionaba menos, imaginar que puedes coger todo lo malo que tienes dentro y lanzarlo lo más lejos posible. ¿Pero qué hacer si toda tú estás llena de lo malo? Pues aguantarse y seguir adelante, ponerse una coraza dura como una roca y tratar de hacerle frente a todo lo que te amenaza.
Llamé al timbre y me abrió una Laia con cara de sueño. Tenía su pelo rubio alborotado y llevaba la misma ropa que la noche anterior.
—Hola tonta—me saludó, dejándome entrar.
—Que maja estás hoy.
—Estoy de resaca, no esperes mucho.
—Eso os pasa por beber tanto—dije entrando al salón.
—Pero si solo bebimos dos copas—se quejó Claudia, que estaba tirada en el sofá, con un aspecto igual de lamentable que Laia.
—Sí, pero multiplicado por quince.
—Tampoco exageres—dijo Angélica con un gesto para restarle importancia, de las tres ella era la que parecía menos afectada por la resaca, por ser la más mayor supongo.
Menudo panorama. Claudia invadiendo todo el sofá, Laia tirada sobre su puf rosa mirando hacía el techo y mi hermana tumbada en la mesilla del salón. Pobre mesa, acabaría por romperse.
—Dios mío chicas. ¿Pero vais a estar así todo el día?
—No te quejes si nunca has tenido una resaca, tonta.
—Te ha dado fuerte lo de llamarme tonta hoy, ¿no Laia?
—Cállate un mes.
—Mejor dos—añadió Claudia.
—Pareceís la foto del antes en los anuncios esos de “antes y después” del tratamiento facial carísimo—me reí.
—Como si tu fueras el después—protestó Angélica.
—Obviamente soy el después, soy una diva y no estoy de resaca.
—Piérdete un rato.
—¿Entonces por qué me habéis llamado para que viniese si os vais a quejar de mí?
Fue como si hubiese presionado el botón rojo gigante que causa algo importante y que pone expresamente “NO TOCAR” pero que igualmente te da curiosidad y acabas haciendo estallar algo. Pues lo mismo. Las tres se incorporaron, sin mucha elegancia la verdad, y me miraron fijamente. Como unas muñecas endemoniadas.