Cantando a las estrellas

9 Cómo arruinar una cena con un par de mensajes

Dahlia.

No sé en qué momento acepté aquello de la cita. Supongo que la anterior conversación con mi padre me había dejado tocada y no quería desanimarlas. Por lo que ahí estaba, en frente de un restaurante sin saber si entrar o no.

El trayecto en tren había sido corto, pero estaba nerviosa. No había tenido mucha suerte con las relaciones anteriormente. Algún novio de campamentos, pero nada serio y luego Craig. Le conocí por el conservatorio y estuvimos saliendo un tiempo, pero cuando sucedió lo del accidente cortó conmigo en cuanto supo que tendría que estar un mes en el hospital. Ahora se dedicaba a meterse conmigo y burlarse.

Lo único que me habían dicho Laia, Claudia y Angelica es que se llamaba Lucas Clark, tenía veintiún años, una foto que me habían enseñado de él y poco más.

No estaba yo muy convencida de esto.

Entré al restaurante y lo distinguí en una mesa al fondo, me saludó con la mano y cuando llegué nos saludamos con dos besos.

Tenía el pelo castaño y corto, los ojos del mismo color y algunas pecas. Vestía una camisa blanca y vaqueros negros. Yo llevaba un vestido medio ajustado de mangas largas y de color azul marino, ropa que había escogido Claudia.

Al sentarnos noté que Lucas parecía amable, simpático y cuidadoso, pero había algo que no cuadraba del todo. Dejó su teléfono en la mesa y yo lo imité.

—Hola, ¿Dahlia verdad?

Me sentía un poco cohibida, no sabía cómo comenzar.

—Como la flor—dijo con una sonrisa amigable.

—Sí, como la flor—siempre igual. Todo el mundo decía eso—. Tu debes de ser Clark.

—Puedes llamarme Lucas si quieres.

Hice como si ignoraba aquel comentario.

—¿Y cómo es que una chica tan guapa ha acabado en una cita a ciegas?

—Bueno, me la organizaron mis amigas, pero me apetecía—mentí—. Hace mucho que no salgo con nadie.

—Pues me alegro de que tus amigas diesen conmigo.

—Sí.

—¿Y qué tipo de música te gusta?

—No lo sé, un poco de todo. ¿Tú?

—Me gusta el rock, pero me encanta el rap.

El rock me gusta, pero, ¿el rap?

—Sabes, en el instituto era el capitán del equipo de fútbol. Pero un loco de otro equipo hizo que me lesionase y tuve que dejarlo.

—Lo siento.

—Es igual, en realidad casi lo preferí. Ser el capitán del equipo te da demasiada popularidad.

Vaya problema.

—¿Y tú qué te cuentas? Cómo eras en el instituto.

—Pues normal, supongo. No era de las populares.

—¿Por qué no? Eres guapa.

—Gracias… Pero no soy muy abierta con la gente.

—Ya lo he notado.

—¿Disculpa?

—No se te da muy bien iniciar conversaciones—debió de notar mi cara de incredulidad, por lo que añadió—. No te lo tomes a malas, no me molesta que no hables mucho.

No sabía si tomarme eso como un cumplido.

—Está bien.

—Aunque podrías ser más abierta, ¿sabes? Mucha gente se acercaría a ti.

Eso es lo último que quería.

—Creo que así estoy bien.

—Bueno, aunque si me permites un consejo deberías…

—Clark—reiteré con firmeza—. Estoy bien así.

A quien no le guste que no opine.

—Vale, vale.

Seguimos conversando un rato más, la conversación fluía más o menos bien. Aunque empecé a notar ciertos defectos. Lucas era básicamente una persona egocéntrica que adoraba escuchar su propia voz, por lo que solo hablaba de sí mismo.

—¿Y a ti qué te gusta hacer?

—Cantar—decidí ser sincera. Si quería que esto funcionase tendría que esforzarme un poco—. Voy a un conservatorio.

—¿Entonces cantas? En plan, cantante.

—Sí—dije. Cantar era lo que más me gustaba en el mundo, pero por alguna razón me ponía nerviosa hablar sobre ello.

—¿Compones tus propias canciones? ¿O las compras?

—Las compongo yo.

—¿Y ya has sacado alguna? ¿Ganas dinero con ello?

—No.

—Entonces no eres cantante.

—¿Por qué dices eso?

—Bueno tendrías que haber sacado alguna canción para serlo. Eres como una cantante novata entonces.

—¿Disculpa? —él no sabía nada del tema y me estaba dando lecciones sobre lo que se me da bien a mi y me llamaba novata. ¿De que iba? —. No soy ninguna novata.

—No eres cantante si no te conoce nadie y no tienes ni canciones aún. Es como si yo dijese que soy escritor pero que no tengo nada publicado.

—Pero si ni me has oído cantar. Y no he publicado porque no he querido.

—Podrías hacerlo.

—Ya sé que podría, pero me parece algo íntimo y no sé si estoy preparada aún.

—Bueno.

¿Bueno? ¿De qué iba este? Sabré yo más del tema que él y de mis ideas. No tenía derecho a juzgar.

—No soy ninguna novata. Si no he publicado es porque no quiero y sé bastante más del tema que tú.

—Vale, vale. Tampoco hace falta ponerse así.

Resoplé, su móvil sonó, ya era la tercera vez que le llamaban en toda la noche, y comenzaba a ser algo molesto. Por lo menos que lo silenciase. Colgó sin mirar quien era como las otras veces y seguimos hablando aunque yo tenía cada vez menos ganas de seguir ahí.

—¿Y tú qué haces en la floristería? —dije calmandome, cambiando de tema.

Me había contado que trabajaba en una floristería junto con su hermana. La floristería era de sus tíos y ellos trabajaban allí por las tardes después de la universidad.

—Pues lo típico, cortar flores, hacer ramos y arreglos para bodas… Nada especial en realidad. Si decidieras publicar tus canciones podría llevar rosas para lanzarlas al escenario O podría lanzar unas Dahlias.

—Ajá.

Respondí sin mucho ánimo porque su móvil volvió a sonar. Otra vez. Me estaba sacando de quicio. Él colgó dejando el móvil boca arriba en la mesa. Estaba a punto de decirle que silenciase el dichoso dispositivo cuando se levantó.

—Disculpa, voy al baño un momento—yo asentí un poco cortada.

En ese momento el móvil volvió a vibrar por mensajes, no pude evitar mi curiosidad y eché un vistazo a la pantalla del teléfono. Tenía varios mensajes de una tal “Marta” y la tenía añadida con corazones.



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En el texto hay: drama, amor, casualidad

Editado: 05.06.2025

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