Cantando a las estrellas

13 Lo siento

Dahlia.

«Y no me vengas con lo de que no se lo que tengo hasta que lo pierdo.»

Pues no, claramente no lo sabía. Solo lo había dicho porque sé lo que es no poder volver a llamar a mi madre, no volver a escuchar su voz, sus chistes, su olor, nada. Todo se ha acabado y no fui consciente de cuánto la necesitaba hasta que la perdí para siempre. Si lo hubiese sabido jamás la habría hablado mal, jamás la habría ignorado y habría aprovechado al máximo nuestros momentos juntas.

Pero si él no quiere aprovecharlos, allá él. No es mi problema, sino el suyo.

Seguimos conversando, pero yo no podía dejar de pensar en mi madre y en el accidente.

Al final nos acabamos despidiendo y quedamos en quedar otro día, no se ni porqué acepté a aquello.

Cuando llegué a casa estaba tan silenciosa como la había dejado aquella mañana.

Mi padre volvía a estar desaparecido y sinceramente en ese momento me dió igual. Solo quería meterme en la cama y dormir para que aquellos recuerdos desaparecieran por unas horas. Pero como el universo siempre tiene que estar en mi contra no podía dormir. Como siempre.

Decidí recoger para mantener la cabeza despejada. Volví a bajarme los cinco pisos con tres bolsas de basura que dejé en unos contenedores y volví a subir. Las ventajas de vivir en un quinto sin ascensor era que no necesitaba ir al gimnasio a hacer piernas. Las desventajas, que cuando tu padre llegaba demasiado borracho, ayudarle a subir cinco pisos era una tarea casi imposible.

No podía dejar de darle vueltas a lo que había dicho Alan. Había sido un completo gilipollas al decir aquello, pero tampoco podía culparle. Él no sabe sobre mi vida ni yo de la suya. Cada uno tiene sus mierdas y sinceramente ya estoy harta de las mías como para seguir anteponiendo la de las demás a mis problemas.

Mientras terminaba de subir las escaleras escuche que mis vecinos tenían a tope una canción de Christina Perri, eso me recordó a la prueba que habíamos hecho está mañana.

Perfecto, una nueva cosa por la que estresarme.

Entré en casa pegando un portazo y cogí mi cuaderno. Escribí un par de días atrás, pero prefiero no leer lo que escribí. Ahora mismo necesitaba escribir algo y distraerme, dejar la mente en blanco. Pero mi mente seguía regresando a Alan, a mi madre, al accidente, a la audición…

En aquel cuaderno guardaba poemas y canciones escritas por mi, la mayoría eran emos, como decía Laia, ella era a la única que le he dejado leer algunos de los escritos que tengo ahí.

Conseguí desahogarme escribiendo algunos versos que no releí y guardé el cuaderno en el cajón de la mesilla.

𝄞☆𝄞

La notificación que me encontré en mi móvil aquella mañana me arruinó el día entero. Se me había olvidado, pero el móvil se hizo cargo de que lo recordase. Notificación de la aplicación calendario. Angelica también la habría recibido, y papá, pero él ni miraría su móvil.

«11/11 CUMPLEAÑOS DE MAMÁÁÁ»

No podía llorar, no podía llorar, no podía llorar.

Ordené a mis lágrimas que se quedaran donde estaban y salí de casa. Ni siquiera me arregle. Me puse una sudadera que me quedaba gigante y el pelo suelto.

Cuando me acerqué al coche de Angélica, ella no estaba mucho mejor. Tenía el pelo recogido en una coleta alta y un atuendo sencillo, aunque más conjuntado que el mío.

Apenas hablamos por el camino. Era el primer cumpleaños de mamá en el que no estaba la cumpleañera.

—¿Qué tal está papá?

Angelica no sabía nada sobre el alcoholismo de papá, no quería decírselo para que no se preocupara más. Ya tenía suficiente estrés con la universidad y todo como para encima esto. Siempre le ponía excusas por las que papá no podía quedar y le ocultaba su enfermedad. Porque eso es lo que es el alcoholismo, una enfermedad. Y si estaba así era por mi culpa, ya me lo había dejado claro muchas veces, por lo que tenía que lidiar con mis propios errores.

—Bueno, lo supera como puede.

—Podemos cenar juntos los tres, para no pasar solos hoy—propuso.

Una excusa, una excusa. ¡Vamos!

—Se ha encerrado en su habitación, no quería ver a nadie. Ni siquiera a mí—mentí. No tenía ni idea de donde estaba ahora mismo.

—Bueno, pues podemos cenar nosotras dos.

—¿Y tus examenes?

—Esto es más importante.

Forcé una sonrisa y me despedí de ella al llegar al conservatorio. Me agarré del brazo de Laia y entramos juntas.

—¿Qué tal tu tía? —me interesé, para cambiar de tema en mi cabeza.

—Bien, se compró una casa cerca de la estación de tren.

—Así que te va de lujo para verla.

—Exacto. También preguntó por ti.

—¿Por mi? —pregunté sorprendida.

—Si boba, por ti. Hace mucho que no os veis.

—Hace mucho que no veo a mucha gente.

—Por eso necesitas salir más.

—No me jodas Laia—no estaba de humor ese día.

—Bueno, creo que con tu rubio rico estás completa por un tiempo.

—Eres tonta.

—Tú más. ¡Yo le quiero conocer!

—¿A quién quieres conocer? —intervino Craig, que había aparecido de la nada—. Porque a los de las audiciones no creo que los vayas a conocer.

—Piérdete Foster—le solté de mal humor.

—¿Ahora soy Foster para ti? —dijo pinchandome el hombro—. ¿Y si no quiero irme, qué?

—Que te vayas al infierno.

—¿O qué?

—O te parto la cara—sonó una voz conocida detrás de mí, me giré para verle sentado en uno de los bancos que había por los pasillos.

—¿Tú me vas a partir la cara a mi? —se burló Craig.

—¿Me quieres poner a prueba? —dijo Alan levantándose del banco. Ya de pie él, Craig se echó para atrás, ya que Alan le sacaba una cabeza por lo menos y era mucho más corpulento.

No me había dado cuenta de que Alan estaba ahí hasta que ha hablado. Soy una cegata.

—Yo ya me iba de todos modos—dijo Craig a media voz, desapareciendo a toda prisa por el pasillo.



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En el texto hay: drama, amor, casualidad

Editado: 05.06.2025

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