Alan.
—¿Y tienes foto de tu chica misteriosa? —preguntó Eva.
—No es mi chica y no, no tengo fotos.
Estábamos en casa de Robert ese jueves. Nos había invitado a Daniel y a mi, también estaba Eva, su novia.
Daniel se había ido de la lengua y les había hablado sobre Dahlia, por lo que ahora tenía que lidiar con sus preguntas e interrogatorios. Después de haberme cuestionado toda su vida entera y más ahora me pedían fotos.
—Pues no me parece bien. Ella sí que tendrá fotos tuyas. ¿Cómo decías que era su nombre completo? —cuestionó Eva sacando su móvil.
—¿Para?
—Quiero buscarla en Instagram.
No me gustaba mucho la idea, pero bueno, si había suerte pues perfecto. No hay mal que por bien no venga.
—Dahlia Allen.
—Dame un minuto.
—Ajá.
Cuando fui a disculparme el martes no sabía muy bien por qué lo había hecho. Básicamente actué y luego pensé. Estuvo muy mal como la hablé y no dejaba de darle vueltas al tema. No solía ser así, pero con ese tema siempre estallaba. Creo que por lo que se molestó tanto fue por algo más personal. Vi en sus ojos algo que me inundó de tristeza, porque por un segundo vi la tristeza que ocultaba aquella máscara de indiferencia.
Me sentí mal y culpable, por eso decidí hacer tripas de corazón y plantarme allí de nuevo para disculparme.
El grito que dieron Daniel y Robert al perder al videojuego que estaban jugando me sacaron de mis pensamientos.
—¿Podéis no gritar? Eva está modo hacker—bromeé.
Mientras Dani y Robert jugaban a un juego de asesinar zombies sentados en el suelo, yo estaba en el sofá observando sus lamentables partidas, lamentables porque perdían todo el rato. Tenía mi móvil tirado por el sofá, pero estaba pendiente de él por si me escribía Dahlia, que llevaba sin dar señales de vida desde la noche anterior.
—Me callo pero porque es mi novia, no porque me lo hayas dicho tú—aclaró Robert.
—Pues no es mi novia y Alan me da igual, así que grito si quiero—declaró Dani.
—Si gritas te echo, que es mi casa.
—Ey, ey, ey. Tampoco hay que ponerse así colega, que yo me callo–dijo haciendo como que cerraba una cremallera sobre sus labios.
A los cinco minutos estaban ambos dando voces de nuevo. Negué con la cabeza.
—Son como niños pequeños.
—Y que lo digas—respondió Eva—. Vale a ver—se acercó a mí con el móvil en la mano—. No he encontrado a ninguna que cumpla con tu descripción, pero…
—¿Pero?
—Pero he encontrado el perfil de esta tal “AngelicAllen” —me mostró el perfil de una chica de piel morena y pelo rubio—. Mira, en su descripción pone “Dahlia ❤”.
Era el perfil de su hermana. Resulta que se llama Angélica.
Le quité el móvil.
—¿Cómo lo has encontrado?
—Un mago nunca revela sus trucos.
Le puse cara de desagrado y me metí en las historias destacadas. Las tenía divididas por “love u 4ever”, un emoji de una flor, “College” y diferentes emojis. Me metí en la de la flor porque me dió una intuición. Había fotos de dos niñas pequeñas y dibujos. Supuse que las dos niñas eran Angélica y Dahlia de pequeñas. La última foto era una de Dahlia con su hermana sosteniendo una dahlia, la flor. Las dos salían sonrientes y felices. Esa sonrisa que hacía aparecer su hoyuelo. Una sonrisa que parecía sincera.
La foto era de hacía un año. En todas aquellas fotos parecía mucho más… feliz. No pude evitar preguntarme qué le pasó para que ahora parezca apagada y triste. No salía la cuenta de Dahlia por ningún lado, a lo mejor no tenía. Me quedé mirando la última foto.
—Bueno qué, ¿la encuentras?
—Sí, sí—sacudí la cabeza y le enseñé la foto a Eva.
—Me suena de algo, pero no sé de qué.
—A ver—dijo su novio, pausando el juego, lo que hizo que Dani se quejara, y alargando su mano hacía el teléfono—. ¿Cuál es de las dos?
—La bajita.
—Hostia, a mi también me suena.
—¿La conoces de algo?
—Ni idea tío.
—Bueno pues guay.
—Oye, ¿la vais a ver todos menos yo o cómo es esto? —protestó Daniel.
—Toma pesado—Robert le dió el móvil.
—Pues a mi no me suena de nada—se encogió de hombros y le devolvió el móvil a su dueña. Se giró hacía Robert—. Inicia el juego ya, anda.
—No que vais a volver a gritar—dije poniendo cara de asco.
—Me dais dolor de cabeza—afirmó Eva.
—Calla, que a mi me toca aguantar ir a los conciertos de los cantantes depresivos que te gustan—contraatacó su novio.
—Billie Elish te encanta, y lo sabes.
—Calla, que se va mi reputación de gángster.
—Que tonto eres—le revolvió el pelo y le dio un beso rápido en los labios—. Voy a por agua.
Eso me hizo sentir una punzada en el pecho. Mi relación con Paula no se parecía en nada a la de ellos. Nunca teníamos esa afinidad y ella no tenía los detalles bonitos que hace Eva, como revolverle el pelo. Viéndolo ahora, me cuestionaba muchas cosas sobre nuestra relación.
No había vuelto a escribirla ni ella a mí. No he vuelto a llamarla ni a ver sus redes sociales. ¿Cómo habíamos acabado así? Eso es lo que me preguntaba a cada rato.
Quizá Dahlia y Daniel tuvieran razón.
Me había quedado tan ensimismado que no me había dado cuenta de que me estaban hablando.
—¡Tío!
—Sí, ¿qué?
—Te decía que podías traerla a la fiesta, así la conoceriamos.
—¡Eso! Yo quiero conocer a tú chica— dijo Eva, que acababa de volver de la cocina.
—Que no es mi chica. Somos amigos y ya, o ni eso, nos conocemos desde el viernes.
—Ajá, lo que tú digas. Traétela igual.
—La preguntaré.
—Oye, ¿podrías bajarle el volumen al cacharro ese? Los zombies esos muriendo suenan como focas en celo—se quejó Eva.
—No que si no pierde la gracia.
—Pues voy a poner música.
—Va, pero no pongas depresiva por favor—repuso Robert.
—Ajá.
Vi que Eva se metía en Spotify y ponía una playlist aleatoria que recomendaba la aplicación.