Cantando a las estrellas

21 Me puedo morir si me miras así

Alan

Ví como su cara pasaba de sorpresa a querer matarme por haberlo encontrado, a sorpresa de nuevo. Supuse que no me podía echar a patadas de la cafetería al igual que en su casa, así que seguí picándola.

—¿Me puedes explicar cómo demonios pensabas que nadie iba a encontrar esto? —le pregunté bajito, mirándola divertido.

Ella escondió la cara entre las manos, roja como un tomate.

—No me mires así —protestó—. Lo borré

—Pues siento decirte que, medio hoyuelo, eres oficialmente viral —me reí, intentando no sonar demasiado flipado—. ¿Seis millones? Eso ya es nivel Taylor Swift, ¿eh?

Ella gruñó algo ininteligible. Creo que me mandó a la mierda en siete idiomas diferentes en menos de un segundo, pero no le dí importancia.

—Oye —dije bajando el tono—. La canción… Es preciosa.

—¿Cómo la has encontrado?

—Por Eva, me la ha enseñado ella.

—No se lo digas a nadie, ¿vale? —pidió en voz baja.

—¿A quién se lo voy a decir? ¿Al panadero?

—Alan… en serio.

—Eh, tranquila —dije poniéndome más serio—. Solo era una broma. No pienso decirle a nadie. Tampoco es que conozca a mucha gente por aquí. Aunque supongo que muchas personas ya lo saben.

—Mejor cállate, ¿vale? Lo voy a borrar nada más llegar a casa.

—Eh, eso no. Sé dónde vives, cómo lo borres me aparezco en tú casa.

—Ni se te ocurra.

—Vale, vale.

Hubo un momento de silencio, ella solo jugó con una servilleta entre los dedos y yo removí mi café pensativo.

—¿Sabes? A veces lo más valiente no es subir una canción… es dejar que alguien la escuche. Y tú ya hiciste eso.

Ella soltó una risa bajita, nerviosa.

—¿Me estás psicoanalizando ahora?

—No, solo te estoy diciendo que eres una jodida valiente —respondí encogiéndome de hombros—. Aunque no lo sepas.

Ella me miró. Como si no supiera si darme una colleja o… no sé, besarme. Parecía que hacía mucho tiempo que nadie le decía eso.

—Gracias —susurró.

—De nada —dije bajito—. Pero si te haces famosa y me olvidas, al menos dedícame un disco.

—¿Y qué quieres que ponga en la dedicatoria? —preguntó con una ceja levantada.

—Algo sencillo. Tipo: Para Alan, el pesado que me descubrió cuando intentaba pasar desapercibida.

—Muy humilde y todo.

—Modestia ante todo, ya sabes como soy —sonreí—. Aunque podrías poner también el chico con mejor gusto musical del planeta.

Ella puso los ojos en blanco, pero no podía ocultar que estaba sonriendo, era capaz de poder ver su hoyuelo que tanto me gustaba.

—No sé si tengo tanto espacio en la carátula.

—Pues haces un disco doble, o un deluxe —me encogí de hombros como si fuera lo más lógico del mundo.

Ella volvió a reírse, de ese modo que parecía que se le escapaba sin querer. Me encantaba ese sonido.

—Me encanta cuando te ríes. Deberías hacerlo más.

—Tú deberías hablar menos —me soltó.

—Touché —me rendí, alzando las manos—. Pero no puedo prometer nada.

Me acordé entonces de algo que me había dicho Daniel antes de venir.

—Tenemos que hablar del rollo entre nuestros amigos.

—Te refieres a Laia y a tu amigo, ¿verdad?

—Ahí le has dado. Nos están robando el protagonismo. Y Dani quiere saber qué opina Laia.

—Dile que lo averigue él solito, no voy a ir contando los secretos de Laia—respondió.

—Bueno, a mi no me importa destapar a Daniel. Dile a tu amiga que está pilladisimo.

—Tanto no creo.

—Nunca le había visto tan pillado por alguien.

—Pero si se conocen de un día.

—¿Y qué?

—¿Cómo qué “y qué? No te puedes pillar tan rápido.

—Se llama amor a primera vista, corazón. ¿Nunca lo has vivido?

—No.

—Pues vaya.

—Pero sí que he vivido molestía a primera vista. Como contigo.

Ya volvió la Dahlia borde que conozco.

—Que encantadora.

—Yo siempre.

—¿Cómo piensas volverte famosa siendo tan antipática?

—No volviéndome famosa.

—Y aún así planeas audicionar a un musical—respondí.

—¿Cómo sabes eso también?

—Me lo dijo Claudia el viernes.

Cuando ella y Laia estaban cantando Claudia me contó que se habían presentado a una audición para un musical. Yo me quedé sorprendido, pero al ver a Dahlia cantar tenía mucho sentido para mi. Tenía un futuro brillante, aunque no quisiera verlo.

—Bueno, que me presente no quiere decir que me vayan a aceptar. Además, no sé bailar ni actuar.

—Bueno pero eso se aprende. Yo te puedo ayudar.

—¿Sabes bailar?

—No, pero por tí puedo aprender.

—Estás fatal—se rió.

—Encima que me propongo a ayudarte—dije ofendido.

—No necesito tu ayuda.

—Lo que tú digas. ¿Cuándo te dan los resultados?

—El viernes.

—Pues así lo celebramos juntos en la fiesta y te enseño a bailar.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Ver video tutoriales de baile toda la semana hasta el viernes?

—No lo había pensado, pero gracias por la idea.

—De nada —dijo con sarcasmo—. Aunque no creo que tenga nada que celebrar.

—¿Y si sí?

—¿Y si no?

—Entonces lo celebramos igual. Por intentarlo.

—¿Siempre haces esto? —preguntó mirándome como si intentara descifrar.

—¿El qué?

—Creer tanto en los demás.

—Solo cuando me da la sensación de que no lo hacen ellos mismos.

Dahlia me sostuvo la mirada unos segundos, como si no estuviera segura de si pegarme o abrazarme. Está vez sí que me iba a pegar. Debería callarme. Aunque solo sabía que como siguiese mirandome así me iba a morir yo solo de las mil cosas que estaban pasando dentro de mi en ese momento.

Era experta en disfrazar el miedo con sarcasmo.

—Me voy a arrepentir de conocerte —murmuró.

—Lo dudo mucho.

No sabía como no me había pegado aún.

—Bueno, ¿nos vamos ya? Porque no me voy a beber esto—dije apartando la bomba de canela que me habían vendido como un café.



#4856 en Novela romántica
#369 en Joven Adulto

En el texto hay: drama, amor, casualidad

Editado: 05.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.